Estrella Sánchez es profesora del Departamento de Economía Aplicada de la UPV/EHU, miembro de la Junta de Gobierno del Colegio Vasco de Economistas y experta en igualdad. En esta entrevista, destaca el avance que ha supuesto la digitalización en la economía y los beneficios que ha aportado al tejido empresarial a la hora de mantener la actividad, pero hace una llamada a trabajar contra la desigualdad social, agudizada en estos dos años.
¿Qué impacto cree que ha tenido la pandemia en términos económicos y sociales?
—Esta crisis que hemos vivido ha supuesto un punto de inflexión desde el punto de vista económico, social y también educativo. Por otra parte, la digitalización ya es un hecho, aunque se ha producido una inmersión muy desigual en función de los distintos sectores productivos. Por ejemplo, la pandemia ha visibilizado problemas que ya existían con anterioridad, como las carencias de herramientas digitales en sectores como el comercio.
¿Se ha incrementado la desigualdad que existía antes del estallido de la crisis sanitaria?
—La digitalización es muy buena en todos los campos, pero no supone una garantía por sí misma. Además, por ejemplo, en el ámbito educativo la presencialidad también es buena porque un factor que favorece la homogeneidad. Por otra parte, aquí nos encontramos con una población migrante que está asumiendo los roles de cuidadores y los trabajos menos cualificados, que en muchas ocasiones tienen que ver con los horarios de ocio del resto de la sociedad. La pandemia ha permitido ver lo mejor desde el punto de vista del progreso científico-técnico, pero también lo negativo, ya que cuando ha habido recortes han afectado más a las mujeres y a los colectivos con los peores trabajos y en situación de precariedad.
Es una parcela en la que se aprecia la desigualdad, pero no el único. ¿En cuales otros se refleja estos desequilibrios que se están produciendo en la sociedad?
—La salud mental es uno de ellos. Muchos problemas de este tipo que han surgido a lo largo de estos dos años de pandemia no han podido ser atendidos en la red pública, pero hay familias que no tienen capacidad económica para dirigirse a la atención privada. En el campo laboral, tenemos necesidad de un nuevo mundo, pero no hemos desarrollado todas las capacidades tecnológicas necesarias para hacerlo. Por ejemplo, con la Formación Profesional (FP). Seguimos pensando que es necesaria, pero está desvirtuada en nuestro entorno. Desde el punto de vista del progreso educativo, necesitamos una perspectiva híbrida e integradora, sin la dicotomía que hay actualmente entre FP y universidad. A la universidad se le achaca mucho academicismo y con la FP ocurre al revés. Pienso que tendríamos que dirigirnos hacia un punto de vista que incluya ambas facetas de la educación.
¿Qué medidas son precisas a partir de ahora para corregir estas desigualdades?
—Creo que son necesarias las reformas para la equiparación de los permisos de maternidad y paternidad, así como avanzar una mayor gobernanza social en todos los ámbitos de poder. Además, en el ámbito de la inmigración, el hecho de que consideremos en una segunda escala al migrante cuando hace los trabajos que nuestra sociedad está desdeñando es una doble discriminación hacia él. Asimismo, en el campo de la innovación pedagógica, es indispensable trabajar para que cada vez más chicas escojan enseñanzas y carreras científico - técnicas. Los últimos estudios que se han realizado sobre esta materia dicen que están bajando los porcentajes de mujeres que estudian estas ramas educativas y los motivos para ello pueden estar relacionadas tanto con las metodologías educativas que se están desarrollando como con el techo de cristal que existe para las mujeres en estos momentos en el mundo laboral, además de en la falta de incentivos. El futuro de la sociedad es tecnológico, pero también humanístico.