Valencia - La incógnita acerca del estatus y el destino que recibirán los 630 inmigrantes del Aquarius ha aflorado el primer enfrentamiento dialéctico entre la vicepresidenta del Ejecutivo valenciano, proclive a que se les trate como refugiados, y el Gobierno central, que apela al cumplimiento sin excepciones de la legalidad vigente para la inmigración irregular.
Todo parecía, el 11 de junio, la crónica de un éxito conjunto entre Administraciones gobernadas por partidos de la misma ideología: la Generalitat y el Ayuntamiento de Valencia se habían ofrecido para acoger al pasaje del Aquarius tras el rechazo de Italia y Malta, y apenas unas horas después el recién estrenado Ejecutivo de Pedro Sánchez asumía el reto humanitario y anunciaba que España les acogería a través del puerto de Valencia. Al día siguiente, la vicepresidenta y consellera de Igualdad y Políticas Inclusivas, Mónica Oltra, anunciaba que el Gobierno concedería el estatus de refugiado y de personas de acogida a esos inmigrantes por la situación “de emergencia y excepcionalidad”, al margen de la condición personal de cada uno de ellos.
Oltra hacía este anuncio citando el compromiso que habría adquirido la Delegación del Gobierno -en funciones y 3 días antes de que su titular fuera cesado por el nuevo Ejecutivo central- en la reunión de la comisión mixta para la atención y acogida de refugiados y desplazados, en la que se adoptaron las medidas del primer operativo de acogida que se les dispensaría y que fue bautizado como Operación Esperanza Mediterráneo.
“ciudad refugio” El balcón del Ayuntamiento de Valencia colgaba orgulloso una gran pancarta donde proclamaba al mundo que esta es una “Ciudad Refugio”, todo ello entre alabanzas a la decisión del Gobierno central. Sin embargo, el día 13 comenzaban ya los primeros problemas de coordinación a cuenta de la logística, concretamente dónde iba a atracar la flotilla compuesta por el Aquarius y dos barcos italianos. Desde el Ayuntamiento y la Generalitat se aseguraba que sería por la Marina, con epicentro en la antigua sede del equipo suizo de vela Alinghi como símbolo del cambio que suponía pasar de los “grandes fastos” de la época del PP. - Efe