BILBAO- William Douglass, catedrático emérito de la Universidad de Nevada, fundador del Centro de Estudios Vascos y autor, junto a Jon Bilbao de Amerikanuak, se encuentra esta semana en Euskadi, lo que ha aprovechado para visitar a viejos amigos y familiares, además de para acudir al congreso de las colectividades vascas en el extranjero llevado a cabo la pasada semana en Bilbao. El incansable investigador y escritor presentará también en Donostia dos libros escritos por él: Australianuak: vascos en las antípodas y Arana, además de Prisons and Exiles, de Joseba Sarrionandia, y At midnight,de Javier Arzuaga ,publicados en el Centro de Estudios Vascos de Reno. Como explica Douglass, ya no existe la diáspora como fenómeno en masa, ya que el modo de emigración ha cambiado, convirtiéndose en decenas de comunidades vascas en todos los continentes.
Presenta en Euskadi cuatro publicaciones, en una de las cuales investiga la presencia vasca en Australia.
-Sí, en total son cuatro los libros que hemos publicado en el Centro de Estudios Vascos de Reno, todos en inglés. Yo soy el autor de dos. Australianos, vascos en las antípodas es un libro para el que llevo cuarenta años escribiendo. Empecé en 1980 el primer viaje para hacer trabajo de campo antropológico allí y estuve el otoño pasado llevando los datos. Trata 200 años de historia de la presencia vasca en Australia, ya que hubo una gran comunidad que emigró allí en la época de la fiebre del oro. El otro libro que he escrito es Arana, acerca de Julio César Arana, que no Sabino Arana, (risas), que era un vasco-peruano que creó en Putumayo una especie de imperio personal de caucho, cuando Brasil, Colombia y Perú estaban conquistando el territorio. Se metió Arana con un ejército personal y creó un imperio mayor que Bélgica, tras lo que le acusaron de genocidio. Y los otros que presentaremos serán At midnigt, la biografia de Javier Arzuaga, capellán que consoló a cinco condenados a muerte del régimen de Batista, y el último, es una antología de poesía de Sarrionandia, en edición euskera-inglés.
¿Cómo comenzó su interés por la sociedad y la cultura vasca?
-Vine aquí como estudiante universitario a la Complutense y pasé un año intentando titularme en Literatura Castellana, pero en el camino perdí interés por convertirme en profesor de castellano y me interesé por la antropología social. Por aquel entonces no se enseñaba Antrolopología, ya que era una materia prohibida por la Iglesia y el régimen de Franco, pero sí existía Geografía Humana en la península ibérica, que prácticamente era lo mismo. Asistí de oyente a ese curso y me entró mucho interés por los pueblos de Iberia, por lo que empecé a leer a Julio Caro Baroja y a informarme acerca de los pueblos del norte de la península, sobre todo sobre los vascos. Tras ello, me admitieron en la Universidad de Chicago en el programa de Antropología Social, y al que sería mi mentor le admitieron en Andalucia, íntimo amigo de Baroja, por lo que me ayudó y conseguí llegar a Etxalar, lugar donde hice un año de trabajo de campo, antes de ir a Aulesti. Así es como comenzó todo, ya que luego resultó que mi propia universidad en mi pueblo natal, Reno, en Nevada, decidió abrir un Centro de Estudios Vascos y me llamaron para dirigirlo. Así fue como fundé el programa de estudios vascos, que después se ha convertido en un centro de referencia.
Muchas de sus investigaciones giran en torno a la diáspora. ¿Cómo ha evolucionado la situación en los últimos años?
-Ya no hay una diáspora vasca, hay muchas y cada una tiene una particularidad dentro de cada nación anfitriona. Las colectividades son distintas. En Australia hay colectividades urbanas que persisten, al igual que en el oeste americano, en Sudámerica... Hay diásporas viejas, ya establecidas desde hace años, que llevan 500 años y que han tenido muchas generaciones de diáspora vasca. Ahora ya no hay una emigración masiva de gente pobre o de exiliados. Hoy hay nuevas diásporas en todas partes del mundo, pero la nueva está compuesta por gente que va en busca de puestos universitarioso a pasar un año viajando.
Ha cambiado totalmente.
-Sí. Ahora hay una nueva diáspora en Shanghái, ya que un grupo de Mondragón ha ido a montar su parque tecnológico allí. Pero sus intereses no son los mismos que los de un vasco de tercera generación que acude al club vasco de Reno en el que las actividades se basan en el mus y el folclore. Las nuevas emigraciones vascas no son tan folclóricas como las antiguas.
¿Cómo afecta la digitalización?
-Hay un nuevo mundo virtual en el que los vascos de todas las diásporas están conectados entre sí y con la tierra madre, Euskadi. Aunque hay que tener en cuenta que el consumo de la digitalización es más personal que colectivo. Si las antiguas diásporas se enfocaron en un local físico, en casa de alguien en la que se juntaban, hoy en día cada uno lo hace desde casa. La etnia vasca está compitiendo con todas las posibilidades en Internet. Eso de acceder a la red es más un fenómeno de los jóvenes que de gente de mi edad, aunque siempre hay excepciones.
Explíquese.
-La mayoría de vascos con guion no acude a los centros vascos, es la realidad. Pero hay un grupo a quien le importa mucho y dedican tiempo y recursos a ello. Se meten en Internet para seguir la política y la vida de Euskadi. Internet ha creado una red entre ellos, están en constante comunicación entre Buenos Aires, Sídney... Ha conseguido tejer una red entre las distintas diásporas. También ha sido un esfuerzo por parte del Gobierno vasco, que ha facilitado la conexión entre las colectividades diaspóricas. Los delegados de esos países han tenido la oportunidad de conocerse en el congreso de la semana pasada.
Y sigue evolucionando.
-Claro, muchas veces me preguntan: “¿Qué pasará de aquí a 50 años?”, y siempre digo que no sé, porque será la obra de los no nacidos. Si la abandonan, no existirá nada? Ellos van a crear la realidad diaspórica como sea. No es obra de nadie que viva ahora. Predecir qué será de las colectividades vascas en un futuro es imposible. Hay que tener en cuenta que el concepto de la diáspora vasca está centrado en Euskadi. Ellos nos se consideran vascos diaspóricos, sino vasco-americanos, vasco-argentinos... Se consideran más norteamericanos o argentinos que vascos.
¿Esa identidad se pierde de generación en generación?
-Ese es el peligro que hay, sí. Mantener la lengua de generación en generación es dificilísimo, porque no hay forma de practicarlo fuera de aquí. Si es difícil mantener el euskera aquí, en Argentina... Y por otro lado poco a poco los miembros de la diáspora se casan con no vascos;y van a escuelas en las que les enseñan toda una tradición que no tiene que ver con la vasca. Por eso, hay factores en todas las diásporas del mundo que, a la larga, erosionan la identidad vasca.