Además de convertirse en realidad y ser aceptada con total “normalidad” por su familia, profesores, compañeros de clase y amigos del pequeño pueblo guipuzcoano de Asteasu, su deseo ha encontrado ahora acogida legal en un juzgado que ha autorizado su cambio de nombre en el Registro Civil por motivos de transexualidad, en lo que hasta ahora es el caso más “prematuro” de España.

El camino transitado por la familia de Lucía hasta llegar a este punto no ha sido fácil, sus tres hermanos; Bingent de casi 8 años, Karan de 6 y Kerman de 3, pero sobre todo sus padres, Abi Labaien y Agustín Arandia, han pasado por diferentes estados de ánimo. “Tienes muchas ideas, muchos miedos, todo te viene: sorpresa, emoción, miedo, enfado. De todo”, recuerda su madre en una entrevista.

El padre reconoce que ni él ni su mujer tenían ni idea sobre la transexualidad de su hija cuando ésta manifestó las primeras actitudes, ya que pensaban que sólo se daba en personas adultas. “Prejuicios tenemos más los adultos que los niños”, dice convencido.

“En la infancia no lo veías. Aunque nos enteramos luego, cuando nos informamos, de que la sexualidad se fija entre los dos, tres o cuatro años. Ahí se fija, y uno ya se siente niño o niña, hombre o mujer. Y, después, a veces, tiende a dar esa confusión de orientación sexual. Eso ya viene con las hormonas y es cuando se decide si te atrae un tipo de persona u otro, hombre o mujer, pero la identidad sexual a los dos, tres, cuatro años está decidido”, explicó Agustín. Asegura que su hija, que ha pasado de llamarse Luken a ser Lucía, era una menor normal que empezó a preferir juegos y juguetes femeninos.

“Lucía siempre ha mostrado interés en asuntos que socialmente conocemos como cosas femeninas en los juguetes y la ropa”, explica Abi, quien junto a su marido pensaba “al principio” que su comportamiento “era simplemente un juego y nada más”.

Una idea que empezaron a abandonar cuando la niña tenía unos tres años y medio y, además de en euskera (su lengua materna), comenzó a expresarse en castellano, un idioma en el que el género se manifiesta explícitamente, a diferencia de la lengua vasca en la que los adjetivos son neutros.

Al hablar en castellano, Lucía se refería a sí misma como una chica y “haciendo mucho hincapié” en su condición femenina. “Decía: yo soy guapa, qué bonita estoy y cosas así”, aclara Abi. “Al principio, le correjías, aunque te mosqueabas, y empezamos a pensar que detrás había algo”, señala el padre.

“Un día nos dijo ‘tengo pene, ¿puedo ser una niña?’ y en ese momento pensamos que detrás de ese ‘juego’ había algo que se nos estaba escapando”, explica la madre, quien recuerda que, antes de responder a la pequeña con “un no o un sí rotundos”, decidieron informarse y contactar con la Asociación de Familias de Menores Transexuales, Chrisallys, donde encontraron apoyo, comprensión y “una segunda familia” que les ofreció toda la información que necesitaban.

De esta manera, cuando con 4 años la pequeña les volvió a hacer la misma pregunta, sus padres pudieron responderle: “Sí, hay niñas con pene” e iniciar su “proceso de tránsito social” con el que ya llevan un año y en el que su cambio de nombre “legal” sólo ha sido un pequeño paso más que, sin embargo, podrá ayudarles en circunstancias comprometedoras, como la que se puede dar en un aeropuerto al intentar subir a un avión con una niña en cuya documentación aparece la foto y un nombre de niño.

Abi precisa que se trata de una senda que ahora la familia transita “poquito a poco, volviendo a reestructurar la mente, los esquemas, la mirada y todo, porque al final no es más que eso: reestructurar”. Al igual que sus padres, sus hermanos viven con normalidad una situación en la que fueron ellos quienes ayudaron a la pequeña a elegir su nuevo nombre. “¿Qué te parece Lucía?”, le dijo un día el mayor. “Pues me encanta”, le respondió ella y “así fue”, rememora Labaien, quien rechaza la posibilidad de que su hija posea una madurez impropia de su edad para reivindicar su género.

“La identidad sexual ya está determinada, en todos los seres humanos, sean hombre o mujer, entre los dos y los cinco años”, Lucía así lo ha hecho con su feminidad y así lo manifiesta, pero “una cosa es la intensidad con la que cada niño lo reivindica y otra la intensidad con la que cada familia intenta escuchar”, opina Abi.

“Nosotros simplemente somos espectadores y lo que estamos haciendo es apoyarle en todo momento y seguir los tiempos que nos marca la niña, porque es su vida. Por mucho que sea pequeña, ni su padre ni yo somos dueños de su vida, lo que podemos hacer es guiarla, pero al final es ella la que nos tiene que señalar por dónde ir”, insiste.

Por ahora, Lucía, enamorada de la música y del ballet, que practica en sus horas extraescolares, prosigue con su vida “paso a paso”, al igual que sus padres, que aún no se plantean qué pasará a la hora de competir, si ella decide practicar algún deporte. No obstante, con la vista en el futuro, ambos reclaman al próximo Gobierno que se llegue a “formar” que tenga en cuenta la posibilidad de autorizar el cambio de sexo antes de los 18 años.

Los padres de Lucía quieren además que, en caso de que en el futuro la pequeña decida no tomar hormonas ni cambiarse de sexo porque se dé el caso de que “esté feliz con su cuerpo, nadie tenga derecho a decirle que es menos mujer por no pasar por esos tratamientos”. - Efe