En la década de los 90, las calles de Reikiavik, capital de Islandia, ofrecían imágenes repletas de jóvenes borrachos, fumando y bebiendo. Hoy, a ese escenario se le ha dado la vuelta como un calcetín, e Islandia ha logrado casi erradicar el consumo de sustancias adictivas entre sus adolescentes. Por eso, Euskadi se ha fijado en este modelo para reducir los consumos problemáticos del alcohol, el tabaco o el cannabis entre los más jóvenes. Una receta expuesta en una jornada sobre prevención de adicciones que reunió ayer a profesionales y expertos vascos e islandeses. Porque la CAV ha reducido la incidencia del tabaquismo, pero asiste con preocupación a consumos masivos de alcohol entre menores que provocan hasta 500 ingresos al año como consecuencia de comas etílicos.
El milagro lo explicó Jón Sigfússon, director del Centro Islandés para la Investigación y el Análisis Social, y responsable del programa Youth in Iceland (Juventud en Islandia). El país nórdico ha pasado de tocar techo en consumos de alcohol, tabaco y drogas prohibidas entre adolescentes, a situarse en el furgón de cola. El porcentaje de jóvenes de 15 y 16 años que se emborracharon pasó del 42% en 1998, al 5% en 2016; el de chicos que probaron la marihuana alguna vez en su vida cayó del 17% al 7%, y el de adolescentes que fuman tabaco diariamente se rebajó del 23% al 3%.
Gran parte de las razones de este éxito hay que buscarlas en el programa Youth in Iceland, que se puso en marcha en 1998. Gracias a sus contundentes resultados, cada vez se aplica en más países y municipios. En el Estado español ha copiado algunas de sus líneas maestras la ciudad de Tarragona.
El modelo islandés resulta, a todas luces, demasiado drástico para Euskadi ya que el plan diseñado se combina con fuertes restricciones. Así, en 2002 se prohibió que los menores de 12 años y los adolescentes de 13 a 16 años anduvieran solos por la calle después de las ocho y las diez de la noche, respectivamente, permiso que se alarga hasta la medianoche en verano. También han subido la edad adulta de 16 a 18 años para consumo de tabaco, a 20 años para la ingesta de alcohol y el acceso a estos productos en las tiendas es muy limitado.
Pero ¿cómo logró transformar los hábitos de sus adolescentes un territorio de apenas 300.000 habitantes? Fundamentalmente, con investigación -averiguando las preocupaciones de los adolescentes- e inversión para ofrecerles actividades alternativas. En opinión de Sigfússon, “no basta con explicar a los niños lo negativo de las drogas, sino que es necesaria la implicación de los padres y de las instituciones”. Y además “hay que empezar muy pronto, con ocho años porque con 13 o 14 ya llegamos tarde”.
El cambió no sucedió de un día para otro. Primero se preguntó a los jóvenes sobre su vida, su dieta, o sus hábitos para saber con qué trabajar. El paso siguiente fue analizar esos informes con las escuelas, las comunidades y los municipios, para identificar los factores de riesgo. Así, los estudios mostraron que la mayor participación en actividades extraescolares y el aumento del tiempo pasado con los padres disminuían el riesgo de consumir alcohol y otras sustancias. “El tiempo con los padres es decisivo. Los responsables no son los niños, sino nosotros, los adultos”.
Como respuesta, Islandia incrementó los fondos destinados a actividades para adolescentes, como deportes, música, teatro y danza. Así, por ejemplo una ciudad como Reikiavik, de 120.000 habitantes, destina el 7% de su presupuesto, 10 millones de euros, a fomentar el ocio entre jóvenes. Se apoya a las organizaciones de chavales y han creado el llamado carné de ocio para jóvenes que ofrece hasta 430 cursos diferentes.
Reflexiones, todas ellas, de una jornada que inauguró el lehendakari, recordando que ya en 1988, Euskadi aprobó su primera Ley de Drogodependencias, con sucesivos planes de adicciones. Este verano se aprobó el séptimo, cuyo propósito es disminuir el consumo de sustancias adictivas y que incluye formar a más de mil profesionales para afrontar el problema. Urkullu destacó asimismo la importancia del trabajo coordinado en red entre agentes e instituciones para abordar la prevención de las adicciones, “situando como colectivos prioritarios a los menores de edad y las personas socialmente más vulnerables”.