Dicen los que saben que la calle te destroza por dentro y también por fuera. La salud física y la mental de quienes duermen al raso se arruina con rapidez, pero si esa situación se prolonga en el tiempo acaba para siempre con los sueños de esos cientos de hombres y mujeres que viven contra una pared. Y no son pocos. Algunos por convicción y otros obligados por circunstancias personales, la realidad del sinhogarismo es muy compleja en Euskadi tal y como ha puesto de manifiesto la pandemia.
Hay jóvenes; y también mujeres y hombres entrados en años. Y gente de aquí y de allí. La calle no hace distinciones como tampoco las ha hecho el virus. Los datos objetivos resumen a la perfección lo ocurrido en la geografía vasca a lo largo del año covid: los centros operativos en Euskadi atendieron cada día de 2020 a un 16,5% más de personas que en todo 2018.
Así queda reflejado en los informes del Eustat, el Instituto Vasco de Estadística. Y aportan una cifra que ilustra el alcance del impacto de la pandemia: la red de centros y servicios vascos habilitados para tratar de minimizar las secuelas de esa profunda huella -que fue prevista por asociaciones e instituciones- alojaron a una media diaria de 3.471 personas. Entre esas personas alojadas, un total de 622 eran personas sin techo con una exclusión residencial más grave.
El pasado año se hizo largo. El confinamiento, los expedientes de regulación temporal de empleo y los empleos precarios y salarios en mano que se esfumaron en cuestión de días empujaron a individuos y familias a algunos de los 299 recursos existentes. De ahí que la cifra de atenciones prestadas en 2020 fuera tan excepcional.
Estos centros -cuya localización se encuentra mayoritariamente en los grandes núcleos poblacionales de Euskadi- dispusieron de una media anual de 4.260 plazas de alojamiento -lo que supone 505 más que en 2018- con un nivel de ocupación del 81,5% y contaron, además, con 2.147 plazas de día con una ocupación del 87,2%. En el ámbito de la restauración, se dispensaron una media de 5.581 servicios diarios de desayunos, comidas y cenas. La conclusión es que la pandemia ha provocado un rebrote de casos de pobreza, exclusión y sinhogarismo. Habitualmente el número de recursos y de usuarios es mayor en invierno que en primavera, pero en esta ocasión ocurrió lo contrario, y se apreció un “fuerte incremento” tanto de la oferta como de la demanda de estos servicios durante el periodo de confinamiento total que se vivió durante la primavera de 2020. Un dato más facilitado por el Eustat: se habilitaron 20 centros destinados a alojar a personas sin hogar durante el confinamiento, con un total de 913 plazas de alojamiento que alcanzaron una ocupación del 90,6%. Y se ofrecieron 2.484 servicios de restauración de media cada día.
El fantasma de la pobreza se codea con el de la exclusión residencial, un fenómeno que se ha cebado con las personas más jóvenes. La noche del 6 al 7 de mayo del pasado año, cuando ya se vislumbraba el final del confinamiento, hubo un recuento nocturno en 19 municipios, incluidas las tres capitales de la Comunidad Autónoma Vasca. Este escrutinio, tal y como expresaron en su momento desde el SIIS, el Centro de Documentación y Estudios de referencia en Servicios Sociales y Política Social con sede en Gipuzkoa, estaba previsto para octubre de 2020, pero debido a la pandemia tuvo que adelantarse a mayo.
Los datos revelan que 2.797 personas vivían en situación de exclusión residencial grave, un 45% de ellas en centros y pisos de inserción social. Del resto, 163 se encontraban en la calle (un 6%), 351 en albergues y centros de acogida, 168 en centros o pisos para víctimas de violencia machista y 846, y un 30%, en dispositivos habilitados excepcionalmente debido al covid-19. Este último dato es el principal motivo por el que el número de personas en riesgo de exclusión residencial aumentó en 2020 ya que en 2018 había 2.320 personas en riesgo.
Género. De las 3.118 personas que pernoctaron en diciembre en centros con alojamiento, una media de 622 fueron personas sin techo que durmieron en los 45 albergues y centros de baja exigencia habilitados en Euskadi, de las cuales 89 fueron mujeres.
Financiación. La atención a personas sin hogar supuso un gasto corriente de 65,7 millones de euros en 2020, un 16,9% más que en 2018. Las administraciones públicas -mayoritariamente diputaciones y ayuntamientos- financiaron el 91,2% de estos gastos.