“Si algo nos enseña este contexto de emergencia es la necesidad de coordinarnos”, dice Marian Olabarrieta, directora de Servicios Sociales del Gobierno Vasco.

La pandemia, la invasión de Ucrania, y la crisis energética. ¿Los servicios sociales no están sobrepasados por tener que responder a tanto contexto de urgencia?

–Es cierto que han surgido situaciones que han obligado a poner en marcha muchos proyectos con carácter inmediato, pero también de manera coordinada. Si algo nos ha enseñado este contexto de emergencia es la necesidad de coordinarnos con el resto de instituciones y el tercer sector social. Es fundamental hacerlo para tomar decisiones rápidas con las que atajar lo antes posible las consecuencias de la pandemia y de la guerra en Ucrania.

¿Tanta urgencia no conduce a una improvisación constante?

–Obliga a improvisar, qué duda cabe, pero estudiando sobre lo improvisado. La toma de decisiones con carácter de urgencia va acompañada de una evaluación en toda su dimensión. De hecho, los proyectos que hemos puesto en marcha tras la pandemia, y algunas de las acciones derivadas de la crisis de Ucrania, no son tal y como las diseñamos en un principio. Las aportaciones de los distintos agentes permiten que el modelo de atención se vaya perfilando.

¿Qué aporta a la sociedad Behatuz, el nuevo portal del Observatorio Vasco de Servicios Sociales presentado esta semana?

–Hemos querido dar un paso más en la actualización del portal web del Observatorio, de tal manera que sea válido para todos los agentes implicados en los servicios sociales. En coherencia con lo que exige la propia ley, hemos incorporado esta herramienta con el deseo de que sea atractiva para todas las personas. El nuevo portal web se articula en cuatro grandes áreas temáticas: investigación, conocimiento, buenas prácticas y actualidad. Tiene que ser útil para todos. En la presentación de esta herramienta fueron invitados agentes universitarios, de observatorios que ya existen en Euskadi y empresas de estadística. Se trata de ofrecer una información amplia y activa. No queremos que sea un mero repositario de temas y datos sino un portal que se actualice continuamente en relación a todas las realidades sociales.

Una de ellas es la baja natalidad. A este respecto, se acostumbra a decir que una ayuda puntual no decide a nadie a tener más hijos. ¿Las de 200 euros al mes, con carácter universal y durante tres años, son algo más que una ayuda puntual?

–En el gobierno estamos para adoptar medidas que palien el contexto difícil que atravesamos. Es por todo el mundo conocido que la natalidad en Euskadi presenta unos niveles bajos, por lo que es necesario incentivarla. La nueva medida es de carácter universal. La ley vasca de relaciones familiares la contempla como un derecho subjetivo, con lo cual todo el mundo tiene derecho. Se trata de las primeras medidas adoptadas teniendo en cuenta la experiencia de otras iniciativas, como las que se han llevado a cabo en las Haurreskolak, o con las ayudas a la conciliación. A ver si entre todas estas medidas logramos que suba el índice de natalidad. De lo contrario, tendremos que seguir pensando en otras medidas.

“Vivimos en una sociedad individualista, pero a su vez solidaria, con un tercer sector que capta situaciones que se escapan a las instituciones”

¿No existen en este campo fórmulas mágicas?

–No hay ciencias exactas. Lo que hemos hecho es sentar las bases legales de ayudas que ya se están dando en Europa, y que en algunos países han funcionado bien. Se trata de las medidas más adecuadas para romper ese umbral de natalidad tan bajo que queremos superar.

El reto demográfico también plantea otros desafíos, como la emancipación juvenil. Un sondeo demoscópico ha revelado esta semana que ocho de cada diez jóvenes vascos aspiran a vivir en una vivienda en propiedad. ¿Lo tienen complicado?

–Los datos nos dicen que a los jóvenes les gustaría emanciparse y tener antes los hijos, pero el problema de la vivienda y del empleo, en algunos casos precario, lo impiden. Queremos favorecer que la población joven se pueda emancipar pronto. Los datos nos dicen que desean tener dos hijos, algo que no pueden cumplir al emanciparse tan tarde y no gozar del suficiente nivel de vida para ello. Estamos adoptando medidas para posibilitar esa emancipación a una edad más temprana.

¿Responder a todos estos retos no convierte al Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales en un saco sin fondo?

