Desde que la Unión Europea cerró sus fronteras a finales de marzo, más de 60.000 refugiados e inmigrantes se han quedado atrapados en Grecia. Bajo unas condiciones inhumanas y con la desesperación de saber que no tienen futuro en ningún lugar, la única alternativa que Europa les ofrece es volver a sus países, en guerra, para morir.

En los campamentos gestionados por el Estado griego, bajo vigilancia militar, pueden leerse carteles en inglés que advierten a los visitantes de que “no hay comida ni agua”, un lema difícil de compatibilizar con la vida humana, y con las miles de personas que esos espacios albergan entre sus vallas metálicas.

Las penosas condiciones higiénicas, la escasez de comida y la superpoblación, junto con la frialdad de los militares recuerdan tristemente a los campos de concentración nazis y no hacen nada más que enterrar el problema alejándolo de los ojos de los ciudadanos europeos, para no herir a las miradas más sensibles.

en busca de una solución En medio de esta terrible situación humanitaria, el pasado lunes Geroa Bai organizó en civivox Condestable una charla-coloquio sobre la situación de los refugiados en el momento actual y sobre cuál ha sido la respuesta de Europa ante la masiva llegada de personas en su huida de sitios de conflicto.

La charla, con el título Solidaridad a prueba de muros, se centró en la falta de reacción de los países europeos y en la incapacidad de Occidente para ofrecer una solución que no sea la de reforzar sus fronteras construyendo muros más altos y gruesos.

Como ponentes participaron en el debate el catedrático de Filosofía Política y Social Daniel Innerarity y tres voluntarios que han trabajado en las costas griegas en labores humanitarias: el miembro de la Caravana a Grecia Xabier Epalza, el periodista y portavoz del Proyecto Zaporeak Arkaitz Almortza y la traductora y voluntaria de Médicos Mundi Sara Abubakra.

“Lo que ocurre con los refugiados en Grecia es un genocidio”

Xabier Epalza, miembro de la Caravana a Grecia, relató sus experiencias en su labor como voluntario. Lo primero que remarcó fue la solidaridad griega, que a pesar de encontrarse en una penosa situación económica, “han demostrado una excelente autogestión para ayudar a los refugiados”. “Nos maravilló su organización y trabajo, son un ejemplo a seguir”, dijo. Así, diferenció entre los centros libres, gestionados por voluntarios, y los oficiales, bajo un fuerte control del Ejército. Según Epalza, en su visita a Grecia comprobó lo que “en muchas manifestaciones es un clamor, que lo que ocurre allí es un verdadero genocidio”. “No tienen la posibilidad de ir a ningún sitio, están en una especie de limbo y ni siquiera tienen cubiertas las necesidades mínimas”, dijo.

También destacó que, aunque los países europeos prometieron que acogerían a los refugiados, “solo un 3% de migrantes han encontrado un hogar”. Además, quiso remarcar que no le gusta que se diferencie entre “migrantes y refugiados”, puesto que “son personas y punto”. Epalza relató el impacto que le supuso ver cómo en los campos oficiales “no había ningún derecho” ni posibilidad de salir. “Los refugiados no han hecho nada salvo llegar, no son delincuentes”, dijo. A pesar de todo, se puede considerar a los que llegan como los afortunados. “Estos sufrimientos los padecen los que han tenido la suerte de llegar, porque otros ni siquiera lo han logrado. Muchos se han quedado en el Mediterráneo, que se ha convertido en un cementerio de personas”. Para Epalza, migrar debe ser un derecho y no “un privilegio”, y menos aún cuando se está huyendo de países en guerra en los que han muerto miles de personas.

“Muchos menores realizan su camino a Europa solos”

Sara Abubakra, voluntaria de Médicos del Mundo y traductora de árabe, defendió la labor que los voluntarios están llevando a cabo en Grecia, “una labor realizada con calidez humana de personas a personas”. En especial, destacó la actitud de los griegos: “Tiene mucho valor que ayuden a los refugiados a pesar de la mala situación de su país”. En este sentido destacó que “aunque los voluntarios somos hormigas, juntos podemos hacer un hormiguero bastante grande” y criticó que las personas de a pie estén haciendo “lo que deberían hacer los Estados”, lo que resulta “muy cómodo” y barato para estos. “Su obligación es atender a estas personas”, dijo.

