Bilbao - Existe la convicción de que la igualdad ya está superada en el ámbito educativo. El rendimiento académico de las estudiantes es superior en todas las etapas, tienen menor fracaso escolar y cada vez hay más chicas en carreras tradicionalmente masculinas. Pero nada más lejos de la realidad, la segregación por sexo sigue muy presente en la enseñanza vasca. Comienza a manifestarse en las etapas postobligatorias y se agudiza aún más en las ramas y especialidades que eligen, lo cual incide directamente en sus condiciones de entrada en el mercado laboral y en la brecha salarial. Las mujeres deben trabajar 54 días más para cobrar el mismo sueldo que los hombres.
Desde Infantil a ESO las diferencias son mínimas, la presencia de chicos y chicas se produce en una proporción del 50%-50%. Mientras que la tasa de escolaridad entre las estudiantes es mayor en Bachillerato y la Universidad, su participación baja al 36% en los ciclos formativos de Grado Medio y al 38% en Grado Superior y se desploma en el ámbito con mejor comportamiento de la matrícula y donde la inserción laboral ronda el 100%: el industrial. Según el Eustat, solo el 5% del alumnado que cursa ciclos industriales son chicas. Su participación es incluso menor en especialidades científico-técnicas y en profesiones masculinizadas como Electricidad y electrónica (3,64%), Instalación y mantenimiento (2,43%), Transporte y mantenimiento de vehículos (2,3%) o Fabricación mecánica (4,47%).
Esta realidad contrasta con la demanda de mano de obra cualificada por la patronal del sector industrial vasco, muy preocupada por dar salida al relevo generacional de sus plantillas. DNA ha querido ahondar en las razones y en las posibles soluciones a esta asimetría del sistema con el presidente de la Asociación de Centros de FP Concertados de Euskadi (Hetel), Julen Elgeta; Isabel Mendiguren, directora del Centro Lea-Artibai (Markina), María José Rabella, directora del Centro Nazaret (Donostia); y Mónica Gutiérrez que dirige el Colegio Zabalburu (Bilbao). Estas tres profesionales, en cuyos centros se combina FP, Bachillerato y formación para el empleo, son testigo de la presencia testimonial de las chicas en la rama industrial.
“En nuestro caso, que es un centro especializado en ciclos industriales, el porcentaje de chicas no llega ni siquiera a ese 5% de las estadísticas oficiales. Podemos hablar casi de unidades. Este año hay una chica de primero de Mecánica y el año pasado 4, entre más de 200 estudiantes”, afirma Mendiguren. Todas coinciden en señalar que en la elección formativa influyen numerosos factores, desde “los estereotipos de género y lo que se considera profesión masculina o femenina”, dice Gutiérrez, al peso de la tradición “cada uno hace lo que ha visto en casa o en su entorno. ”, añade Rabella, pasando “por las expectativas de la familia”, comenta Mendiguren. Desde su punto de vista, parte del problema y de la posible solución está en el papel de la orientación formativa que se da en los centros al final de Secundaria. “Los orientadores, a veces, no conocen mucho las salidas profesionales de la FP, las posibilidades de desarrollo profesional que tienn, la capacitación que se ofrece su alto nivel de inserción laboral y siguen dirigiendo a los estudiantes a las enseñanzas académicas clásicas”, asegura Rabella. Su compañera de Lea-Artibai Ikastetxea -donde se imparten varios ciclos industriales como Robótica o Mecatrónica- opina de igual modo y aboga por redoblar el esfuerzo por prestigiar la FP. “Quizá sea simplificar, pero el Bachillerato tiene mejor consideración social, incluso entre los profesionales de la educación, porque en teoría te abre más puertas”, dice Mendiguren. Y a esta percepción -añade- “se unen otros estereotipos como la identificación de la rama industrial con el taller y la bata azul cuando la gente prefiere estar en entornos limpios y oficinas técnicas”. Sin embargo, según explica Elgeta, “esa realidad está cambiando en las empresas vascas” ya que muchas incorpora un alto componente tecnológico.
Colaboración con las empresas El propio Departamento de Educación reconoce que las lagunas de los orientadores perpetúan la desigualdad. En la guía elaborada a raíz del Plan de Coeducación del Gobierno Vasco para la inclusión de la perspectiva de género en el currículum y en las prácticas docentes de la Formación Profesional, se señala que “a menudo” el profesorado ofrece una orientación académico profesional que “perpetúa los estereotipos y roles de género del mundo laboral según la realidad del entorno”, bajo el débil argumento de “es lo que hay”. En la guía se proponen distintas vías para reconducir la labor de orientación de los centros, como informar mejor sobre qué condiciones y retribuciones tienen mujeres y hombres en un determinado sector, qué jornadas y horarios hay, qué facilidades hay para conciliar, qué movilidad, posibilidades de desarrollo de la carrera, etc.
Y la FP es una posibilidad interesente. De hecho cada vez son más las personas que estudian un ciclo formativo después de la universidad o tras un periodo en paro. “Muchas de las personas que tenemos en Administración -asegura Rabella- llegan de la universidad y te dicen que están aprendiendo más que en la universidad, luego entran en una FP dual y tú eres el que le terminas colocando en el mundo laboral”. La casuística es variada. “Las chicas que teníamos el año pasado en ramas industriales eran mujeres adultas, estamos hablando de más de 30 años, personas que ya han estado en el mercado laboral y que están dispuestas a aprender aquellas profesionales en las que existen oportunidades laborales”, resume Mendiguren.
Pero gran parte del alumnado que llega a la FP lo hace desde el Bachillerato “sin la perspectiva de trabajar de forma inmediata sino de ir encadenando formación para intentar alargar al máximo la situación de comodidad que dan los 18 o 20 años”, comenta la directora del Centro Lea-Artibai. Para Mónica Gutiérrez, el incremento la presencia femenina en la FP y, muy en particular, en la rama industrial precisa de “cambio en la mentalidad social”. A juicio de la directora del Colegio Zabalburu las campañas de sensibilización no han dado los resultados deseables. Y aboga por “una actuación conjunta entre los centros, administraciones y patronal para dar a conocer las necesidades laborales que hay en este sector y su realidad”. Y es que, según señala, “muchas veces los estudiantes y sus familias no saben muy bien qué es esto de la Robótica, para qué sirve y en qué condiciones se trabaja”.