–Bueno, tenemos que hacer el esfuerzo entre todos. El departamento está muy respaldado por el resto del gobierno. Es cierto que otros departamentos recaudan, pero las políticas sociales y la calidad de vida de los vascos y vascas es uno de los objetivos más importantes. Puede ser un saco sin fondo, pero bien utilizado.

¿Esa calidad de vida se ve condicionada actualmente por la soledad no deseada?

–Sí, de hecho es otro de los retos del departamento actualmente, una realidad que afloró especialmente durante la pandemia. A partir de la crisis sanitaria diseñamos el programa Guztion artean, de acompañamiento y respuesta a las necesidades más básicas de las personas que se encontraban en soledad. Se trata de crear una red de solidaridad organizada. Vimos que esta respuesta vino bien para muchas de estas personas pudieran relacionarse. Desde BetiOn, que permite disponer de un servicio de atención permanente en el domicilio, también prestamos atención a las personas usuarias que viven solas. Y no solo esperando a que llamen a la medalla para hablar sino de manera proactiva. Tenemos muchas alternativas en el seno de este programa. También hay otros proyectos que estamos poniendo en marcha, en consonancia con lo que se realiza en Europa.

¿Por ejemplo?

–Altxor 7.0. Estamos hablando de oficinas que permiten realizar un proyecto de vida. Este servicio ofrece a las personas –desde edades cercanas a la jubilación hasta el final de la vida– apoyos para desarrollar sus proyectos vitales, individuales y colectivos, a fin de vivir una vida lo más plena posible y participar socialmente, si así lo desean. La sociedad está cambiando, una transformación que también se está produciendo en los centros de mayores, donde las características de las personas usuarias en la actualidad no son las mismas que las de hace años. En el marco de Euskadi Lagunkoia, el proyecto de pueblos y ciudades amigables, los grupos motores también despliegan un enorme esfuerzo para captar a la gente que está sola. El de la soledad es un reto complicado.

¿La necesidad de trabajar en red no se sigue dando de bruces con el galopante individualismo de la sociedad actual?

–Se trata de una sociedad individualista, pero también muy solidaria, con mucho voluntariado y un tercer sector potente que tiene radares y capta muchísimas situaciones que a las instituciones se nos pueden escapar. Tenemos que aprovechar ese potencial de la sociedad para combatir la soledad, teniendo en cuenta a las personas más vulnerables.

¿Hacia dónde deben reorientarse los cuidados?

–Lo bueno que tiene el departamento, a pesar de lo grande que es, es que comprende todas las edades, lo que favorece que podamos tener una política de cuidados sociales transversal. Es otro de los retos importantes del departamento y del Gobierno Vasco: desfeminizar y desfamiliarizar los cuidados, para lo cual tenemos que hacer un esfuerzo desde las instituciones trabajando conjuntamente con las familias.

¿Ese esfuerzo en qué se traduce?

–No debemos olvidar que las personas mayores y dependientes quieren permanecer en sus hogares. Quieren estar en su casa, pero de manera segura, lo que exige de servicios como el de teleasistencia –BetiOn– y también de la necesidad de cuidar a los cuidadores. En ese sentido, acabamos de sacar la licitación de una APP de apoyo a cuidadores.

¿Qué más hace falta para atender la dependencia?

–Es preciso buscar recursos intermedios a lo que supone el centro residencial. El paso que hay desde el hogar hasta la residencia es duro. Es preciso buscar una solución intermedia: apartamentos supervisados, con el apoyo de personas externas pero con conocimiento y preparación. También hay que reforzar la figura de las personas cuidadoras, muchas de ellas familiares.

¿Y qué papel juegan las personas extranjeras de procedencia extracomunitaria que deciden asentar su proyecto de vida en Euskadi?

–Todos los menores extranjeros no acompañados que llegan a Euskadi son atendidos, es nuestra obligación. Ningún menor sin red de apoyo va a quedar fuera. Con la pandemia se vio que incrementaban las personas sin hogar en calle. Muchos de ellos son jóvenes que salen de los sistemas de protección, atendidos hasta los 18 años pero obligados a dar luego un salto al vacío. Más de 300 jóvenes sin red de apoyo familiar están siendo atendidos con ese objetivo, de integrarse en la sociedad, compartiendo piso con otros jóvenes y también de manera intergeneracional. El programa Trapezistak está teniendo un buen resultado.