Con 3 años, Nahia no quería ir al parque. “Que hay niños, ama”, decía. La primera vez que sus aitas escucharon esta frase les hizo gracia, sin embargo, con el paso de los meses se dieron cuenta de que la niña no se sentía cómoda con otros niños de su edad y que prefería estar en entornos seguros, como su casa, con su gente de confianza, todos adultos. Pronto la andereño de la ikastola solicitó una reunión para hablar de la niña. “No se relaciona con el resto de la clase y se percibe sufrimiento”, les comentó la docente a Ana y Kepa; les recomendó, incluso, asistir a un especialista. Acudieron durante un breve periodo de tiempo a un centro psicológico infantil, pero, siempre recelosos de este extremo, Kepa y Ana, sobre todo ella, optaron por tratar de ayudar a la niña en familia.
Su ama convirtió los cumpleaños de Nahia en los más divertidos de la clase; de hecho, todas las niñas contaban los días con emoción cuando se acercaba el 15 de enero; los fines de semana salían en cuadrilla con otras familias de la clase y poco a poco la niña se fue integrando en el grupo. Hoy en día, Nahia se siente cómoda y feliz con sus compañeras y amigas, pero, a sus 9 años, sigue sufriendo ansiedad ante situaciones nuevas y con gente que no conoce. “Solo pido una cosa, que no repita, eso sería durísimo para ella... para todos”, afirma su ama, Ana. El curso pasado, la andereño volvió a reunirse con los aitas. “La niña no termina de romper, no interviene en clase, se queda con las dudas y eso hace que se estanque en los estudios. Este año pasa a cuarto, pero muy justita”. Con el inicio del nuevo curso, Nahia ha comenzado a ir de nuevo al psicólogo.
“Mostrar timidez, en algunas ocasiones, es algo positivo porque, por ejemplo, en situaciones nuevas te permite primero observar, conocer las claves y luego actuar; lo problemático es si el niño o adolescente es tímido en muchas situaciones y se está perdiendo de aprender cosas nuevas y de tener un desarrollo óptimo”, sostiene Inés Monjas, investigadora del Departamento de Psicología de la Universidad de Valladolid y autora de los libros ¿Mi hijo es tímido? y La timidez en la infancia y adolescencia. No existen datos sobre la prevalencia de la timidez en la infancia y adolescencia, sin embargo, Monjas estima que “un 10% de los niños y adolescentes son tímidos y se retraen”.
El primer consejo es respetar los ritmos del menor. “Hay veces que son niños tímidos, pero cuando pasan de una etapa a otra se van abriendo más”. Otro importante: no poner etiquetas negativas, como “soso”, “rarito” o “especialito”. “Hay muchos niños tímidos que a partir de los 8 y 10 años pegan un cambio. Sin embargo, si en casa les han puesto etiquetas negativas y les ha recriminado la conducta, pueden continuar siendo tímidos durante más tiempo”, explica Monjas. La timidez comienza a ser un problema cuando el menor sufre ansiedad social y esta no se reduce con el tiempo. “El objetivo con estos niños es que aprendan habilidades sociales y que disminuya esa ansiedad, ese temor a relacionarse como los demás”. Y muchas veces la ayuda de la familia no basta.
“La timidez se convierte en un problema mayor cuando esas situaciones de miedo, de ansiedad social, se van haciendo más numerosas y con mayor grado de sufrimiento para el niño, en esos casos hay que buscar a un psicólogo clínico especialista en tratamiento de niños que le pueda ayudar, por un lado, a disminuir la ansiedad social que tiene y, por otro lado, a que vaya construyendo mejores habilidades sociales”, explica la psicóloga. La timidez está muy relacionada con la autoestima, la confianza y la seguridad. No hay que forzar al niño a hacer amigos, ni ponerle etiquetas, ni recordarle todo el tiempo lo tímido que es, ni compararle con otros niños extrovertidos, porque esto consigue el efecto contrario. “Los niños tímidos piensan que los demás son mejores que ellos, siempre están minusvalorándose o comparándose de forma desfavorable con respecto a otros”, sostiene la psicóloga e investigadora.
Es aconsejable provocar las relaciones con niños y con niñas que sean de su agrado. “Ahora mismo tenemos muchos hijos solos, una idea sería invitar a un compañero o a uno de sus mejores amigos a merendar o hacer una excursión con la familia”, aconseja Monjas. El objetivo final es lograr mejorar su autoestima y una mayor confianza en sí mismos. “El desarrollo evolutivo tiene diferentes ámbitos: el físico, el mental, el emocional y el social. Muchas veces, los padres nos preocupamos del desarrollo físico y del intelectual o académico, preguntamos mucho por las notas y los deberes, pero no preguntamos con quién ha estado en el recreo, quiénes son sus amigos, y resulta que ese desarrollo emocional y social es lo que va a ayudar al niño a tener una buena autoestima y un bienestar”, explica.
Vulnerabilidad En una sociedad que premia el “éxito social” y valora positivamente a la gente activa, decidida y divertida, las personas tímidas pueden ver incrementada su ansiedad. “Hoy en día es importantísima la sociabilidad. Antes se podían tener pocos amigos, pero ahora importa muchísimo tener muchas relaciones, tener muchos grupos de WhatsApp, tener redes sociales y que te pongan muchos likes. Aunque eso no sea algo muy relevante para los adultos, para los niños y adolescentes sí lo es, ellos no diferencian entre el mundo presencial y el mundo virtual. Ahora mismo ya estamos hablando de sociabilidad on line”, asegura Monjas.
Asimismo, la psicóloga alerta de otro aspecto negativo: “Son más vulnerables a sufrir bullying porque son menos hábiles socialmente, porque tienen menos amigos, porque no van a chivarse a los profesores porque tampoco hablan mucho con ellos. Un niño tímido se está poniendo en una situación de vulnerabilidad para muchas cosas”.
¿Son los niños tímidos menos felices? “Depende del grado de ansiedad y de incomodidad que sienta. En primer lugar, hay que diferenciar entre la timidez como tal y los niños que son menos sociables, que pueden estar horas haciendo un puzle ellos solos y están tan contentos. La clave está en la ansiedad”, responde Monjas.