Donostia - Fran está hecho polvo, tanto física como emocionalmente. Su cuerpo debe recuperarse de las heridas y su mente debe trabajar duro estos días para hacerse fuerte. No debe ser fácil asimilar que un pasajero de tren fuera de sí, a quien se conmina en diferentes ocasiones a deponer su actitud violenta, te arranque de cuajo un trozo de oreja. Fran tuvo que mediar porque el varón había reducido a dos ertzainas. El vigilante de seguridad, que en principio había llamado a la policía para calmar los ánimos, se vio obligado a intervenir, para recibir finalmente la dentellada.
El vigilante está acostumbrado a los desmanes de los usuarios, pero lo ocurrido el domingo en la estación de Adif de Lezo-Errenteria fue tal explosión de agresividad que tardará tiempo en olvidar. “Tiene el cuerpo hecho polvo y hoy (por ayer) debe ir a interponer la denuncia personalmente. En la empresa nadie le va a acompañar, y repasar todo lo ocurrido se hace muy duro, más aún cuando no cuentas con el respaldo necesario”. Fran ayer no estaba con cuerpo ni ganas para atender a este periódico y es Alfonso Hernández quien habla, compañero de trabajo del agredido, que también está de baja por las secuelas de otro altercado en el trabajo. Los empleados de empresas de seguridad están en el punto de mira. Los integrantes de este colectivo, con un sueldo base que no llega a los mil euros, saben que en cuanto se ponen el traje de faena corren peligro. “¿A nosotros quién nos protege?”, protestan, cansados de tanta conducta disruptiva.
El tren llegó a la estación de Adif de Lezo-Errenteria a las 15.15 horas del domingo. En él viajaba el arrestado, que se disponía a llegar hasta Irun. Los problemas comenzaron cuando el tren finalizó su trayecto y todo el mundo bajó. Todos, menos él. El maquinista revisó el interior del convoy y lo observó sentado. La comunicación entre ambos no fue fácil porque el usuario no hablaba castellano. Apenas chapurreaba inglés. La tensión va en aumento. A pesar de que la conversación no es ni mucho menos fluida, queda meridianamente claro que el pasajero no tiene ninguna intención de bajar.
Según testigos presenciales, “el maquinista se marchó y avisó al responsable de taquilla. Le dijo que había una persona que no hacía caso y este se lo comunicó a Fran, el vigilante de seguridad que en ese momento realizaba labor de custodia en la estación”. Tanto Fran como el responsable de taquilla comprueban que el pasajero porta un billete. Le dicen que no hay ningún problema, salvo que el tren ha llegado a su destino y que para continuar hasta Irun tiene que bajarse para hacer el trasbordo.
A partir de ahí, ante la insistencia para que cambie de andén, el hombre se enroca y comienza a mostrar un comportamiento más y más violento. “Fran actuó bien porque al ver su actitud le dijo al de taquilla que tenían que irse, que el pasajero no atendía a razones”, explica su compañero.
El vigilante, que trabaja para la empresa Prosetecnisa, que presta el servicio de seguridad en las estaciones de Adif en Gipuzkoa, llamó a la Ertzaintza. Poco después se personó una patrulla.
Dos agentes entraron al vagón, y volvió a repetirse la misma escena. Que debía bajar, y él, erre que erre, que de eso nada. “En el momento en el que los dos agentes le fueron a levantar del asiento para hacerle bajar se abalanzó sobre ellos, los redujo, y a uno le empezó a golpear”, según el relato de testigos presenciales.
Es en ese momento cuando Fran, discretamente apartado y adoptando un segundo plano para dejar actuar a los agentes, se ve obligado a intervenir para salir en defensa de los agentes. “El pasajero entonces se revolvió y le mordió la oreja, lo primero que pilló, como podía haber sido un ojo o la yugular. Lo podía haber matado. Daba igual. Estaba fuera de sí”.
El resultado de todo ello: además de la oreja afectada, marcas de dos dentelladas en el cuerpo que traspasaron su ropa de trabajo.
Poco después llegaron más patrullas. Según testigos presenciales, entre ocho ertzainas se las vieron y desearon para reducirlo y engrilletarlo. Un mando de la Ertzaintza llamó para agredecer la intervención del agente de seguridad, “porque si no llega a ser por él, a uno de los ertzainas lo mata”.
El vigilante de seguridad y los dos agentes tuvieron que ser atendidos en un centro sanitario. El agresor fue detenido por un delito de atentado contra agentes de la autoridad y lesiones, y ayer por la tarde pasó a disposición judicial.
UGT mostró su solidaridad con los ertzainas y el vigilante, y pidió que el ataque a este último sea considerado también como “agresión a agente de la autoridad”, según establece la Ley de Seguridad Privada.
Alfonso Hernández, con casi cuatro décadas de profesión a sus espaldas, aseguraba ayer que los epidios violentos en la zona de Errenteria son continuos. “No se puede generalizar. Los agresores responden a muchos perfiles, pero conviene señalar que vemos a muchos menores que esnifan cola, les da todo igual y arrementen con lo que pillan”.
A pesar del respaldo sindical mostrado por UGT, los vigilantes criticaron “la soledad” en la que se ven frecuentemente a la hora de interponer las denuncias. “Una empresa que no me defiende ante un ataque cuando estoy cuidando de sus bienes no me puede prohibir hablar de lo que me ha pasado. Si tú me defiendes y te personas en la vista oral, yo me callo, pero muchas veces pasa lo contrario. Esperemos que con Fran no ocurra lo mismo. Vive para contarlo porque si le ataca en otra zona vital no lo cuenta. Esperemos que la empresa responda, porque ha habido ocasiones en las que ni se presenta nuestro abogado”, denuncia Hernández, que aguarda para octubre el juicio que sentará en el banquillo de los acusados a la decena de personas que le “apalearon” en diciembre de 2016 en la calle Duque de Mandas de Donostia, cerca de la estación de tren.