Bilbao - Si existiera una fórmula para garantizar la felicidad y la salud psicológica de las personas en la última etapa de su vida su aplicación “no sería únicamente responsabilidad del anciano, sino también de la sociedad en que vivimos”, afirma Montserrat Lacalle, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.
Actualmente uno de cada cinco habitantes de la Comunidad Autónoma Vasca -el 20,2% de la población- ha superado el umbral de los 65 años y de éstos, el 31,5% tiene 80 años o más. Las previsiones demográficas indican que en el año 2029 alrededor de 600.000 vascos tendrán al menos 65 años, por lo que serán casi un tercio de la población total, el 29%. Las instituciones vascas han puesto en marcha diversas iniciativas sobre envejecimiento saludable y atención especializada para hacer que el día a día de las personas mayores sea más fácil, para aprovechar su experiencia y conocimientos y para resolver problemas asociados a la edad, como la dependencia, la soledad y el aislamiento. Pero un número creciente de septuagenarios y octogenarios plantea nuevos retos a la sociedad y exige la revisión de las políticas sociales.
Montserrat Lacalle, que entre otros campos trabaja como psicóloga en recursos asistenciales de mayores, reconoce que cuando se estudia la situación de la población de más edad se observa que el problema de la soledad “es cada vez más grave, sobre todo en las grandes ciudades”. ¿Por qué ocurre esto? “La esperanza de vida de las personas aumenta, la longevidad provoca situaciones que antes no veíamos de una manera tan evidente y, además, se van sumando factores como que hoy las familias están mucho más dispersas que hace unos años. Que una persona mayor resida en su ciudad y que sus hijos vivan en otras localidades ya no es algo excepcional, sino relativamente habitual. Todo esto potencia la soledad de las personas mayores, que viven aisladas. En los núcleos rurales esto no sucede en un grado tan alto como en las ciudades y previsiblemente, si no nos replanteamos la atención a los mayores o buscamos alternativas, la tendencia será que este fenómeno aumente, porque la movilidad geográfica y las distancias que van a separar a los padres de los hijos serán cada vez más grandes”, explica la psicóloga.
cambio de perspectiva Montserrat Lacalle considera que para afrontar el fenómeno del envejecimiento y combatir efectos negativos como el aislamiento o la depresión hay que cambiar la forma en que la sociedad ve y valora a las personas mayores. “Nosotros -indica- podemos analizar el fenómeno de la depresión en la gente mayor, ver cómo les afectan factores como la soledad o la jubilación, pero si abrimos la perspectiva no tenemos más remedio que pensar que muchas de las cosas negativas que ocurren con las personas mayores son fruto de la sociedad y de nuestra opinión sobre ellos. Tenemos una sociedad en la que envejecer no está bien visto, las pérdidas vitales, de familiares, amigos, capacidades... se ven como algo muy negativo. El reto no es únicamente poder dar una atención psicológica al mayor, sino que el cambio real vendrá el día que a nivel social veamos la vejez de una manera distinta”.
Además de exaltar la juventud como un valor indiscutible, la sociedad “sobrevalora la productividad”, denuncia la psicóloga, con lo que llegar a la edad de jubilación se convierte en un riesgo emocional. “En una sociedad en la que cuentas por lo que haces la jubilación es un problema, porque si durante toda la vida tu autoconcepto se ha basado en tu rol profesional y lo que eras capaz de hacer, cuando ese rol se tiene que transformar no todo el mundo lo vive bien”. Para Lacalle sería interesante promover “una transición menos repentina entre trabajo y jubilación, ir reduciendo progresivamente el ritmo para que la ruptura no sea tan brusca ni desestabilice nuestra seguridad emocional”. Además -asegura la experta- “eliminar a una persona que tiene 40 años de experiencia es una pérdida para la sociedad. Es importante promover la participación social en lo que sea significativo para la persona porque es uno de los elementos que parecen proporcionar sentimiento de utilidad y pertenencia”.
“En el fondo el mensaje que estamos trasladando a los mayores es ‘apártate, ya no eres útil, ya no sirves’. Empezamos a decidir por ellos, a no valorar sus conocimientos y experiencia... La visión que nuestra sociedad tiene de los mayores es un tema complejo y lo podemos abordar desde varias perspectivas, no únicamente desde la psicológica. Pero como sociedad tenemos mucho que hacer para asegurar el bienestar de las personas mayores”, afirma Montserrat Lacalle.
Las ayudas Al hablar de las medidas que tanto las instituciones como algunas organizaciones adoptan para favorecer el bienestar de los mayores Montserrat Lacalle cita la asociación catalana Amics de la Gent Gran, cuyos voluntarios visitan regularmente a ancianos que viven solos y carecen de apoyo familiar y social. Un modelo de ayuda que también existe en Euskadi y que ha demostrado sus beneficios. En cuanto al papel de los psicólogos señala que “intervenimos, podemos hacer un acompañamiento, una psicoterapia”.
“Trabajamos -explica- para que la persona tenga estrategias de afrontamiento de las situaciones del día a día. Por lo general una persona mayor tiene muchas pérdidas que van asociadas a la edad, muchas son físicas, otras son relacionales, y los psicólogos ayudamos para poder afrontarlas, para recuperar la biografía de cada uno y, a partir de ahí, mejorar el estado de ánimo en el presente. Trabajamos para que los mayores no lo vivan todo desde la negatividad. A un anciano que está solo no podemos decirle ‘mira aquí tienes un amigo’, pero sí podemos ayudarle para que haga más actividades gratificantes, para que se implique en la dinámica de su barrio... No hay una receta, no se trata de decir que todas las personas mayores deberían ir al centro cívico, hacer esto o lo otro, no, hay que ver qué es lo que le puede ir mejor a cada persona”.
Un paseo por la calle, una charla con los amigos evidencian que la atención a las personas mayores es una necesidad acuciante. “En el año 2050 -advierte Lacalle- la pirámide poblacional ya estará totalmente invertida y más de un 35% seremos muy mayores. Hay iniciativas, programas, pero tal vez no se están haciendo suficientes esfuerzos para frenar algo inevitable. En nuestra sociedad envejecer no se ve como algo positivo y las personas mayores terminan interiorizando esa visión... uno acaba ajustándose a lo que la sociedad dice que es”.