Donostia - Su soplo de agua, que llega hasta los 6 metros, puede verse desde la costa vasca con solo colocarse unos prismáticos en los ojos. Se trata del rorcual común, una ballena que puede alcanzar los 23 metros de longitud y las 80 toneladas de peso, solo superada en el mundo por la ballena azul.

Los avistamientos de esa especie en las aguas cantábricas son cada vez más habituales, y los científicos creen conocer las razones, a falta de estudios detallados. Las vedas en la pesca de la anchoa han permitido que aumente la población de ese pescado azul, uno de los pequeños peces que forma parte de la base alimentaria del rorcual común, según especifica Enrique Franco, vicepresidente de la Sociedad para el Estudio y la Conservación de la Fauna Marina, Ambar. “Puede ser síntoma de que la población de ciertos peces haya aumentado, pero son suposiciones. Los análisis con los cetáceos se hacen a largo plazo”, aclara Franco.

En cualquier caso, el portavoz de Ambar matiza que estos gigantescos peces no entran en rivalidad con los humanos en la pesca de la preciada anchoa, ya que las cantidades que consumen no afectan a su stock.

Ballena vasca Esta especie de ballena, de costumbres migradoras, se puede observar desde lugares como el cabo Matxitxako, Getaria o el cabo de Higer en Hondarribia, gracias a la altura de su soplido.

No obstante, el incremento de bancos de pequeños peces no ha conseguido atraer a la gran ausente del litoral vizcaíno y guipuzcoano: la ballena vasca. “Esta especie, también conocida como ballena franca, aquí está extinguida. Solo quedan 300 ejemplares en la costa atlántica de EEUU. Está protegida desde los años 30”, señala el miembro de Ambar.

Pese a ello, las aguas vascas ofrecen la posibilidad de ver hasta 24 clases de cetáceos, como delfines, rorcuales, orcas, calderones zifios e, incluso, cachalotes. Los numerosos cañones submarinos existentes en el Golfo de Vizcaya facilitan la concentración de estos animales.

Pero el mayor santuario para estos animales está en el cañón de Capbreton, frente a Las Landas, donde la profundidad marina alcanza los 1.300 metros, al borde de la plataforma continental. Una de las joyas que guarda esa zona es el zifio de Cuviere, un enigmático cetáceo que alcanza los 7 metros y puede pesar hasta 3.000 kilos. Presenta una coloración marrón, canela o beige, aunque lo más llamativo es la región anterior blanquecina, sobre todo en machos adultos, donde la cabeza puede llegar a ser completamente blanca. “Son los grandes desconocidos. No sabemos si migran o no, ni su estacionalidad. Científicos de Ambar los están investigando”, recalca Franco.

delfines Sí es habitual la observación de delfines, sobre los cuales aún no se ha podido constatar la evolución de sus poblaciones, pese al incremento de peces propios de su dieta. En todo caso, Franco avanza que “no parece que haya más ejemplares”. “Al margen de la comida, el ecosistema de estos cetáceos puede verse afectado por otras variables como los plásticos que acaban en sus estómagos -dañino para todos los peces-, las artes de pesca y la contaminación acústica que impide su comunicación”, pormenoriza el vicepresidente de la agrupación científica.

Franco recuerda que es frecuente avistar delfines en la costa vasca, dado que algunos de ellos, como el mular de hábitos costeros, recorre con ligereza las aguas cantábricas. Por eso, es posible ver un individuo en Bermeo y en Getaria el mismo día.