donostia - Dos barcos pesqueros y tres buques de limpieza peinan desde septiembre 2016 las costas de Gipuzkoa, Bizkaia y Lapurdi en busca de basura marina. De momento, ya han retirado 40 toneladas pero, más allá del peso, a los expertos les ha alarmado un dato: “Estamos encontrando concentraciones muy elevadas de microplásticos en zonas muy costeras”, señala Oihane Cabezas, investigadora de Azti.

Este centro tecnológico, junto al Departamento de Medio Ambiente de la Diputación de Gipuzkoa y Surfrider Foundation Europe, entre otros organismos, está inmerso en el proyecto Life Lema, dotado con una inversión de 1,2 millones de euros procedentes de la Unión Europea. Esta iniciativa se extenderá hasta septiembre de 2019 y, aunque todavía no hay conclusiones, sí que se han empezado a obtener datos relevantes.

El primero, que el “problema está aquí” y no hay que irse lejos para encontrar plástico en el mar y es un hecho “alarmante” porque no debería estar en el agua. “Muchas veces pensamos que en Gipuzkoa no tenemos ese problema, porque vamos a las playas en verano y suelen estar limpias. Pero está ahí”, advierte Cabezas.

Aunque la contaminación marina sea mayor en otros lugares, no se puede obviar que esta plaga mundial también ha llegado al territorio y que la mayor fuente de contaminación, un 70%, viene siempre de tierra, es decir, de los humanos. “Eso es lo preocupante”, insiste. “El Mediterráneo podría estar más contaminado porque es más cerrado y hay mucha población que vive en la zona costera. Aquí hay un aporte (de basura) de tierra bastante importante, pero viene también del mar, del Atlántico, por ejemplo”, explica.

Las zonas con más basura En Gipuzkoa, este proyecto ha detectado varios puntos negros donde van a parar estos residuos. En concreto, existen zonas de acumulación de basura marina entre Pasaia y Hondarribia, en el área de Jaizkibel, “entre una y tres millas de distancia de la costa”, así como en Mutriku y en Zumaia, sobre todo en verano. “En el medio no se ve tanto, aunque ya hay, pero las zonas que nos han llamado la atención son esas”, señala la investigadora de Azti.

No obstante, la distribución de estas basuras “es muy temporal, cambia en función del mes y de si está muy cerca o más lejos de costa”. “Se mueven por las corrientes, el viento, las mareas... Hay muchos factores que afectan al movimiento. En verano se tiende a acumular y en invierno a ir hacia zonas más oceánicas, más hacia el norte”, explica.

Plástico terrestre Mientras Azti pesca basura en el mar, Surfrider Foundation Europe lo hace en varias playas del territorio, con cuatro recogidas anuales con voluntarios y alumnos de diferentes colegios. Las zonas elegidas son Agiti y cala Murgita en Donostia, Mutriku y Zumaia, puesto que vieron que presentaban problemas de acumulación de plásticos.

“La concentración de basura que grabó el surfista en el flysch no nos sorprendió demasiado porque sabemos que hay mucha en el mar. Por la orografía del lugar, en la bajamar se puede quedar ahí todo acumulado”, señala María Ballesteros, técnico de Surfrider participante en el proyecto Life Lema.

Los residuos que recogen los barcos que trabajan en esta iniciativa se llevan al laboratorio de Azti, donde se clasifican en grupos para conocer de dónde provienen y qué fuente los ha generado. “Mucho viene de tierra, es decir, en ítems, en unidades de plástico, la procedencia es más terrestre, pero la parte que viene del mar pesa más”, explica Oihane Cabezas.

En el caso de Gipuzkoa, esta basura que llega del propio mar suele proceder del Golfo de Bizkaia, aunque también se han encontrado etiquetados de Galicia y de Francia. Incluso, puede llegar del Atlántico norte, donde existe un “giro, un vórtice en el mar donde se acumula basura”. En el planeta hay cinco: en el Atlántico norte, otro en el sur, en el Índico y en el Pacífico norte y sur. Es lo que comúnmente se conoce como “islas de plástico”, aunque solo se suele hablar de la del Pacífico. “No hemos encontrado un plástico en Gipuzkoa que proceda de China. Es muy difícil porque los mares tienen sus limitaciones”, apunta Cabezas.

Tanto en el mar como en las playas, los que trabajan en este proyecto europeo se encuentran “de todo”, señala Ballesteros. “Este año hemos recogido un balde de pintura con percebes. ¿Cuánto tiempo tiene que llevar navegando para tener percebes?”, se pregunta Enrique Goenaga, patrón del Miren Argia, que el día 4 realizó su último trayecto, el número 100, capturando plásticos desde Hondarribia hasta Mutriku.

Al estómago del pez Su barco ha salido hasta ahora todos los días de la semana durante siete horas para peinar esta parte del Cantábrico. “Hay veces que no hemos localizado el plástico, porque hay mucho microplástico, que es imposible recoger y, además, no se ve. Cuando venía con nosotros el equipo de Azti traía una tela de cinco micras para capturarlo. Lo vi en el laboratorio y parece sal, es súper pequeño. El pez eso se lo come seguro y empieza por ahí la cadena”, asegura Goenaga. Así, el pez se come el plástico, los consumidores ese pez y esa basura marina acaba en el estómago de los guipuzcoanos.

Cuando arrancó la iniciativa Life Lema se pensó en recoger “cosas grandes” del mar, “basura pesada”, pero la que se están encontrando es más pequeña y mucho más difícil de capturar, apunta Ballesteros. “La idea del proyecto es recoger 100 toneladas de basura en tres años y, respecto a eso, vemos que hay menos de lo esperado. Pero estamos hablando de peso, no es que haya poca basura o menos de la esperada, sino que el peso es menor”, explica la técnico de Surfrider.

A esta misma conclusión ha llegado también la investigadora de Azti, que incide en que se han encontrado “concentraciones muy elevadas de microplásticos en zonas muy costeras”. “Estamos encontrando muchos ítems de microplásticos por kilómetro cuadrado, que puede estar un poco a la altura de lo que tienen en el Mediterráneo. Es alarmante, no pensaba que tuviéramos tanto”, insiste.

Pese a este dato nada esperanzador, los miembros del proyecto creen que se ha dado “un paso de gigante para empezar a trabajar en el tema de las basuras marinas, porque hasta ahora no se había hecho casi nada”. “Gracias a esta iniciativa hemos empezado a hablar de ello y a concienciar a la gente”, defiende Cabezas. En este sentido, Ballesteros asegura que cuando los alumnos de escuelas guipuzcoanas van a la playa a recoger plásticos “la concienciación da un salto”, puesto que es ahí donde realmente perciben la magnitud del problema. “En Gipuzkoa no nos salvamos, pero se están haciendo cosas y cada vez más para tratar de mitigar el problema”, concluye.