Madrid - La compañía propietaria del atunero Alakrana, de cuyo secuestro en el Índico se cumple un decenio, asegura que “en ningún momento” estuvieron en aguas somalíes ya que se encontraban a “360 millas de la costa”, en aguas internacionales, por lo que “no es cierto que infringiésemos las leyes marítimas”. Lo explica en una entrevista con Efeagro el consejero delegado de Echebastar, Kepa Etxebarria, cargo que también ostentaba el 2 de octubre de 2009 cuando un grupo de piratas raptó durante 47 días el barco con 36 tripulantes a bordo, lo que supuso un antes y un después en las medidas de seguridad de los buques.
Etxebarria rebate de este modo las informaciones que apuntaron a que el barco se encontraba dentro de la aguas nacionales de Somalia: “No era así”, entre otras cosas porque cada barco tiene una “caja azul” que transmite a las autoridades su posición GPS, de tal forma que, si se acercan a una “zona prohibida”, les avisan. El secuestro de Alakrana, con base en Bermeo, promovió la seguridad privada a bordo; fueron unas “medidas urgentes y extraordinarias” que no tenían precedente alguno en la “historia de la pesca a nivel mundial”, señala.
Surgieron de las reuniones que mantuvieron aquellos días con la Secretaría General de Pesca y el Ministerio de Defensa, para dar una “solución a un problema” que se veía necesaria tras el secuestro. “Lo extraño e innovador fue que el personal de seguridad operaba con armas militares a bordo de barcos civiles”, algo indispensable para que la “fuerza de respuesta” pudiera ser “equivalente” a la de los piratas, según Etxebarria. Esta medida se sumó a la misión militar Atalanta, de la Unión Europea (UE), en la que participa el Estado español y que vigila por mar y aire esta zona del Índico.
Riesgos “limitados” Ambas acciones siguen operativas y Etxebarria las defiende: “Hoy en día, operar en el Índico sin seguridad privada es inconcebible y Atalanta está haciendo un gran trabajo”. De hecho, cree que esa seguridad complementaria “es lo que está funcionando” para poder “operar con tranquilidad” en esas aguas y que los riesgos sean “muy limitados”. Los armadores valoran tanto Atalanta que Etxebarria confiesa sentir “miedo” cada vez que la UE tiene que renovarla presupuestariamente, por si decidiesen suprimirla. La seguridad a bordo es sufragada actualmente por cada armador y, en el caso de Echebastar, supone un desembolso que ronda los tres millones de euros anuales para dar cobertura a sus seis atuneros y los dos barcos de apoyo logístico con los que cuenta en la zona.
Tras este “lamentable suceso”, la compañía siguió hacia adelante para continuar escribiendo una historia que comenzó cuando en 1967, su abuelo Plácido Etxebarria, decidió crearla en Bermeo. Alakrana era el apodo por el que se conocía a Plácido y así decidieron bautizar uno de los buques que adquirieron en 2005, el que cuatro años más tarde protagonizaría uno de los secuestros de barcos más graves de España.
A día de hoy sigue faenando, tras marcar además el inicio de una nueva línea de negocio en la empresa: fue el primer barco de Echebastar con capacidad para ultracongelar el atún en alta mar. Etxebarria detalla que esa nueva forma de conservar el atún a bordo sirvió para que la empresa decidiese hace varios años no dedicarse sólo a pescar y vender a industrias conserveras, sino también a seleccionar parte del atún ultracongelado y venderlo directamente al consumidor final.
De hecho, este atún que por supuesto lleva el nombre comercial de Alakrana, puede comprarse ya a través de su página web. “Lo bonito de la historia es que ahora mismo el Alakrana no sólo es un barco con una historia y el mote del abuelo, sino que es también punta de lanza de nuestro mercado”, concluye Etxebarria. Juan Javier Ríos