Llega Olentzero y con él, como todos los años, la polémica por el sexismo en los juguetes. Las familias vascas buscan que esa mañana en la que los pequeños -y no tan pequeños- de la casa salen de la cama disparados hacia el árbol para desenvolver los regalos sea lo más idílica posible y, para muchas madres y padres, esto pasa por dejar al otro lado de la puerta los estereotipos sociales en lo referente al juego infantil.
Ciertamente, ningún juguete es sexista de por sí, por lo que el debate se centra en la forma de exponerlo o de promocionarlo: en el catálogo. Esta etiqueta viene a otorgarse cuando el inventario reproduce parcial o totalmente los estereotipos sociales; es decir, cuando las muñecas, los carritos y las cocinitas aparecen en las páginas rosas entre decenas de niñas sonrientes y los camiones, los superhéroes y los balones de fútbol junto a niños, en las páginas azules.
Un ejemplo actual de este tipo de catálogos sería el ejemplar de Hipercor, contra el que este año las redes han volcado sus quejas: aunque con contadas excepciones -algunos niños jugando con cocinitas o alguna niña disfrazada de bombera-, la mayor parte de su catálogo sigue la pauta descrita anteriormente. El año pasado, en cambio, las protestas se centraron contra compañías como Lidl o Carrefour.
Una de las críticas más feroces de este año se ha ensañado con Nenuco. Bajo el lema Nenuco, los papás también cuidan. No más catálogos sexistas por Navidad, la asociación Mujeres en Lucha ha recabado en un mes el apoyo de unas 60.000 personas a través de la plataforma Change.org. “Hay cosas que se repiten todos los diciembres: las luces navideñas, los polvorones, el turrón? Y los catálogos de juguetes machistas”.
Esta asociación indica que en la página web de Nenuco -perteneciente a Famosa- solo aparecen niñas cuidando de los bebés y que de las 100 entradas de Facebook que han contabilizado únicamente en dos de ellas hay niños presentes. “Es increíble que una marca como Nenuco siga representando a las niñas como las únicas responsables del cuidado de sus muñecos. ¿Qué imagen queremos transmitir a las próximas generaciones?”, denuncian.
Un ejemplo de cómo intentar romper los estereotipos en este ámbito son los catálogos de la cadena de jugueterías Toy Planet, en los que tanto las niñas como los niños se cuelan por todas las secciones del inventario. La empresa española arrancó esta iniciativa contra el sexismo en 2014 y en 2016 dio un paso más, visibilizando diferentes disfuncionalidades como el síndrome de Down.
Cada año son más tanto las iniciativas de denuncia contra el sexismo de los catálogos de juguetería infantil como de elaboración de inventarios que tratan de mostrar una mayor diversidad en sus escaparates. Sin embargo, detrás de todo esto, ¿hay diferencias sexuales más allá de los estereotipos sociales?
“Fuera aparte de los factores culturales, también existen claros agentes biológicos -celulares, genéticos, hormonales, neurológicos, etc.- que configuran y conforman el soporte básico de lo que cada uno será y eso incluye el juego infantil”, indica José Luis Beiztegui, sexólogo del centro de atención a la pareja Biko Arloak y miembro de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS). Para ello, se apoya en dos experimentos publicados en las revistas Evolution and Human Behavior y en Hormones and behaviour, en 2002 y 2008, respectivamente.
Monos juguetones En el primero, ante 44 monos verdes macho y 44 monos verdes hembra se presentaron dos juguetes estereotípicamente masculinos (una pelota y coche de policía), dos juguetes estereotípicamente femeninos (una muñeca y una olla de cocina) y dos juguetes neutros (un libro ilustrado y un perro de peluche). Los datos demostraron que los monos verdes macho expresaron un interés significativamente mayor en los juguetes estereotipados como masculinos y las monas verdes mostraron un interés significativamente mayor en los juguetes estereotipados como femeninos. En cuanto a los juguetes neutrales, ninguno de los dos sexos difirieron en su preferencia.
Replicando el experimento anterior, el segundo investigó las preferencias que mostraban 34 monos y monas macacos Rhesus jóvenes (de 1 a 4 años de edad) por juguetes estereotípicamente masculinos (vagón, camión y automóvil) y estereotípicamente femeninos (juguetes de peluche). Los resultados fueron similares, pero con matices en lo que a plasticidad lúdica se refiere: ellas se adaptaban mejor a cualquier juguete.
Beiztegui destaca que en ninguno de los dos experimentos los monos habían sido previamente socializados por los humanos y ni tampoco habían visto esos juguetes en sus vidas. “Y sin embargo no solo los monos machos y hembras mostraban la misma preferencia sexual por los juguetes, sino que la forma en que jugaban con estos juguetes también era idéntica a la de los niños y niñas”.
De estos dos estudios se infieren dos conclusiones principales. La primera, que lo que hace a un juguete más femenino o más masculino no son tan solo los estereotipos sociales, sino también algo innato que atrae a niños y niñas hacia diferentes tipos de juguetes. Y segundo, que hay ciertos aspectos específicos de los objetos que atraen a los sexos y que estos aspectos pueden estar relacionados con las funciones masculinas y femeninas tradicionales que se remontan a los albores de la especie.
Si en vez de fijarnos en los monos se prefiere estudiar a los seres humanos, Beiztegui invita a que se observe cómo juegan “al mundo” grupos de niños y de niñas en cualquier casa, patio o parque. Y es que el principal matiz es cómo juegan al mundo y no a qué juegan del mundo. “Es decir, da igual que se le dé a un niño una muñeca o una caja vacía de paracetamol, porque los juguetes no se prefieren en cuanto tal, en cuanto a los códigos simbólicos inherentes a ellos mismos, sino que son los preferidos en cuanto a las posibilidades interactivas y dialógicas que emergen de ellos y de sus características propias”.
Aunque las razones específicas detrás de las preferencias de juego aún no se han determinado, los machos -humanos incluidos- parecen haber evolucionado en sus preferencias hacia los objetos que invitan al movimiento, mientras que las hembras -humanas también- buscan empatizar y crear vínculos afectivos con dichos objetos. De ahí que ellos suelan preferir el vagón con ruedas, el coche y el camión y ellas la muñeca. “Pero pongamos ruedas a la muñeca y los resultados del estudio se habrían modificado completamente”.
Aparte de una realidad tangible, Beiztegui asegura que esto no supone ningún contratiempo a la hora de elegir los regalos. Es más, en cierto modo lo ve como una forma para quitar un peso de encima a las familias. “Cada niño y niña jugará como le dé la gana, dirigido tan solo por su programa interno de juego y relación con el mundo. Más hacia allí o más hacia acá, pero eso es lo que hará”.
Para Beiztegui cabe todo: niño con muñeca y niña con espadón, niño disfrazado de drag queen y niña camionera conductora de trailer; pero también, cómo no, niña mesando los cabellos de su muñeca y niño despendolado con su coche de policía capturando a malos. “Cada uno expresará lo que es y siente y educar a través del juego tan solo es eso: posibilitar que cada niño y niña sea lo que quiera ser y se relacione con sus juguetes como solo él sabe, siente y quiere”. Moraleja: no se complique la vida y regálele lo que le pida.