acostumbran a ser niños agotadores, adolescentes impulsivos y jóvenes desafiantes. La plaga moderna se llama TDAH y afecta a entre un 4% y un 7% de la población infantil, pero también ataca a adolescentes y adultos, a los que puede llegar a arruinar la vida si no ponen remedio. Con el fin de llamar la atención sobre este problema, que a menudo se diagnostica mal o tarde, el doctor Juan Antonio Hormaechea, jefe de Psiquiatría del Hospital Quirón Bizkaia, acaba de publicar un libro, junto al artista y dibujante Robert Garay, que muestra este trastorno encarnado en Álex, un chaval entre la adolescencia y la madurez que todavía no está diagnosticado.
En ...eh, despierta! Una movida muy turbia se retrata a Álex, un muchacho independiente, curioso y sobre todo rebosante de energía, pero también muy problemático. Su actividad desbordante y su carácter impulsivo y despistado le acarrean muchos problemas. Para Hormaetxea, “aunque la vida de las personas con TDAH pueda resultar difícil, hay una salida. El diagnóstico y el tratamiento mejoran la calidad de vida de los afectados y previenen posibles complicaciones futuras”. “Pero ¡ojo! que un niño sea despistado o movido, no implica que sufra necesariamente un TDAH”, matiza.
Tener un hijo así pasa factura y la familia es la gran sufridora de un paciente no tratado. “Los padres llegan a sufrir alteraciones psíquicas, por ejemplo trastornos depresivos y de ansiedad, sentimientos de culpabilidad y estrés. También se ve alterada la dinámica familiar y por eso el divorcio o separación de los cónyuges es hasta cinco veces más frecuente. Las peleas entre hermanos también se multiplican por cuatro e incluso repercute en el ámbito laboral, con menor productividad laboral y más absentimo; y en el social, con aislamiento de las amistades”, subraya Hormaechea.
La mitad de los síntomas de la hiperactividad pasan a la adolescencia y la edad adulta. “El mito popular de que el TDAH es un cuadro médico propio de la infancia que se cura con el paso del tiempo nos sitúan ante el diagnóstico tardío”, precisa el doctor Hormaechea. A su juicio, “de los tres síntomas nucleares; el déficit de atención, la impulsividad y la hiperactividad, el primero de ellos es el que más interfiere en este sentido y sus consecuencias persisten en la adolescencia y se prolongan hasta la edad adulta”.
Los estudios de seguimiento a largo plazo han demostrado que entre el 30 y el 70% de los niños con TDAH continúa presentando sus síntomas durante la adolescencia y que los mismos pueden persistir en la edad adulta en más de la mitad de los adolescentes afectados. Por esta razón, y a pesar de su capacidad intelectual, los sujetos con este problema que no son tratados tienen tendencia a sufrir más accidentes (de tráfico o a la hora de realizar actividades laborales y de ocio), dificultades académicas (expulsiones, repetición de cursos, abandono escolar) y laborales ya que alcanzan un nivel profesional más bajo.
Rechazo social Su vida diaria es como una montaña rusa. “Estos muchachos, centro de atención de la clase, suelen ser estigmatizados y rechazados por sus compañeros, dadas sus peculiaridades y sus comportamientos disruptivos e impulsivos. Están en las nubes, hablan y se mueven mucho, molestan a los compañeros y no respetan las reglas”, describe el psiquiatra. Este escenario afecta negativamente a sus relaciones sociales y afectivas. De esta manera, tienden a aislarse ya que suelen tener menos amigos o coinciden con otros chicos problemáticos, y son más susceptibles al abuso de determinadas sustancias tóxicas.
“Este trastorno puede generar muchos conflictos sociales y laborales en la vida del adolescente y del adulto con TDAH no tratado, pero también genera consecuencias negativas en su entorno. Existe una relación directa y demostrada entre el TDAH y las adicciones”, afirma Hormaechea.
A juicio del psiquiatra, “el abuso de drogas, legales o ilegales, es una de esas posibles complicaciones”. Álex, por ejemplo, consume café y tabaco en cantidades ingentes? le ayudan “a centrarse”, como dice él mismo. También fuma porros y ha probado las anfetaminas. “El riesgo de consumo de drogas por parte de esta población se ha convertido en un asunto de debate público”, precisa.
En este sentido, la literatura científica habla desde la década de los 90, de la vinculación entre el diagnóstico de TDAH y un mayor riesgo de trastornos por consumo de drogas en estos niños y adolescentes. Sin embargo, existen dudas sobre si interviene en el consumo de esas sustancias tóxicas o si se trata, simplemente, de una circunstancia asociada a ciertos trastornos de conducta. “Por lo tanto, necesitamos nuevos estudios que examinen los efectos conjuntos del trastorno y las alteraciones conductuales. También se necesitan investigaciones que examinen las diferencias de género, ya que la mayoría de los estudios publicados hasta la fecha se han centrado en varones”.
Para este experto, otra cuestión que también merece mayor estudio es el examen de los distintos tipos de TDAH y su contribución única al consumo de drogas. “Parece ser que los síntomas de falta de atención están más asociados al consumo de tóxicos que los síntomas de hiperactividad e impulsividad”. “Desgraciadamente, las iniciativas europeas han sido escasas hasta la fecha. Nuevas vías de desarrollo podrían dar lugar a mejores estrategias preventivas y de intervención para reducir el riesgo de consumo de drogas en personas con TDAH. En todo caso, cualquier planteamiento, preventivo o de intervención, estará destinado al fracaso si los afectados y sus allegados no conocen los síntomas del trastorno y sus posibles efectos”, asegura.
Un traje a medida Lo que debe quedar claro es que cada muchacho con TDAH es un caso único y particular y “debemos confeccionarle un traje a medida”, sentencia el responsable de Psiquiatría de Quiron Bizkaia.
Por ello el tratamiento debe ser siempre a la carta. “Aunque la aproximación terapéutica y el mayor o menor éxito a largo plazo depende de variables del propio paciente como el sexo, la edad, la edad, la capacidad intelectual, el nivel socioeconómico al que pertenece, la existencia de patología psiquiátrica en el entorno familiar, la gravedad de los síntomas de su trastorno, o la evolución de su TDAH (su duración, el tratamiento que han recibido y los resultados obtenidos)”, revela el doctor.
Asimismo también depende de si su problema coexiste con una conducta antisocial, abuso de drogas y alcohol, trastorno negativista desafiante, ansiedad, depresión, trastornos del aprendizaje etc... “Por ello el tratamiento más adecuado para estos chavales es la combinación de medicación (psicofármacos) y la psicoterapia”, resuelve el autor de ... eh despierta”.
Hiperactividad. Rober Garay y Juan A. Hormaechea invitan a seguir de forma vivaz y con rigor científico, el camino del protagonista del libro, Álex, hacia el descubrimiento de su hiperactividad.