En vísperas de la celebración este domingo del Día internacional del euskera; y a las puertas del año 2018, cuando se cumplirá medio siglo de la proclamación a los cuatro vientos del batua, la Fundación Sabino Arana presentaba ayer un número especial de la revista Hermes que recoge en 142 páginas las reflexiones, consejos y sugerencias ante los retos de la lengua vasca de 35 personas, algunas de ellas con mando en plaza como los responsables de Política Lingüística en las tres demarcaciones administrativas del euskera.
Decía por ejemplo Bingen Zupiria (Gobierno Vasco) que si bien la evolución del euskera a lo largo de las últimas décadas “ha sido excepcional” y “ha situado a nuestra lengua ante una nueva realidad” es necesario que tanto las instituciones como los agentes que constituyen el universo euskaldun sean capaces de generar condiciones para facilitar el uso del euskera en todos los ámbitos. Para ello, insistió el consejero de Cultura y Política Lingüística, es imprescindible “la complicidad”, el trabajo en común y el compromiso.
Ahí está la flamante iniciativa Euskaraldia que busca la implicación de personas e instituciones para que apadrinen 11 días en euskera. Esta dinámica se desarrollará el curso que viene por estas fechas (entre el 23 de noviembre y el 3 de diciembre) y se presenta ya como una nueva forma de abordar la normalización lingüística a pie de calle. Según datos aportados por Alberto Barandiaran, director de Hekimen (plataforma de medios de comunicación) únicamente el 16% de la población vascoparlante vive verdaderamente en euskera su día a día: en casa, en el trabajo, en la calle...
El desafío pasa por abrir ventanas para que vivir en euskera pueda ser una realidad diaria. En los comercios, en las relaciones ciudadanas con la Administración, en los estudios, en el tiempo de ocio,? Como resumía Andrés Urrutia, presidente de Euskaltzaindia, “hay que pasar de las palabras a los hechos”.
¿Lengua decorativa? Así lo entiende también el televisivo Kike Amonarriz (sociolingüista de formación) quien sostiene que los próximos años pueden ser trascendentales para el futuro del euskera y traslada a la sociedad en general -y a las instituciones en particular- la necesidad de activar una serie de “palancas” que ayuden al euskera a continuar por la senda marcada y a robustecer su cuerpo. De lo contrario, teme Amonarriz, si el empleo oral y escrito del euskera se estanca, “la generación que nazca de aquí a unas décadas, verá que sus padres y madres conocen el euskera pero que no lo usan, con lo cual el euskera les parecerá una lengua decorativa e inútil, como hoy ocurre en Irlanda con el gaélico irlandés, lengua oficial de la república, dicho sea de paso”, ilustraba.