Gasteiz - El 14 de junio de 2019 Ana Lucía Silva, de 49 años, fue asesinada en Córdoba por su pareja, en libertad condicional por matar a su anterior compañera. Fue la víctima número 1.000 de la violencia machista en el Estado español desde 2003, año en el que la Administración comenzó a contabilizar los casos. El poder que tienen las cifras redondas hizo que este asesinato evidenciase, más si cabe, la necesidad de reforzar la lucha contra esta violencia. A Ana Lucía Silva le arrebataron la vida en junio y, seis meses después, otras 33 mujeres engrosan esa lista del horror y la vergüenza.
Durante 2019 fueron asesinadas 55 mujeres y tres niños. Otros 46 quedaron huérfanos. Se presentaron más de 129.000 denuncias por violencia de género hasta el tercer trimestre del año, 4.288 en Euskadi, según los datos del Consejo General del Poder Judicial. Tres de cada cuatro juicios acabaron con condena para los agresores.
Ante esta realidad, y por contradictorio que parezca, 2019 no se recordará solo por ser el año en el que se superaron las mil asesinadas por la violencia machista. Tampoco por ser el año en el que el Tribunal Supremo sentó doctrina en los delitos de agresión sexual tras revocar los fallos de La Manada dictados por la Audiencia Provincial de Iruñea y del Tribunal Superior de Justicia de Nafarroa, sentenciando que la brutal agresión de los Sanfermines de 2016 no fue abuso sino "un delito continuado de violación". Es más, aunque la canción Un violador en tu camino, creada por el colectivo feminista chileno Las Tesis para denunciar las violaciones a los derechos de las mujeres en el contexto de las protestas que vive el país, se convirtió en un grito global, 2019 también pasará a la historia por ser el año en el que la ofensiva negacionista de Vox dinamitó el histórico consenso que había en torno a la necesidad de luchar contra la violencia de género.
El intento de la extrema derecha de difuminar la violencia contra la mujer, por el hecho de serlo, en un marco etéreo, asimilándola a la violencia intrafamiliar, ha provocado el rechazo de gran parte de la clase política y, sobre todo, de quienes ven a diario el rostro de esta realidad que Vox niega. "Negar que existe la violencia de género es falaz. Yo invitaría a la gente que niega este problema a que se pase un día por los juzgados de violencia de género. Decir eso es desconocer absolutamente la realidad y es un ataque a las víctimas vergonzoso", afirma Ana Hernando, abogada de la Asociación Clara Campoamor, que está personada como acusación popular en el asesinato en Laredo de Rebeca Alexandra Cadete, la primera víctima mortal de la violencia sexista de 2019.
Tener que escuchar discursos como los que propagan los de Abascal en sus mítines, a través de las redes sociales y desde las instituciones "me parece brutal", apunta. Es como querer tapar el sol con un dedo. "Hablar de que se condena a inocentes es lisa y llanamente falso porque todas las condenas están sustentadas en pruebas y, muchas de ellas, en el reconocimiento de los hechos por parte de los maltratadores. Y pretender hacer causa de las denuncias falsas es absurdo porque su número es irrisorio", aclara Hernando.
"Discurso de la exclusión" Gemma Varona, profesora de Política Criminal y Victimología de la Universidad del País Vasco e investigadora del Instituto Vasco de Criminología, considera que Vox ha hecho girar su programa en torno a un "discurso de exclusión" respecto de las personas migradas, respecto de una idea de patriotismo muy poco integradora y democrática y respecto de la violencia de género que "prefieren denominar intrafamiliar sin entender que la magnitud del problema es diferente y que hablar de ambas cosas no significa negar la violencia contra otros colectivos que no sean las mujeres".
