donostia - A la hora de realizar el estudio, cuyo objetivo era “definir” una situación en la se extrae que los jóvenes viven peor que los mayores, algo que supone torpedear la linea de flotación de ese pacto entre generaciones que era posible con la situación inversa. Así, con el cuadro actual, Yanguas planteaba un pregunta abierta: “¿Es lícito pedir que nos cuiden?”

Para hacer el trabajo se han convocado grupos de personas mayores, adultas y jóvenes (principalmente en Gipuzkoa y Lleida) y se les han planteado preguntas para conocer cómo viven y qué esperan del futuro.

La muestra se ha realizado con jóvenes menores de 20 años, entre 20-30 años y entre 30 y 35 años, además de los adultos y los mayores, divididos estos entre los mayores - jóvenes (hasta los 75 años), y los mayores-mayores, de más de 80.

Aunque se puede hablar de diversidad entre los mayores- jóvenes, predomina la sensación de que “es su momento”, que les toca “descansar”, que buscan el don de “la eterna madurez”, que reconocen que “dejan un mundo complicado”, “rehusan empatizar” con los jóvenes (solo les animan a seguir) y no quieren hablar de fragilidad.

Los mayores-mayores hablan más fácil de recibir cuidados pero se constata un cambio importante, ya que muchos muestran su voluntad de que se dé “menos compromiso intrafamiliar” y ven con buenos ojos “externacionalizar” esos cuidados. Quieren “ser cuidados de forma distinta y no comprometer tanto a los hijos. No se sabe si porque creen que no va a haber respuesta o porque creen que eso debe ser así”.

Este grupo muestra mayor preocupación por los jóvenes, habla sin problemas de las pérdidas que han sufrido en la vida y manifiesta que el mayor dolor es el de la soledad.

Entre los jóvenes, “hay de todo”. Algunos se muestran más dispuestos a prestar cuidados “desde el buenismo”, sin conocer muy bien lo que ello conlleva, pero hay otros que no. Los más jóvenes lo ven lejos; los que tienen entre 25 y 35 años ya ven la realidad de la vida más complicada y en el grupo de mayor edad, afirmaba Yanguas, se han encontrado “de todo”: gente que se puede enfrentar a esa realidad y otros que han “llorado” de impotencia por que no pueden elegir su vida y sienten “que les hemos mentido”.

Las conclusiones del trabajo señalan que “hay una visión proteccionista sobre su propia vejez” entre los mayores-jóvenes “que habría que cambiar” para avanzar en la línea de la solidaridad. Entre los jóvenes se constata una sensación de que “lo que les va a ocurrir en el futuro no depende de ellos”. Yanguas ha observado “resignación, frustración y cabreo de gente que cree que es injusto que les pidamos reciprocar” cuando su situación es peor. - A.L.