Bilbao - El director del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), el estadounidense Thomas H. Smolich, impartió ayer en DeustoForum la conferencia La encrucijada de las personas refugiadas: una respuesta desde la Compañía de Jesús, en la que trató de dar la respuesta ética que exige la situación de todas estas personas.
¿Cómo está viendo la actuación de la comunidad internacional en la crisis de los refugiados?
-Desgraciadamente todo el mundo está paralizado por el miedo, el miedo se ha mezclado con la situación de los refugiados. Desde mi punto de vista, no se deben tomar decisiones desde el miedo. Y miedo, ¿de qué? La violencia de París y Bruselas vino de personas nacidas en los mismos países. Es muy conveniente echar la culpa a los refugiados. Entre los refugiados hay gente buena y gente mala, como en todos lados, pero la situación en Siria, en otros países, es grave y todos tienen derecho a vivir en un lugar seguro.
La reubicación de los refugiados, ¿es tan complicada como dicen los gobiernos o es, más bien, falta de voluntad?
-El proceso legal es complicado, estoy de acuerdo. Pero la experiencia de conocer a una persona refugiada es fácil. Conocer su historia, su situación. Todos somos seres humanos, tenemos más cosas en común que diferencias. Puede haber otra manera de llevar adelante esta situación.
¿Qué le parece la respuesta que está dando Europa?
-No puedo decir mucho porque yo soy de Estados Unidos y allí está Donald Trump, que ha construido su candidatura con una campaña de miedo y xenofobia. Siempre buscamos a alguien para echar la culpa, y ahora la culpa la tiene la comunidad de refugiados. Es muy conveniente, pero es falso. ¿Cómo podemos cambiar esta situación? Con el encuentro personal. JRS ha comenzado el programa Welcome Project, a través del cual personas locales dan la bienvenida a personas refugiadas. Se establece un contacto. Yo no soy una persona a favor de las fronteras abiertas, no digo que Europa tiene que aceptar a cualquier persona que quiera venir, pero hay recursos aquí. Nosotros podemos hacer más de lo que hacemos.
¿Puede Europa acoger a todos los refugiados que están llamando a sus puertas?
-Líbano tiene una población de 4 millones de personas, de las cuales un millón más o menos son de Siria, es decir el 25% de la población. Si trasladásemos ese porcentaje a Europa, supondrían 145 millones de refugiados. No es una crisis, es un miedo irracional. Ahora, hay un 1,5, tal vez dos millones de refugiados. Yo no digo que sea fácil, pero es posible. Y al final será beneficioso para el continente.
¿Por qué sería beneficioso?
-Se puede hacer la perspectiva económica. Los refugiados, especialmente los sirios, tienen recursos, tienen educación, tienen capacidades de ayudar en una situación económica. La mayoría de los refugiados son más jóvenes que el promedio de la población en Europa. Por otro lado, es un beneficio espiritual, de extender la mano, abrir la puerta.
¿Cómo es la convivencia en Líbano con los refugiados?
-Más o menos buena. Líbano y Siria siempre han tenido relaciones cercanas. Desde el principio de la guerra, Líbano ha tenido la puerta abierta, ahora es más difícil por la cantidad de refugiados dentro del país. Siempre hay problemas, pero son menos que más.
¿Cómo derribar el miedo del que habla?
-Pienso que es el pecado original. Todos tenemos miedo a lo desconocido. Una persona refugiada, de otra cultura, de otra fe, de otra perspectiva puede generar miedo. Pero todos nosotros, en nuestras vidas, hemos tenido que superar miedos, el miedo no puede ser una barrera. Hay que evolucionar.
¿Qué se puede hacer desde la sociedad civil para ayudar a los refugiados?
-Tres cosas. Una es decir a lo líderes que nosotros pensamos de una manera diferente. Segunda cosa es a través de programas como Welcome Project, participar en diálogos entre la ciudadanía y los refugiados. La tercera tiene que ver con el miedo, es fundamentalmente una cosa espiritual y si somos prisioneros del miedo, tenemos que trabajar con nuestro interior. No es solo exigir a los políticos, también es un trabajo personal, tenemos que hacer la lucha desde nuestro interior.