Bilbao - La tristeza generalizada y la rabia contenida protagonizaron ayer la despedida a Rafael y Lucía, el matrimonio de octogenarios asesinado el pasado jueves en Otxarkoaga con la implicación de tres menores de edad. La iglesia Santos Justo y Pastor, la parroquia del barrio, no pudo acoger a todos aquellos allegados y vecinos que se acercaron al oficio, que vivió su momento más emotivo cuando una de la nietas, Lorena, dedicó una palabras a sus abuelos. Mientras tanto, en la plaza Kepa Enbeita, la certidumbre y el reclamo de que merecían otro final se entretejió con la sensación de que el trágico suceso podía haberse evitado si se hubieran tomado cartas en el asunto antes.

Fue hacia el final del funeral cuando Lorena tomó la palabra y agradeció a sus abuelos todo lo que le dieron, los valores y la educación inculcados. E incluso el haber dado la vida a su madre. El sentido homenaje a la súbita y desgarradora pérdida de sus abuelos tuvo lugar mientras los presentes, muchos de los que no controlaron las lágrimas, guardaban un silencio sepulcral. Minutos después de que comenzara el oficio, a las 18.00 horas, el sacerdote del barrio, Joseba Segura, pronunció una significativa homilía en la que trató de ofrecer a los presentes “algo de paz en medio de la rabia”.

El párroco mostró su “incredulidad” por las circunstancias del fallecimiento de Rafael y Lucía. “No debían haber vivido esto”, aseguró Joseba Segura, quien indicó que en Otxarkoaga se han vivido muchas desgracias, pero nada similar a lo acaecido el último jueves cuando el matrimonio, muy conocido en el barrio, fue brutalmente golpeado en su domicilio. El párroco señaló que se trata de una “muerte incomprensible, de carácter absurdo”. Y en ese sentido, aludió a la importancia de que se conozca la identidad de los autores, lo que otorga “cierta paz”; ya que de lo contrario, sería aún “más angustioso”.

Joseba Segura no evitó hablar de la responsabilidad de lo ocurrido al saber que quienes perpetraron el crimen son menores de 14 años, con la complicidad de un tercer menor de 16 años. “¿Qué está pasando?”, se preguntó el párroco, quien aludió al cambio de valores en una sociedad en la que los niños juegan a videojuegos y navegan en Internet sin ninguna supervisión. Pero en la responsabilidad de los hechos, el sacerdote no olvidó mencionar a los familiares de los jóvenes, a su entorno social “violento y amoral”. Y también apeló a la responsabilidad de las autoridades, que “deben reflexionar” sobre lo ocurrido.

Indignación El párroco señaló que unas muertes sucedidas en circunstancias de tal gravedad dejan sin habla. Sin embargo, en la plaza Kepa Enbeita, donde se ubica el negocio familiar de pinturas regentado por la hija de Rafael y Lucía hasta hace poco, los vecinos no querían guardar silencio. No había forma de sosegar la indignación por lo sucedido. “Ahora hay que mirar hacia atrás cada vez que se sale de la caja de ahorros. Estamos con los nervios a flor de piel”, aseguraba Mari Carmen Castaño, vecina del barrio hasta que se casó y se trasladó a Santutxu. “Tengo dos tías mayores y siento miedo por ellas”, señaló esta bilbaína poco antes de entrar a la iglesia.

Tanto dentro y como fuera del templo fue más que constatable una realidad que los vecinos llevan tiempo recalcando: la población del barrio, obrero en sus orígenes, está muy envejecida. “La gente mayor no quiere salir de casa, ni siquiera quieren abrir las ventanas”, señalaba José Luis, un vecino que no ha querido contar a su madre, de 87 años, lo ocurrido. “Ahora que estábamos empezando a perder la fama que teníamos en los años 80”, se lamentó este bilbaíno, vecino de la hija y el yerno del matrimonio asesinado.

Lo mismo consideró Mari Carmen: “Nos ponen una etiqueta, como si fuéramos la peste”, señaló esta vecina, quien sin embargo, muestra su orgullo por sus orígenes allá donde va. “Siempre hemos tenido muy buena convivencia con los gitanos”, aseguró. María Isabel Pérez, junto a Pako, María José y otros presentes que prefirieron no identificarse corroboró sus palabras. No obstante, señalaron que en los últimos años la buena sintonía en el barrio se ha roto debido a “varias familias llegadas del entorno de Ollerías y Cortes” de donde, aseguran, procedían los autores del crimen. “Esas familias tiene que desaparecer de Otxarkoaga”, sentenciaron.

De hecho, los vecinos reivindicaron que los menores “estaban en busca y captura” debido a diferentes fechorías cometidas con anterioridad; por ello, tienen la certeza de que el doble asesinato podía haberse evitado. En ese sentido, apelaron a la responsabilidad de las autoridades, representadas en el funeral a través del concejal Asier Abaunza. “Ahora nos ponen mucha policía, ¿pero mañana qué va a pasar?”, se preguntó José Luis, mientras María Isabel alegaba que los mismos que cometieron el atroz crimen robaron a su hermano.