DONOSTIA - El donostiarra Juan José Gabiña es ingeniero industrial y doctor en prospectiva estratégica. Además, creó el Instituto Europeo de la Prospectiva.

¿Qué es exactamente la prospectiva estratégica?

-La prospectiva en general es pensar antes de que ocurra, es anticiparse. Se trata de ver los hechos, las tendencias y las ideas portadoras de futuro. Esto sirve para ver qué viene en función de la decisión que tomemos, porque el futuro no se prevé, se prepara. El pasado y el presente son únicos, pero el futuro no, depende de lo que se haga para que llegue a un futuro o a otro. Una vez que yo sé cuál es el abanico de escenarios que me esperan, puedo optar. Esto es lo que conduce a tener éxito, la mayoría de las grandes apuestas parten de que uno lo ha visto con anticipación. El que espera al azar y a la suerte suele perder.

¿Cómo han cambiado las tecnologías este pensamiento a futuro?

-Antes la vida iba mucho más despacio. Cuando uno va de noche en un carro tirado por bueyes, le vale con un farol para iluminarse el camino, pero cuando vas a 120 kilómetros por hora tienes que darle a las largas porque, si no, es fácil que tengas un accidente. Los ritmos se han acelerado, estamos en un cambio tecnológico, demográfico y social abrupto. Antes, previamente a hacer un caserío o de labrar, pensábamos en cómo era el terreno, dónde teníamos el agua, qué rocas íbamos a utilizar... es decir, pensábamos antes de actuar. Hemos pasado a una época en la cual lo importante es la acción, acciones a ciegas. Nos dicen que tenemos que hacer cosas y cuando ya las hemos hecho nos damos cuenta de que no han servido para nada.

¿Debería invertir más el Gobierno en prospectiva?

-Dedicamos a la prospectiva aproximadamente el 0,01% de los presupuestos. Se hacen casas y nadie se plantea cómo van a ser las necesidades de los inquilinos dentro de 60 años. Luego no puede sorprender que se hagan carreteras y a los dos días de inaugurarlas ya estén saturadas. Desgraciadamente ya no se piensa en el futuro para prepararlo.

¿Hay antecedentes de cambios tan repentinos y determinantes como el que se está viviendo ahora con la tecnología?

-Un cambio muy parecido fue el de la Edad Media al Renacimiento, en el que en un periodo corto de tiempo nació la burguesía y salimos de la esfera negra que era la Edad Media. A nosotros lo que más nos ha afectado son las revoluciones industriales. En la primera, con la máquina de vapor, conseguimos que lo que antes era un trabajo de mulas y humanos lo empezaran a hacer máquinas, que además eran más rápidas. La segunda cambió el curso de la historia con el invento del motor. Gracias a esto se desarrolló también la electricidad y conseguimos inventar máquinas. Es lo que Schumpeter, un sociólogo del siglo XIX, llama la destrucción creativa. De repente una sola escarbadora sustituye a varios palistas, pero a la vez aparecen los que diseñan la máquina, los que la construyen, los que la transportan, los que la mantienen y los que la usan. Se extiende mucho más la capacidad productiva del planeta y se crean empleos que no son tan duros. Llegó la tercera revolución industrial, la de la informática, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Recuerdo que cuando acabé la carrera de Ingeniería hacíamos todo con reglas de cálculo. Para calcular un pabellón industrial te pasabas días y al poco tiempo apareció un programa donde metías los datos y te salía hasta el plano.

¿En qué momento nos encontramos ahora?

-Ahora viene la cuarta revolución, el avance de la digitalización de los sistemas. En la administración prácticamente sobra ya un 50% del personal, todas las operaciones rutinarias desaparecen porque ya las hacen máquinas. No hace falta pasar papeles de una persona a otra, si quiero algo lo busco y lo tengo. Aquí el problema está en que quien establece las políticas industriales no son las empresas, sino los funcionarios, y no se actúa pensando en lo mejor para el futuro.

¿Cómo evolucionará esto?

-Llegará un día en el que internet será usado más por los objetos que por los humanos. Por eso muchas veces cuando vas a hacer algo por internet te hacen meter unos datos para comprobar que no eres una máquina. Esto está pasando ya, y es que, de todas las transmisiones financieras que se hacen en el mundo, más del 95% son de economía financiera y, de ahí, el 70% lo hace máquinas. Es más, se calcula que para el año 2026 en grandes empresas ya habrá robots en el consejo de administración. Son máquinas capaces de ganarle al campeón mundial de ajedrez y están aprendiendo a aprender. Antes en la industria lo que se hacía era programar máquinas, pero ahora, con enseñarle un objeto al robot, es capaz de analizar qué es, con qué está hecho y te organiza la línea y empieza a fabricar él solo. Ya dejamos de trabajar con el sudor de nuestra frente, pero es que ahora no hay que trabajar para poder vivir y tener dinero.

¿Qué consejos se pueden dar desde la prospectiva?

-Hay que estar preparado porque tenemos la capacidad para ello. No hace falta un grupo de genios para pensar qué debemos hacer, es un sistema complejo, pero no por ello complicado. Por ejemplo, mientras que en el sector público sobra gente, cada vez que hay un puesto libre por jubilación se cubre. Eso es un error, habría que plantearse si se necesita o no. ¿De qué nos vale estar orgullosos de nuestro pasado si no preparamos nuestro futuro? Podemos dejar que llegue la realidad y nos arrastre o ser racionales y anticiparnos. No se trata de que haya perdedores y ganadores, se trata de compartir un futuro porque hay para todos si lo hacemos bien. Tenemos que cambiar la educación y buscar la coherencia entre formación y empleo, ver qué necesidades va a haber. Aquí preguntamos ¿por qué? cuando lo que nos deberíamos de preguntar es: ¿y por qué no? Si planteáramos las cosas al contrario y en grupo daríamos con las soluciones más fácilmente.