Iruñea - La víctima de la violación de Sanfermines del 7 de julio de 2016 no resquebrajó su denuncia y reafirmó que fue violada por los cinco acusados que la sorprendieron en un lugar aislado y con una clara superioridad numérica. Sería una agresión sexual con una intimidación especial ya que la chica, madrileña y que ha cumplido 20 años, no opuso resistencia física o verbalmente a la agresión como suele ocurrir en ciertos casos de índole similar sino que adoptó una posición pasiva, “de sometimiento”.
Vino a decir que lo que hizo fue una sumisión total a la voluntad de lo que los procesados querían hacer con ella, porque cuando se vio en aquel lugar, “donde pensaba que entrábamos a fumar unos porros”, le resultó tan inesperada la situación que se quedó completamente bloqueada. “Solo quería que acabara cuanto antes”, declaró ayer ante el tribunal que juzga a los cinco sevillanos, que se enfrentan a penas de entre 22 y 25 años de cárcel por los delitos de agresión sexual, robo con violencia y contra la intimidad.
La denunciante no relató una situación de violencia específica -esa falta de oposición y resistencia ya era reflejada por el juez instructor, que abundaba en que su rol era pasivo y de sometimiento ante los hechos- y, por ello, declaró que no había sufrido unos daños físicos como tal. También manifestó que al acceder al portal le pidieron que se callara y que fueron avanzando hasta un rellano, subiendo unas escaleras, al fondo del pasillo, y que allí fue donde se encontró “sorprendida, porque yo no quería tener relaciones con ellos”.
Desmintió que supiera que la estaban grabando, “no tenía ninguna conciencia de ello”. En ningún momento refirió que hubieran mantenido conversaciones en torno a temas sexuales, como manifiestan los acusados que les había dicho en un primer momento cuando la conocieron en la plaza del Castillo.
La chica volvió a relatar, con preguntas de todas las partes y sin que fuera necesaria la exposición de los vídeos que los procesados grabaron de los hechos, que había llegado a lo largo del día desde Madrid con un amigo, que aparcaron en Lezkairu, disfrutaron de la tarde como un buen día de fiesta y que, tras marcharse su amigo a dormir al coche, se había quedado con otros conocidos y que, al conocer a los acusados, era cuando descansaba en un banco de la céntrica plaza.
Recordó el recorrido que pudieron realizar hasta el portal y confirmó que no constituían un grupo como tal, sino que iban disgregados y ella se encontraba más retrasada, en compañía de uno de los encausados, mientras otros tres caminaban por delante y entraron a un hotel (Europa) a pedir una habitación, según ellos, “para follar”. “Yo estaba más alejada y no sé lo que le decían al de seguridad. Creía que buscaban una habitación para no dormir en el coche”.
En tratamiento psicológico La joven declaró como testigo por espacio de cuatro horas con especial naturalidad, manifestó que persiste en tratamiento psicológico en un centro de Madrid que atiende a víctimas de delitos de agresiones sexuales e incluso trató de facilitar al tribunal un informe de las últimas atenciones que había recibido, si bien la Sala le advirtió que como testigo no podía proceder de ese modo y que el material que quisiera aportar lo tenía que hacer a través de su representación letrada.
Uno de los magistrados del tribunal, Ricardo González, le cuestionó al final del interrogatorio si había hecho algo para que los acusados supieran que la estaban sometiendo y agrediendo. La joven, en la línea que mantuvo durante la declaración, señaló su estado de “shock” y su permisividad para que acabara cuanto antes.
Tras acceder al edificio en un coche de la Policía Municipal con las lunas tintadas directamente al garaje de la Audiencia para salvaguardar su intimidad -y evitar de paso a los numerosos periodistas que un día más esperaban agolpados a las puertas del edificio judicial-, la denunciante, que estuvo durante las casi cuatro horas que duró su declaración serena y espontánea, fue conducida a la sala del juicio y a las diez en punto, la hora señalada, un funcionario salió al pasillo para pedir que entraran los letrados, que esperaban separados de la prensa tras un cordón policial.
El testimonio de la joven madrileña se demoró porque a los pocos minutos de empezar la vista el tribunal decidió hacer un receso para deliberar sobre la conveniencia de que la joven viera durante su comparecencia los vídeos que grabaron los acusados, algo a lo que se opuso la fiscalía.