MADRID. "Resulta urgente tomar las medidas adecuadas para poner fin a esas prácticas lesivas de la armonía social", han advertido los obispos, que alertan de que la "falta de energía" en su erradicación "puede abrir las puertas a indeseadas perturbaciones políticas y sociales".
Así lo han expresado en el documento "Iglesia, servidora de los pobres", aprobado en la última Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE) en la que los obispos expresan su preocupación por las consecuencias de la grave crisis económica, social y moral que vive el país.
Juan José Omella, obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño, ha sido el encargado de elaborar este documento, que apunta a la corrupción como "rasgo de la sociedad actual" y destaca que ésta supone una "grave afrenta" y es una conducta éticamente reprobable.
"Es una grave deformación del sistema político", ha asegurado Omella, quien ha urgido a "poner la transparencia y la honradez dentro del servidor de la sociedad y del servidor de la iglesia".
El documento destaca que los procesos de corrupción "que se han hecho públicos", derivados de la "codicia financiera" y "la avaricia personal", provocan alarma social y despiertan una gran preocupación entre los ciudadanos.
El enriquecimiento ilícito -denuncia- supone una "seria afrenta" para los que están sufriendo las estrecheces derivadas de la crisis y supone un "abuso" que quiebra la solidaridad y "siembra la desconfianza social".
Los obispos avisan, asimismo, de que los casos de corrupción despiertan la desconfianza de la sociedad en las instituciones públicas y causan un "progresivo menosprecio" de los ciudadanos por la política y sus representantes.
Ante esta situación, el documento, aprobado por la inmensa mayoría de los obispos de la CEE, apuesta por la regeneración moral "a nivel personal y social". Esta es una de las principales cuestiones que aborda esta instrucción pastoral que, según Omella, no es un documento político ni partidista, "ni la palabra de un contrincante político en tiempo electoral", sino la voz de la Iglesia que quiere "iluminar" la conciencia de los cristianos.
En él, los obispos cuestionan la superación de la crisis y avisan: "Hasta que no se haga efectiva en la vida de los afectados no nos conformaremos".
Ponen su mirada sobre los colectivos más afectados por la crisis como los jóvenes, los mayores de 50 años en situación de desempleo, los parados de larga duración o los inmigrantes, de quienes afirman que sufren "más que nadie" la crisis que ellos no han provocado, mientras que los países que los reciben recortan sus derechos y limitan los servicios sociales básicos.
Para Omella, los factores que explican esta situación son tanto económicos como morales, entre ellos el sometimiento a una economía "sin rostro humano", el predominio de la cultura del "aquí y ahora" y un modelo social centrado en la economía y la idolatría de los mercados.
"La tarea más urgente de nuestra sociedad es afrontar las raíces de la pobreza", ha señalado Omella, quien ha reclamado un pacto social contra la pobreza y que los poderes públicos pongan en marcha medidas fiscales, de distribución de los bienes o de humanización del trabajo.
Ha pedido que se recupere la dimensión ética de la economía para que ésta sea más inclusiva y ha advertido de que la actividad económica no puede resolver todos los problemas sociales.
El portavoz de la CEE, José María Gil Tamayo, ha confiado en que este documento llegue a toda la sociedad y ha pedido a los católicos que actúen con coherencia y que su fe no se quede relegada al ámbito privado, sino que se vea reflejada en su profesión y en la vida política.
"El espacio público no debe ser aséptico, los cristianos tienen derecho, como el que más, a expresar sus opiniones sin acomplejarse", ha subrayado Gil Tamayo, quien ha pedido a los fieles que, en el ejercicio de su voto, sean coherentes con los principios de su fe.