Donostia - Un día después de conocer el fallo del jurado, los sentimientos siguen a flor de piel, aunque Itziar muestra una entereza encomiable. El asesinato de Julen a manos de su padre ocurrió dos meses antes del conocido como caso José Bretón. Aquellos días, Itziar y su marido, que acaba de ingresar en prisión, siguieron la noticia por televisión. Tiene ganas de decir la verdad. “Ahora que sé que está en la cárcel de Martutene, tengo que empezar de cero. Mis hijos comenzarán otra vida sin escoltas, sin mirar hacia atrás y sin miedo a ir a por el pan”, se sincera Loinaz.

¿Se siente hoy más libre?

-Me costará volver al centro de Donostia, pero son dificultades que iré superando poco a poco. Después de vivir cinco años y medio con escoltas, te acostumbras a sentirte arropada, y pensar ahora la vida sin ellos, por un lado me hace sentirme más libre, pero también me genera cierto agobio e inquietud.

¿Desde cuándo vivía con escolta?

-Desde el mismo día en que dio señales de vida una vez que desapareció tras matar a Julen. En 2013 había sido condenado por coacciones...

La declaración de Luis Serrano en el juicio no pareció convencer...

-Siempre ha sido muy manipulador. Siempre había que hacer lo que él quería, porque sabía muy bien cómo machacarte psicológicamente. Estuve casi 20 años viviendo con él. Había familiares que me lo decían, pero cuando estás enamorada de una persona es difícil darse cuenta.

¿Los problemas con el juego fueron el detonante del divorcio?

-Aquello ya fue la gota que colmó el vaso, pero había mucho más que eso. No me gustaba cómo trataba a los niños, no me gustaba cómo me trataba a mí. Había muchas cosas que no aguantaba, lo hablé con él y me decía que iba a cambiar, pero a la mínima, en cuanto te dabas la vuelta, seguía igual. Cuando me enteré de las pérdidas con el juego fue cuando dije se acabó.

¿Y él no lo supo aceptar?

-No. Me dijo que no iba a jugar más, pero a la semana siguiente volví a mirar los extractos y se había gastado 12.000 euros en una semana, mientras yo no les podía comprar pantalones a los niños. Tengo la RGI embargada desde hace meses, y debo afrontar las deudas que ha dejado él. Hay quien me ha dado ropa, otros comida. Gracias a que tengo una familia que es una piña hemos podido ir saliendo adelante poco a poco. Hasta los helados del bar en el que trabajábamos nos hacía pagar. No le importaba nada que fueran para sus hijos.

El veredicto del jurado no pudo ser más rotundo. Su hijo fue asesinado por su ex marido para vengarse de usted. ¿Cómo se siente?

-Es algo que tengo que ir asimilando. Lo único que quería oír es que era culpable. Ya está por fin en la cárcel, es algo que él se ha buscado.

¿Ha hecho partícipes a sus hijos durante estos cinco años y medio de todo lo ocurrido?

-Jamás les he contado nada. Siempre les he dicho que hasta que no tuviera el veredicto no les podía decir si era culpable o inocente. Ahora les puedo ir explicando poco a poco lo que ha sucedido, con la ayuda de los psicólogos, porque los siguen necesitando, al igual que yo. A partir de ahora deberemos afrontar una nueva etapa. Mi vida va a tener que empezar de cero, por ejemplo, ganando en valentía a la hora de ir a los sitios yo sola. Necesito estar tranquila, y ver que mis hijos se pueden ir a andar en bici.

¿Se ha llegado a cruzar con su ex marido por la calle estos años atrás?

-Sí. Lo vi en la calle San Martín y me descoloqué. Le miré al escolta y me confirmó que era él, que siguiera para adelante. Durante aquellos instantes el cuerpo dejó de ser mío y después de doblar la esquina me tuve que parar porque no me sostenían las piernas. Tuve que coger fuerzas.

¿Qué pensaba cuando inicialmente se barajó como hipótesis más probable el suicidio?

-Nunca me lo he creído, porque mi niño nos adoraba. Era encantador. Sonreía mucho y era muy feliz. Era muy fácil de llevar. Ahora mismo lo que más echo de menos son sus abrazos, siempre tan especiales. Te agarraba y te daba unas palmaditas en la espalda (se emociona...). Yo le decía, eso eso, que no me falten nunca... (rompe a llorar). Era muy mimoso, era mi confidente. Cuando se le caía un diente a uno de sus hermanos, él pasaba por la juguetería y compraba algo. Estaba muy implicado con sus hermanos. Jamás se me ocurrió pensar que mi hijo se podía haber suicidado...

Luego tomó fuerza la hipótesis del accidente...

-Tampoco me creí lo de las dichosas huchas, ya que mi hijo sabía perfectamente que estaban vacías. Las otras huchas, las que tenían dinero, estaban en casa de mi madre.

¿No tiene la sensación de que todo fue mucho más sencillo de lo que parece?

-Mi exmarido ha sido toda la vida un mentiroso compulsivo. Ante cualquier marrón que podía ocurrir él siempre daba a la gente mi número de teléfono, y yo tenía que responsabilizarme de cuestiones que ni siquiera sabía de qué iban. Siempre le han sacado de todos los marrones. Nunca ha sabido responsabilizarse de sus problemas. Cuántas veces me robaron fruta en la primera tienda que tuvimos y él, como si nada. Decía que no me preocupara, pero se enfurecía si a él le cogían una sola manzana. Eran situaciones sorprendentes.

¿No supo cuidar de sus hijos?

-Siempre ha mirado por él. Aparecía con unas zapatillas de más de cien euros pero no era capaz de comprárselas a los niños.

¿Sospechó alguna vez que pudiera llegar tan lejos?

-No. Dos meses antes de lo ocurrido recuerdo que se conoció el caso de José Bretón. Seguimos con mucha atención la investigación. Siempre decía yo: los niños no se tocan, y él repetía que por supuesto que no, que los niños no se tocan... ¿y al final qué? Al final me tocó. Me acuerdo de esos meses porque hablábamos sobre la inocencia de los pequeños. Me parece muy cruel que toda esa ira se vuelque en personitas con toda la vida por delante. El inmaduro es el adulto, pero mira lo que ha hecho él...Yo me ponía en el pellejo de la madre de Ruth y José y decía, buff, le faltan los dos hijos, qué mal lo estará pasando. Y de repente te toca a ti, y dices: ahora sé lo que siente esa mujer. Más dolor es imposible. En ese momento, te matan, te destrozan. Son personas muy crueles que no saben afrontar las situaciones y son capaces de acabar con sus propios hijos. Yo estuve con él veinte años. Estaba enamorada hasta que se me cayó la venda.