- Empezaron siendo obligatorias solo en el transporte público y ahora será uno de los pocos lugares en los que permanezcan: las mascarillas, escudo visible contra la covid y objeto, o uno de ellos, de la discordia en la pandemia, están a punto de desaparecer de la mayoría de interiores.
El Consejo de Ministros aprueba hoy un real decreto que eliminará, a partir de mañana, la imposición del cubrebocas en espacios cerrados, salvo centros, servicios y establecimientos sanitarios, incluidas farmacias, y transporte público. En los trabajos, decidirán las empresas. Fuera de eso, las autoridades sanitarias establecerán una serie de usos recomendados que no formarán parte del decreto, tal y como avanzó hace unas semanas la ministra de Sanidad, Carolina Darias.
Quirúrgicas, higiénicas, FFP2, desechables o reutilizables... Las mascarillas llevan dos años instaladas en nuestras vidas y en el epicentro del debate. Debate que empezó al principio: la escasez mundial empujaron a Sanidad a descartar su obligatoriedad y solo recomendarlas en contados casos para personas enfermas o sospechosas de estar contagiadas.
Pero las voces por hacerlas obligatorias en espacios públicos iban alzándose cada vez más, así que el 4 de mayo, el día que arrancó en todo el Estado la fase 0 de la desescalada, la primera de ellas, el Ejecutivo las impuso en el transporte público, donde llevaba días repartiéndolas gratis.
De “altamente recomendables” en la vía pública y necesarias cuando no se pudiera guardar dos metros de distancia, pasaron a ser obligatorias el 21 de mayo en “la vía pública, en espacios al aire libre y en cualquier espacio cerrado de uso público o abierto al público, siempre que no sea posible mantener una distancia de seguridad interpersonal de al menos dos metros”, rezaba el BOE.
Mientras, la población seguía avanzando hacia la nueva normalidad en la desenfrenada carrera por la desescalada; pero la apertura trajo inevitablemente los primeros brotes, y el temor a una nueva ola en plena campaña estival las llevó a ir endureciendo la normativa. La segunda ola que se extendió hasta el otoño acabó homogeneizando el uso del cubrebocas en interiores y exteriores.
En marzo de 2021 la población volvía a coger aire tras la violenta ola de las Navidades. Por eso pilló por sorpresa que, con los contagios en caída libre, la mascarilla se hiciera obligatoria en exteriores, incluso cuando se pudiera respetar la distancia interpersonal. Hasta que el 24 de junio se levantó la obligación si había distancia. Seis meses duró: ómicron dio pie a devolver la obligatoriedad de mascarillas al aire libre el 23 de diciembre, y ello pese a que la comunidad científica rechazó la eficacia de esta medida. Sin embargo, el Consejo Interterritorial alumbró un nuevo acuerdo por el que, a partir del 9 de febrero, ya no había que ponerse más la mascarilla en exteriores salvo en eventos multitudinarios. Así las cosas, a partir de mañana, tampoco habrá que llevarla en la mayoría de interiores; a la espera de conocer el texto definitivo que aún se está puliendo, solo habrá que ponérsela en “aquellos espacios en los que puede haber personas con vulnerabilidad”. Los alumnos ya no tendrán que utilizarla en el ámbito escolar, aunque sí se recomienda a los profesores con factores de vulnerabilidad que se la pongan. En los centros de trabajo, serán los servicios de prevención de riesgos laborales los que lo valoren, si bien se aconseja llevarla cuando la distancia interpersonal sea inferior a 1,5 metros y no pueda garantizarse la ventilación. Asimismo, en comercios, cines, teatros, salas de conciertos, museos, bares o locales de ocio nocturno se recomienda un “uso responsable”, al igual que en las reuniones de amigos y celebraciones privadas. ¿Habrá más cambios? No se descarta, e incluso se habla de la oportunidad de retomarla en invierno. Pero, de momento, mañana el que quiera quitarse la mascarilla, podrá hacerlo.
Recomendación. A partir de mañana, tampoco habrá que llevarla en la mayoría de interiores; a la espera de conocer el texto definitivo del que aún se están puliendo los últimos detalles, solo habrá que ponérsela en “aquellos espacios en los que puede haber personas con vulnerabilidad”, tal y como ha venido reiterando Carolina Darias. Es decir, trabajadores y visitantes de centros asistenciales y sociosanitarios -especialmente, residencias de mayores-, pero no los residentes y en los transportes, mientras que en otros lugares será una “recomendación de uso responsable, especialmente cuando hay aglomeraciones y cuando se trate de personas vulnerables”.