Hay niñas con pene y niños con vulva. Así de sencillo. Sin darle más vueltas. Sin más literatura. Ese fue el potente y transgresor mensaje que lanzó a principios de año Chrysallis Euskal Herria a través de una campaña publicitaria. En ella aparecían ilustrados cuatro menores cuya identidad sexual no estaba determinada por lo que les colgaba o no entre las piernas, sino por lo que tenían entre las orejas. Pero sobre todo, se podía observar a cuatro menores sonriendo, libres, desnudos, mientras corrían juntos de la mano. “Queríamos mostrar la genitalidad para quitarle peso y demostrar que, independientemente del cuerpo y de los genitales, si nuestros hijos son aceptados van a ser felices”, destaca Bea Sever, vicepresidenta y responsable de comunicación de esta asociación de familias con menores en situación de transexualidad.
Seis meses después, la repercusión de esta campaña ha sido internacional. Aunque los carteles solo estuvieron presentes durante una semana en 150 marquesinas de autobuses y metros de Bilbao, Donostia y Gasteiz y durante cuatro días en Iruñea -dado que ante los ataques que sufrieron las marquesinas la empresa de las mismas no quiso hacerse cargo de los costes y retiró los carteles-, el mensaje ha dado la vuelta al mundo: primero a través de las redes sociales, sobre todo por la censura inicial de Facebook, y después en autobús, con la contracampaña de la asociación ultracatólica Hazte Oír que ha puesto de moda los autobuses reivindicativos.
Desde la BBC a la CNN y pasando por la televisión portuguesa, los medios de comunicación también se hicieron eco de los altibajos de esta campaña de visibilización de la transexualidad infantil, tanto a escala estatal como internacional. Solo en los tres primeros días 60 manchetas, radios y televisiones se pusieron en contacto con la asociación. Tal ha sido el impacto final de esta iniciativa que ha sido galardonada con tres premios en el XI Festival Internacional de Publicidad Social, que recogieron el pasado jueves en Barcelona.
¿Pero cómo cobró forma esta idea? Según Sever, la historia es “muy curiosa”. En mayo de 2016 desde la asociación publicaron unas fichas elaboradas por Aingeru Mayor, sexólogo y presidente de Chrysallis Euskal Herria, en colaboración con el ilustrador Martín Martiarena. “Como en los libros de texto a día de hoy no aparece nada sobre la transexualidad, nuestra intención era ofrecer un material didáctico en el que nuestros hijos vieran reflejada su condición”, explica Bea Sever.
El objetivo era llegar al máximo número de personas posible, así que divulgaron el contenido en su página de Facebook para que cualquiera pudiera descargarlo de manera gratuita tanto en euskera como en castellano. Y la acogida fue inmejorable: “De un día para otro empezamos a tener miles de descargas, mensajes de todas partes y peticiones de traducción a otros idiomas”.
Sever recuerda ese momento con nostalgia y un poco de agobio. “Nos alegró constatar que otras personas también percibían el mismo vacío que veíamos nosotros respecto a la realidad de la transexualidad en las aulas, pero la verdad es que aquello nos desbordó”, confiesa. Al tratarse de una asociación de familias en la que cada uno aporta lo que puede en el tiempo libre que le resta después de trabajar y atender el resto de responsabilidades, aquello fue una prueba de fuego. “Por suerte, hubo gente que voluntariamente lo tradujo al italiano, al alemán e incluso al chino”. En total, ocho idiomas. Y aquí es donde comenzó esa secuencia de “carambolas” que darían lugar a la campaña que posteriormente revolucionaría la visibilización de la transexualidad infantil.
Donante anónimo Orgullosa del resultado, una amiga de Bea descargó una de las noticias que se emitieron sobre estos materiales didácticos y se lo envió a su cuñado, que vive en Nueva York. A su vez, el cuñado lo compartió con su cuadrilla y uno de ellos, de ascendencia navarra, quedó tan impresionado por la labor que estaba realizando un grupo de padres y madres sin ningún apoyo que decidió ponerse en contacto con Chrysallis Euskal Herria.