Así, remarcó que el problema de los refugiados afecta a toda Europa y que la responsabilidad es tanto de los ciudadanos como de los gobiernos europeos. Además, relató la penosa situación de los niños. Abubakra contó que muchos padres envían a sus hijos menores con vecinos o familias amigas para que los protejan en el camino, pero que después son separados en los campos de refugiados y reubicados en casas de acogida.

Los menores aprovechan esta nueva situación, en la que disponen de “puertas abiertas” (pueden entrar y salir cuando quieran), para escaparse y continuar su camino hacia Europa, pero esta vez completamente solos, lo que les convierte en un objetivo para los traficantes de personas.

“Vemos al emigrante como una amenaza y en realidad es el débil”

Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política y Social, subrayó la gran contradicción que supone construir muros fronterizos en un mundo globalizado como el actual, en el que, en teoría, debería haber más apertura, accesibilidad y libertad. “Sí hay movilidad, pero no para todos. Solo se pueden mover los que tienen dinero para hacerlo”, aseguró el catedrático.

Innerarity también remarcó que las protecciones fronterizas son consecuencia de la inseguridad y el miedo a lo que viene de fuera, a lo distinto: “No es como en la antigüedad, en la que servían para protegerse de los ataques, ahora su función es controlar a las personas”. “En el siglo XXI los muros son anacronismos y no restauran la soberanía, solo sirven para crear zonas sin ningún tipo de derecho”, destacó.

Según el filósofo, las sociedades occidentales ven al emigrante como una “fuerte amenaza”, cuando en realidad es el “débil”. “Simplificamos diciendo que el peligro viene de fuera, pero no es cierto. En EEUU, el 80% de los atentados los realizan norteamericanos”, dijo Innerarity. En su opinión, los muros son una mera herramienta política para intentar tranquilizar a los ciudadanos “dando la impresión de que se hace algo sin hacer nada”. “Es una solución torpe y simplista que no arregla el problema, sino que lo empeora. Los emigrantes buscan otras rutas más peligrosas y ponen en riesgo su vida”, aseguró. Además, remarcó que el verdadero problema está en los países occidentales, que usan a los migrantes para responder a la demanda interna de drogas, prostitución y empleo precario.

“La falta de vitaminas provoca problemas de escorbuto”

El periodista y portavoz del Proyecto Zaporeak, Arkaitz Almortza, explicó cuál es su labor en Grecia. Su trabajo consiste en alimentar a los refugiados en los campos abiertos, es decir, los que están gestionados por voluntarios.

Proyecto Zaporeak nació en Gipuzkoa, cuando un grupo de amigos decidió unirse para ayudar a los refugiados. Después se extendió al resto de la CAV y Navarra.

En cuanto a la diferencia entre los distintos campos, Almortza mostró su preocupación por los oficiales, ya que las personas se quedan allí encerradas durante meses y la alimentación es tan precaria que no se cumplen las exigencias mínimas de vitaminas, lo que ha provocado problemas de escorbuto.

De esto es de lo que se encarga principalmente Zaporeak, de alimentar a los refugiados con las calorías y vitaminas necesarias para tener una mínima dieta saludable. Para el periodista no solo se trata de darles de comer: “La forma en que sirves la comida permite devolverles la dignidad, dándoles cariño y mostrando un interés sincero por su situación”.

Cada día cocinan entre 1.500 y 1.700 raciones, en una labor en la que también hay presencia de navarros. “Gracias a las aportaciones de la gente ahora podemos darles carne y pescado, estuvieron dos meses preguntándonos a diario cuándo podrían comer un poco de pollo”, contó Almortza.

Además, el periodista relató que a los refugiados recién llegados se les intenta convencer para que vuelvan a su país, en guerra, ofreciéndoles 500 euros, y que algunas mujeres, para no ser expulsadas, se ofrecen sexualmente en el camino para poder llegar a Europa embarazadas.

el problema continúa Mientras tanto, miles de personas están a la espera de recibir cobijo en Europa y las últimas noticias auguran nuevas llegadas y una situación cada vez más preocupante en las costas griegas. El pasado agosto otras 900 personas llegaron a los campos de Idomeni (Grecia) y se espera que sigan llegando más en las próximas semanas.

ACNUR anunció el pasado jueves que los campos de refugiados de Siria no tienen la capacidad suficiente para acoger al más de un millón de personas que podrían huir de Mosul esta semana. La situación se agrava y Europa sigue más pendiente de cerrar sus fronteras que de cumplir su promesa de acoger a los refugiados.