Hay médicos que llevan años advirtiendo del peligro de la obesidad infantil. Ahora, los resultados de un estudio elaborado entre el alumnado de la UPV-EHU demuestran que el sobrepeso también es un mal que se extiende entre los universitarios. El 14,4% de los estudiantes de la universidad pública vasca lo padece, según la medición de su porcentaje de grasa corporal. Y lo peor es que la tendencia es al alza. “Los datos apuntan que va en aumento”, sostiene Nerea Telleria. “Tanto la infancia como la adolescencia y la primera juventud son momentos claves para seguir una dieta saludable y realizar actividad física, ya que los estilos de vida que se afianzan en estas etapas de la vida son los que van a perdurar en la edad adulta”, indica la autora de la tesis.
El riesgo de obesidad entre la población universitaria está ahí. Lo novedoso de la investigación radica en que los resultados sugieren que ciertos hábitos poco saludables coexisten e interactúan entre sí incrementando el riesgo de sobrepeso. También concluye que existen diferencias específicas por sexos.
El hecho de que diferentes factores convivan entre sí incrementando el riesgo de obesidad entre los universitarios significa que no sólo influye la dieta o el tiempo de actividad física o las horas que duermen, si beben alcohol o fuman sino que todos ellos interactúan. “Hombres y mujeres, cada uno tiene sus factores de riesgo, que son los que queríamos identificar para poder actuar de forma preventiva”, explica Nerea Telleria. En el caso de los hombres, por ejemplo, uno de los factores de riesgo es “prescindir de comidas como el desayuno y en el de las mujeres, su baja adherencia a la dieta mediterránea”, especifica. No obstante, las jóvenes presentan un mejor patrón de alimentación, es decir, una dieta más saludable, posiblemente porque son más conscientes, pero realizan menos ejercicio físico. “De hecho, al llegar a la universidad, un alto porcentaje de las chicas deja de practicarlo; en cambio, los chicos mantienen su nivel de actividad”, sostiene.
Igualmente, llama la atención que hay “un porcentaje bastante alto de no fumadores entre el alumnado, por encima del 80%”, cifra Nerea Telleria. En cuanto al consumo de alcohol, los datos arrojan que es moderado: “podría ser menor, pero también mayor...”, opina.
Por contra, los universitarios pasan muchas horas sentados en clase y en sus viajes de desplazamiento en autobús, por ejemplo, lo que conlleva otro factor de riesgo: un comportamiento bastante sedentario.
Un mal patrón alimentario también es factor de riesgo. Por ejemplo, no llevar una dieta saludable, saltarse comidas, no desayunar, sobre todo en el caso de los hombres o, por contra, estar continuamente picando. “Comer solos y delante de pantallas puede provocar que se ingiera más cantidad de la necesaria”, señala la especialista. En líneas generales, los universitarios llevan una dieta “aceptable”, pero “mejorable”.
Otro de los factores de riesgo es el sueño. A menos horas de dormir, mayor riesgo de sobrepeso u obesidad debido a los cambios hormonales que se pueden dar. “Puede incrementar la hormona que aumenta el apetito y disminuir la hormona de la saciedad, lo que se puede traducir en comer más veces al día o estar más cansado y, a su vez, en reducir las horas de actividad física”.
El artículo publicado en la revista British Journal of Nutrition, firmado por las investigadoras del área de Nutrición y Bromatología de Farmacia y Ciencias de los Alimentos de la UPV-EHU, Nerea Telleria y Marta Arroyo, forma parte de un proyecto más amplio iniciado diseñar estrategias eficaces para prevenir la obesidad. Se trata del denominado EHU12/24, un estudio encaminado a evaluar la prevalencia de exceso de grasa corporal y los factores de riesgo de sobrepeso en el alumnado universitario.
Se trata de una investigación en la que han participado 609 estudiantes voluntarios, de entre 18 y 28 años, de los tres campus universitarios de la UPV-EHU; el 59,5% mujeres y el 40,5% hombres. Para el desarrollo de esta investigación, sus autoras han recopilado información sobre alimentación, actividad física, sedentarismo, sueño, hábitos tóxicos, así como medidas antropométricas.