“Nos pidió que le hiciéramos una especie de informe sobre quiénes éramos, a qué nos dedicábamos y cuáles eran nuestros objetivos”. Entre estos últimos estaba una campaña de visibilización de la transexualidad infantil con cartelería para las marquesinas de las estaciones de autobuses y del metro. “Como este le pareció el más difícil de conseguir por nuestra cuenta partiendo de que no contamos con recursos económicos, nos decidió ayudar con ello”. Tras solicitar un presupuesto a una agencia de publicidad, la campaña se cifró en 30.000 euros. “Y él lo financió con una sola condición: que no mencionásemos quién había realizado el ingreso”.
Desde el primer momento la iniciativa fue un éxito. Eso sí: las reacciones no se hicieron esperar. Facebook censuró inicialmente la divulgación de las imágenes a través de su red social debido a la desnudez de los menores ilustrados. Sin embargo, un movimiento social denunció tal censura y finalmente la compañía se retractó. Poco después, Hazte Oír sacó su autobús como contracampaña que tanto la sociedad como las instituciones vascas rechazaron por atentar contra la diversidad sexual y fomentar el discurso del odio.
Desde Chrysallis Euskal Herria, por su parte, decidieron no enfrentarse ni discutir directamente con Hazte Oír. Rehusaron entrar en querellas y también innumerables proposiciones de realizar un “cara a cara” en plató. “Decidimos no darles cancha, porque nosotros no queremos pelearnos con nadie y si alguien no se quiere informar es cosa suya; nosotros solo queremos la felicidad de nuestros hijos”, asegura Bea.
Aun así, la situación era muy tensa y aunque desde Chrysallis Euskal Herria intentaron que sus hijos no supieran nada del tema, no consiguieron mantener al margen a aquellos ya en plena adolescencia, lo que generó muchas emociones. “Sobre todo sentíamos mucha incomprensión, hasta el punto de que los más pequeños decían: Pero si mi hermano no hace daño a nadie, ¿por qué tanto lío?”. De ahí que, finalmente, Chrysallis Estatal optara por denunciar.
Pese a todo, e incluso teniendo en cuenta que la contracampaña de Hazte Oír también ha engrosado las filas de la asociación ultracatólica, Bea valora muy positivamente el resultado de la campaña no solo por el extraordinario número de impactos, sino principalmente por cómo la gente y las instituciones se han volcado en apoyarles cuando más lo necesitaban. “Nos hemos sentido muy arropados en momentos muy difíciles y, como los padres y madres que somos, eso nos ha llenado por dentro y nos ha dado seguridad”. Además, solo porque sus hijos pudieran verse reflejados en los carteles cuando iban por la calle Bea asegura que ya habría merecido la pena. “Nos decían emocionados: ¡Ahí va, ese soy yo!”, recuerda sonriendo.
Pequeñas grandes cosas Para agradecer al donante anónimo que posibilitó el lanzamiento de esta campaña, los niños y niñas de Chrysallis Euskal Herria grabaron un vídeo con una canción de Itoiz dándole las gracias en euskera y en inglés que le emocionó, según supieron después. “Desde Euskal Herria estamos haciendo pequeñas cosas, pero únicas también”. Después de todo, Bea insiste en que jamás se había visibilizado anteriormente la transexualidad infantil tal y como lo han hecho.
Un pistoletazo de salida. Así valora Bea esta campaña. “Hemos conseguido mucho en poco tiempo, pero todavía queda muchísimo por hacer”. Con optimismo de cara al futuro, pretenden continuar con su labor de divulgación y, además, fomentar también la investigación científica rigurosa en lo referente a la transexualidad. Saben que es difícil, pero no imposible: “Lo mismo que en su día costó entender que la Tierra no era plana, ahora quitarle peso a la genitalidad no es fácil, pero creemos que se puede conseguir y por eso nosotros seguimos trabajando en ello”.