Pamplona - Cinco días y cinco noches a 16 metros de profundidad en una grieta que se abrió bajo sus pies tras ceder un puente de nieve en la inhóspita zona de Larra-Belagoa. El joven francés Yannick Niez desapareció el viernes 20 y fue encontrado por la Gendarmería francesa el pasado miércoles 25 cuando familiares y rastreadores ya se temían lo peor. La gran fortaleza física y mental de este montañero de 41 años, una cantimplora, un mechero y dos plátanos le valieron para mantener una llama de esperanza en la oscuridad de esa cavidad (por debajo de sus pies aún había una caída de más de 60 metros) hasta que los equipos de rescate lograran dar con él gracias a la geolocalización de su móvil y a escuchar sus gemidos, el único sonido que podía emitir ya debido al agotamiento. Tras ser subido a la superficie se recuperó en el Hospital de Olorón de una hipotermia y lesiones leves. Un “milagro” según lo calificaban los rescatadores que también pidieron refuerzos a este lado de la muga ante el avance de la cuenta atrás de las posibilidades de encontrarlo con vida. Al final no fue necesario. Su historia ha llegado ahora vía internet (haciéndose eco del Sud Ouest y Radio France Bleu Bearn) ya que pese a haberse vivido en la misma Piedra de Saint Martin, a escasos kilómetros de Isaba, no había trascendido. La lección ahora quizá sí.
Yannick Niez, un montañero de 41 años vecino de Poey d’Oloron, en el Bearn (Pirineos Atlánticos franceses), salió el viernes a dar un paseo con raquetas por la zona de Larra, día en el que debió de caer a la grieta pero su entorno no lo echó en falta hasta el lunes por la mañana. En ese momento se puso en marcha un dispositivo de búsqueda organizado por el PGHM (Pelotón de Gendarmerie et Haute Montagne) y el GHM (Groupe de Haute Montagne) quienes también pidieron ayuda a los equipos de rescate de bomberos y Greim en la parte navarra. Además de las indicaciones de la familia, su móvil fue lo que ubicó la zona de búsqueda ya que la geolocalización del aparato situaba al alpinista en los alrededores de la estación de esquí de La Pierre de Saint-Martin.
Según las primeras estimaciones, Yannick habría caído en una grieta de 16 metros de profundidad que no pudo ver al estar tapada por la nieve cuando volvía de un paseo con raquetas, ya al anochecer. Una nieve que se deshizo parcialmente bajo sus pies cuando se dirigía al Boulevard des Pyrénées (un amplio camino que baja hasta la estación y que en invierno se transforma en una pista de esquí muy transitada de la estación francesa) y así, regresar a casa. La mala suerte se convirtió en buena al quedarse estancado a pocos metros de la superficie, en una plataforma que tapaba una sima de unos 60/80 metros de profundidad, muy frecuentes en este paraje especialmente peligrosa en primavera cuando la nieve pierde su consistencia, explicó el teniente Sébastien Grandclémental, al mando de las operaciones de rescate. Más tarde, el Coronel William Vaquette, Jefe de la Policía Francesa del Departamento de los Pyrénées Atlantiques, explicaba que el montañero fue localizado cuando, con gemidos, respondía a los rescatadores que gritaban su nombre en otras grietas que se encontraban en el itinerario que se sospechaba que había seguido. Yannick Niez presentaba un estado crítico por la hipotermia y el cansancio de cinco días con sus noches atrapado en la montaña, pero tenía buen humor y aún pudo relatar a un periodista de Radio France Blue su experencia. “No avisé a nadie donde iba porque tenía previsto una excursión corta, pero se me hundió un puente de nieve en una zona que conozco bien. Me quedé atrapado. Tenía una raqueta en los pies y otra en el culo. No podía subir porque un bloque de hielo taponaba la salida. El teléfono no funcionaba. No podía hacer otra cosa que esperar a que me encontraran... El domingo nevó y empecé a sentir frío. Me calentaba con un mechero de vez en cuando las manos y los pies. El lunes escuché el ruido de los helicópteros y pensé que estaba salvado, pero pasaron de largo. Ya me había quedado sin fuerzas. En esos momentos sólo piensas en sobrevivir. Te pones a ralentí: beber, comer, beber, dormir... No tenía más que dos plátanos...”, recuerda. Y cuando ya había perdido todas las energías y las esperanza, un perro de la gendarmería dio con su paradero: “Con la poca voz que me quedaba llamé y ellos me respondieron. Estaba salvado”, recuerda ya en el hospital.