Aunque sea uno de los grandes olvidados del verano, es un imprescindible a la hora de preparar el equipaje, sobre todo si el viajero padece alguna dolencia crónica o si se desplaza a lugares donde las condiciones sanitarias son precarias. Y es que resolver algunos de los pequeños percances médicos que se pueden sufrir cuando se pasan unos días fuera de casa depende de tener a mano las soluciones adecuadas. Sin embargo, un buen botiquín, surtido y que contemple distintas eventualidades, no es apto para un viajero que quiera ir ligero de equipaje.
Jon de Lahuerta, médico del Trabajo en IMQ Prevención, aclara que para ciertos desplazamientos “es importante viajar con un botiquín básico para afrontar cualquier eventualidad sanitaria. Su composición dependerá del tipo de viaje, duración y el destino elegido así como de la patología que tenga la persona que se desplace”.
Este especialista explica que han de contemplarse unas pautas básicas para el viaje. Así, puntualiza que las medicinas tienen que ir en la bolsa de viaje y no en el equipaje facturado. Asimismo, “los medicamentos tienen que estar debidamente etiquetados y llevar el prospecto y no hay que olvidar la medicación habitual junto con su historial médico (a ser posible en inglés si se viaja a otro país) donde conste las patologías y los medicamentos que habitualmente necesita, junto a su posología”.
De Lahuerta remata esas normas comunes recordando que los objetos cortantes como tijeras, pinzas, imperdibles, etc... no pueden ir en el equipaje de mano en la cabina de avión.
Cuidado con la diarrea
Cuando un viajero afronta un destino de dudosas condiciones higiénico sanitarias, este facultativo detalla un botiquín específico que ha de incluir “pastillas potabilizadoras de agua o lejía doméstica para la desinfección de alimentos (dosis recomendada por el fabricante); antidiarreicos y laxantes; gorro, pañuelo para el cuello o similar para la protección del polvo y arena en la boca; evitar, en lo posible picaduras e infecciones cutáneas con mosquiteras e incorporar alguna pomada con corticoide, antihistamínico y/o antibiótico”.
Además, el botiquín ha de incluir guantes desechables para reducir el riesgo de infección cuando se realice una cura, venda elástica, polvos antifúngicos y medicación antimalárica si se viaja a países donde la malaria es endémica.
Todo ello, sin olvidar que hay patologías crónicas que requieren cuidados específicos como la diabetes o determinadas alergias que implican ir provisto de fármacos y medicamentos muy concretos. En el caso de las personas diabéticas, Jon de Lahuerta describe un botiquín de viaje que ha de añadir a los elementos habituales “un medidor de glucosa, tiras y lancetas, baterías de repuesto; la medicación habitual (insulina y agujas, antidiabéticos orales...) en cantidad suficiente. En aquellas personas que utilicen set de infusión han de llevar consigo recambios más que suficientes y bolígrafos de insulina para utilizar en caso de tener problemas técnicos con el infusor.
Asimismo deben incorporar al set de viaje al menos dos kits de glucagón (al menos esos dos) y alimentos que contengan hidratos de carbono de absorción rápida como pueden ser zumos, bebidas azucaradas. También de absorción lenta (galletas, barritas), así como una tarjeta de identificación con los datos médicos completos (tipo de diabetes, tratamiento actualizado, teléfono de contacto, tarjeta sanitaria, etc.). “Esto es importante para que no le pongan pegas en los controles aduaneros de los aeropuertos”, dice.
En lo que concierne al botiquín del viajero alérgico, este debe incorporar “antihistamínicos orales, inhaladores/broncodilatadores, en caso de tener síntomas respiratorios asociados a la alergia, antihistamínicos tópicos a nivel ocular o nasal que reducen los síntomas a esos niveles y en personas que tengan reacciones alérgicas graves conocidas, adrenalina inyectable”.
Vendas y analgésicos
Todas estas especificidades vienen a sumarse a las características propias del botiquín básico del viajero, “indicado cuando visitamos zonas con farmacias y hospitales de fácil acceso”. Puntualiza el experto que han de llevarse “apósitos estériles, tiritas de varios tamaños, vendas, esparadrapo y otro material para realizar pequeñas curas y atender cortes, heridas y rozaduras. Además, se acompañará de tijeras, pinzas e imperdibles, considerando que los elementos punzantes o cortantes deben meterse en una maleta fuera de la cabina del avión”.
A ello hay que añadir elementos como toallitas húmedas; sales de rehidratación oral para tratar los trastornos digestivos y episodios de deshidratación leve provocadas por enfermedades diarreicas, considerando que los trastornos digestivos son comunes en estancias vacacionales. “El repelente de insectos es otro imprescindible, así como el termómetro eléctrico dado que los termómetros de mercurio están prohibidos en los aviones”.
Completan este botiquín de viaje habitual “el protector solar y gafas de sol, observando que el factor de protección no debe ser menor de 15”. Han de incluir productos para quemaduras solares. “Y recuerden que han de llevar mayor protección cuando se viaje a zonas tropicales, subtropicales, al mar o a la montaña”.
Todo ello sin olvidar productos como un antiséptico para desinfectar cortes y pequeñas heridas (antes de emplearlo lavar con agua y jabón) tipo povidona yodada, descongestionante nasal (con o sin antihistamínico); gotas oculares emolientes para conjuntivitis, enrojecimientos oculares, lagrimeo, analgésicos para el dolor leve-moderado y para la fiebre como el paracetamol.
“Es preferible evitar pastillas solubles o efervescentes. Además precisan agua para su toma que no siempre puede estar accesible o ser su toma segura”, afirma De Lahuerta. Y por supuesto, no olvide llevar antiinflamatorios básicos como el ibuprofeno, antiácidos y la medicación habitual.