Varona señala que cuando ante un tema complejo "alguien identifica con tanta facilidad, sin estudios empíricos, razonamientos basados en el derecho democrático y la ética de los derechos humanos, soluciones simples estigmatizando colectivos, debemos, como mínimo, sospechar". Y es que, tal y como asegura Hernando, el discurso negacionista está basado en "una mentira presentada como realidad". En su libro Mitos sobre delincuentes y víctimas. Argumentos contra la falsedad y la manipulación, Varona desmonta algunas percepciones sociales de las que se nutre el discurso de Vox. Una de ellas es el "¿por qué no le deja si la maltrata?", La criminóloga explica que existen patrones de victimización marcados por la llamada "impotencia autoaprendida" de las víctimas que buscan estrategias de supervivencia ante los ataques. "Donde algunos quieren ver pasividad y no comprenden por qué las mujeres permanecen con sus agresores, los resultados empíricos ofrecen datos sobre la manipulación y abuso de poder de los agresores y la tendencia de las mujeres para protegerse y proteger a sus hijos, no siempre con éxito". Al mismo tiempo, existen patrones de victimización secundaria generalizados porque "las mujeres que se acercan al sistema penal son tratadas en muchas ocasiones por profesionales no debidamente formados y con procedimientos que no les dan la confianza suficiente para poder seguir adelante, sin perjuicio de todas las mejoras realizadas", afirma Varona.
En este sentido Hernando defiende que hay quedestacar la Ley Integral contra la Violencia de Género porque "por muy grave que sea la situación actual antes de la ley la situación era mucho peor. Hay que recordar que si una mujer denunciaba, se la mandaba al día siguiente junto con su agresor. Esto no quiere decir que no se tenga que seguir trabajando, dotando la lucha contra la violencia de género de más medios para desarrollar las medidas del Pacto de Estado firmado en 2017, que es maravilloso, pero no se ha trabajado nada en él por falta de recursos".
Varona también echa abajo el mítico "algunas van provocando" que lleva implícito el discurso machista y que, en ocasiones, sirve para justificar las violaciones y abusos. "Esta idea subyace en muchas sociedades y culturas jurídicas que ponen la sospecha sobre la víctima en un mal entendimiento de la defensa de la presunción de inocencia, un bien común para todos, por lo que la idea tradicional del consentimiento debe ser revisada", asegura la criminóloga. Basta con echar mano de una de las últimas encuestas elaboradas por la Comisión Europea para comprobar que el 27% de la ciudadanía cree que hay situaciones que justifican el sexo no consentido, como el consumo de alcohol, que una mujer invite a un hombre a casa, cómo va vestida o maquillada o si anda sola por la calle.
Argumentos y movilización Si la abogada invita a darse una vuelta por los juzgados de género como antídoto contra el negacionismo, la criminóloga apuesta por aplicar la máxima kantiana de "atreverse a saber". Recomienda "participar en debates públicos con datos y argumentaciones, escuchando a las personas afectadas y a los votantes de Vox y tratando de mostrar que hay alternativas efectivas, que se toman en serio los problemas de verdad y permiten buscar soluciones democráticas, éticas y efectivas a corto, medio y largo plazo". El que ya ha pasado a la acción contra los postulados de Vox es el movimiento feminista. Se pudo comprobar en los carteles y lemas coreados en las manifestaciones del último 25-N, día en el que Ortega Smith no pudo aguantar los reproches ni sostener la mirada de Nadia Otmani, una mujer que en los 90 recibió tres disparos cuando intentaba proteger a su hermana de su excuñado. "El discurso fascista, xenófobo y machista no es algo nuevo para nosotras. La derecha y ultraderecha siempre han estado presentes en el Estado español. Nosotras tenemos claro que ellos ladran porque nosotras avanzamos y que su discurso nace desde aquellos que quieren seguir monopolizando la violencia sexista", afirma Naia Torrealdai, portavoz de Bilgune Feminista de Euskal Herria, desde donde aseguran que "seguiremos organizándonos y trabajando para crear una sociedad feminista. Nos tendrán en frente porque el feminismo es antifascista".
Torrealdai sostiene que la movilización social no ha decaído tras la eclosión que vivió el feminismo el 8 de marzo de 2018, quizá el más trasversal de las últimas décadas, avivado por fenómenos como el #MeToo o la sentencia de La Manada. "Está claro que tras las ultimas huelgas feministas la conciencia feminista ha ido ganando peso en la sociedad y entre las mujeres. Tan solo hay que mirar el éxito de las Jornadas Feministas celebradas el ultimo noviembre", afirma Torrealdai. Aun siendo verdad que ha habido un incremento de la movilización, matiza que las feministas tienen claro que "esto no puede convertirse en un movimiento que el sistema mismo pueda asumir ni captar. Por ello seguimos haciendo hincapié en la necesidad de hacer un discurso feminista con un proyecto radical, que quiera cambiar las cosas de raíz, integral, político, económico y social".