La presunción de heterosexualidad, miradas, comentarios despectivos... Son gestos a los que tiene que enfrentarse el colectivo LGTBI+. Y es que más allá de las preocupantes cifras de agresiones que engloban las estadísticas de los delitos de odio, hay gestos que forman parte del día a día que pasan desapercibidos, y están normalizados en la sociedad actual.
Fue el 17 de mayo de 1990 cuando la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó la homosexualidad femenina y masculina del listado de enfermedades mentales. En conmemoración a esta efemérides, cada año, el día 17 de mayo se celebra el Día Internacional contra la LGTBIfobia; sin embargo, más de tres décadas después de esta fecha todavía hoy el colectivo sigue sin estar normalizado y continúa sufriendo agresiones por el mero hecho de su orientación o identidad sexual.
Las nuevas generaciones no son una excepción a la regla. Como cuenta Eren Villalba, un joven trans de 20 años, la época más complicada la sufrió en su adolescencia, cuando estaba en el instituto. Y es que estudiaba en un colegio religioso, lo que asegura “empeoraba la situación” y sufría un señalamiento por parte de algunos de sus compañeros y compañeras. “En la ESO tuve un rechazo por ser el tío raro. Me llamaban travelo, marimacho...”, explica.
Asimismo, pone el acento en el desconocimiento a causa de la falta de educación que existe aún hoy en día. “Hace falta una charla u orientación para que sepan que hay gente que es diferente, porque a lo raro siempre apuntan”.
En su casa tampoco encontró al principio el apoyo que necesitaba, ya que narra cómo su familia le trató “de loco”, y su padre se enfadó muchísimo y “me dijo que si me cambiaba el nombre me quitara sus apellidos”. Sin embargo, aunque destaca que la reacción de su padre le dolió, incide en que en parte la entendió. “Es gente que no ha tenido ningún tipo de visión de cómo es todo y les pillé desprevenidos, y actuó de forma agresiva”, asegura, aunque añade que la situación ha mejorado y actualmente le llaman por el nombre que se puso, Eren, y se esfuerzan por usar pronombres masculinos con él.
Asimismo, Villalba subraya que actualmente más que por ser trans, le “miran mal” por ser gay. “Por la calle sí que me han insultado más de una vez”, denuncia.
El síndrome del pero
“No me importa que seas gay, pero no beses a tu novio delante de mí”. Lesbianas, gays o bisexuales sufren este tipo de comentarios diariamente. Además, el primer grupo ha denunciado en múltiples ocasiones la presunción de heterosexualidad con la que se encuentran por ejemplo, en la consulta del ginecólogo.
Así lo cuenta Ana Conde, una joven de 29 años que critica asimismo las múltiples ocasiones en las que ha tenido que aguantar malas caras al acudir a la recepción de un hotel y tener que explicar que no se ha confundido con la reserva, y la cama matrimonial es para ella y su novia.
Discursos de odio
Aratz Castro, coordinador de la plataforma Bilbao Bizkaia Harro incide la responsabilidad de la extrema derecha, que fomentan los discursos de odio contra el colectivo. “Hay partidos que cuestionan que la homosexualidad o transexualidad son una realidad, y eso es preocupante y es digno de señalar”, indica. “Niegan nuestra realidad y lo que hace es legitimar un discurso que fomenta la violencia contra el colectivo. Es verdaderamente preocupante”.
Así, indica que el incremento en la cifra de agresiones LGTBIfobas “es una tendencia que ira al alza”. ¿Por qué? Porque según Castro, “ se han empezado a denunciar actitudes que no siendo tan violentas son incidentes de odio”. Es el caso de las situaciones que se dan en el ámbito laboral o comentarios naturalizados “que son despreciativos para las personas del colectivo. Y situaciones que son humillaciones por la orientación o identidad de genero”, subraya.
La educación, clave
“Esta no es una problemática puntual, ni del colectivo, sino que es social. Y no solo se tiene que implicar la sociedad, las instituciones tiene que tener políticas proactivas para abordar esta situación”, defiende. También tenemos que trabajar en ámbitos como el laboral y el educativo, según Castro. “Hay que seguir haciendo hincapié no solo a nivel escolar en los niveles más bajos, sino en FP y universidad, donde cojea bastante aún”. Y zanja haciendo un llamamiento a que la sociedad actúe ante cualquier tipo de agresión: “Lo que tienes que hacer cuando en la calle vemos una situación donde se incomoda a alguien es llamar la atención".