BERANGO/SOPELA - “Me asomé al balcón y al ver el fuego a lo lejos en el monte no le di más importancia. Sin embargo, apenas cinco minutos después, volví a salir y ya tenía el fuego en casa”. Víctor Azkorra, vecino del número 27 de la calle Enrique Urrutikoetxea de Sopela fue uno de los cientos de ciudadanos de esta localidad que, junto a los de Berango, pasaron ayer la noche en vela a consecuencia del incendio desatado el domingo en torno a las 20.30 horas en la calle Sustatxa de Berango, una zona boscosa y repleta de vegetación, que rápidamente se propagó y llegó a calcinar más de 120 hectáreas aunque ayer ya se encontraba en “fase de control”, según los responsables del operativo.

En este sentido, debido al intenso viento procedente del sur, el foco del incendio se propagó a primera hora de la mañana de ayer por toda la zona de los montes Agirremendi -155 metros de altitud- y Munarrikolanda, -255 metros-, éste último situado entre el Alto de Umbe y Berango, por lo que fue necesaria la intervención de más de cien efectivos de los servicios de extinción y agentes forestales que trabajaron a lo largo de toda la noche del domingo y la mañana del lunes para tratar de controlarlo.

Precisamente, a través de la cumbre de Munarrikolanda es por donde alcanzó el fuego la localidad de Sopela, que se vio afectada por varios focos, en la zona de Urko y también en Gatzarriñe. En concreto, este fue el punto en el que las llamas estuvieron a punto de alcanzar la casa de Víctor. “Si se llega a prender el pino ese -en referencia a un árbol situado justo frente a su jardín-, prende la casa y el monte entero”, aseguró ayer con huellas de cansancio en el rostro, fruto de una noche en la que apenas pudo concebir el sueño. El fuego llegó a las puertas de su casa y únicamente la efectiva intervención de su hijo y de los bomberos impidieron que la situación acabase en tragedia. “Mi hijo vino con una manguera y mojó la zona más inmediata a la casa. Después llegaron los bomberos con un camión y dejaron un retén vigilando de madrugada la zona”, explicó aún nervioso y con el susto en el cuerpo.

También en alerta estuvo a lo largo de toda la mañana de ayer Manolo Ortíz de Guinea, vecino del número 50 de la calle Arana, Bilandis Setter, la última casa situada en la parte superior del polo industrial de Arene, en Berango. “Anoche -por el domingo- lo veía lejano pero esta mañana me ha llamado mi hijo y he visto que se había extendido”, señaló. En concreto, después de pasar la noche “tranquilo porque nos dijeron que no había peligro”, a las siete de la mañana hizo una vuelta de reconocimiento por los terrenos colindantes a su casa. “He visto un montón de maleza seca. Estas cosas pasan por dejadez. La cortan y luego no la retiran”, lamentó angustiado. Y es que a media mañana el foco principal del incendio de Berango se encontraba justo al lado de su vivienda. Sin embargo, el titánico esfuerzo de ocho agentes forestales que incluso le llegaron a decir que lo más probable es que fuese a perder su caseta de almacenaje de herramientas debido a la virulencia del fuego, y la llegada de refuerzos de los bomberos, -dos camiones bombeaban agua sin cesar a las 11.40 horas en la zona-, permitieron frenar el foco. Sin duda, también fue clave la llegada de dos hidroaviones, el 1323 y el 4323, enviados por el Ministerio de Medio Ambiente y con una capacidad de 5.500 litros de descarga, cuyos ávidos pilotos consiguieron frenar el avance del fuego hacia las casas de Berango y las laderas Sopela después de numerosas pasadas hasta las 17.00 horas. Un momento épico que tuvo como respuesta el emotivo aplauso de decenas de curiosos que contemplaban la escena, más aliviados tras la intervención aérea, imprescindible dadas las características tan abruptas del terreno.

Sobre esta línea, a escasos metros, en el número 44 de la calle Arana, tampoco daban crédito a la inmediatez con la que el fuego se propagaba. “Esta mañana se ha extendido rápidamente. En cosa de cinco minutos han aparecido varios focos y el viento sur ha ido arrastrando las llamas para arriba, hacia la parte del monte que va para Sopela”, comentó Felipe, que vive junto a la zona industrial de Berango y temía porque el fuego alcanzase también las industrias de la zona. Asimismo, también observó de cerca los enormes inconvenientes que sufrieron los bomberos ayer para atajar el fuego debido al terreno. “Por estas laderas de montes el camión no podía pasar y ha tenido que dar la vuelta”, relató. Por su parte, otro de sus vecinos explicó que la imagen de Berango y Sopela por la mañana era siniestra. “Larrabasterra parecía Londres con tanto humo”, afirmó. Además, incidió en el factor del viento como responsable de la peligrosa propagación del fuego. “Saltaba los cortafuegos por el viento”, subrayó.