París/Bilbao - Andreas Lubitz, alemán de 28 años y copiloto del Airbus A320 que se estrelló el martes en los Alpes, hizo colisionar el aparato de forma voluntaria aunque sin aparentes razones terroristas, según las primeras conclusiones de la investigación. El fiscal del caso, Brice Robin, hizo públicos ayer los descubrimientos tras el examen de la grabación sonora extraída de una caja negra, de lo ocurrido en los treinta últimos minutos en la cabina del avión de la compañía Germanwings, que hacía el trayecto entre Barcelona y Düsseldorf con 150 personas a bordo.
El relato de lo sucedido, que apunta hacia un hipotético desequilibrio psicológico del copiloto -sin descartar otras motivaciones- ha estremecido a todo el mundo. En los primeros veinte minutos, el copiloto mantuvo una conversación “normal y cortés” con el comandante, pero cuando se oye al comandante preparar el informe para el aterrizaje en Düsseldorf, el copiloto responde de forma “lacónica”.
En ese momento, el comandante le pide al copiloto que tome el mando -presumiblemente para ir al aseo a hacer sus necesidades- y se escucha el movimiento de una de las butacas y una puerta que se cierra. Una vez se queda solo, el copiloto acciona el sistema de descenso y ya no vuelve a hablar hasta el momento de la colisión contra la montaña.
El comandante de la nave trata de regresar a su puesto, para lo que llama a la puerta y se identifica varias veces a través del interfono. Al no poder abrirla trata de derribarla por la fuerza, algo imposible porque está blindada. Los controladores aéreos de la torre del aeropuerto de Marsella tratan de contactar con Lubitz y lanzan un mensaje de socorro, pero este permanece en silencio y solo se escucha una respiración “normal” hasta el momento del impacto.
“No se han enterado”
Lubitz, que había comenzado a trabajar para Lufthansa -matriz de la aerolínea de bajo coste Germanwings- en 2013, tenía una experiencia de 630 horas de vuelo. Según el fiscal, las pesquisas se centran en el entorno del joven, cuya familia se ha desplazado hasta el lugar de los hechos, pero no se ha juntado con los allegados de los pasajeros. Antes de comparecer ante la prensa, el fiscal se reunió con unos 200 familiares de las víctimas en el aeropuerto de Marsella para trasladarles toda la información de la que disponía, que había sido filtrada en parte la noche anterior al diario The New York Times.
Los parientes de las víctimas llegaron ayer en autocar y en sendos vuelos fletados por Lufthansa desde Barcelona y Düsseldorf a la localidad de Le Vernet, cercana al lugar del siniestro, para visitar la capilla ardiente. Según distintos testimonios, los familiares se derrumbaron al escuchar las explicaciones del fiscal, quien les informó que los pasajeros no se dieron cuenta de que lo que estaba pasando en cabina “hasta el último momento”, ya que solo se escuchan gritos en los instantes finales de la grabación de la caja negra.
En Lufthansa no se explican las razones del comportamiento de su copiloto y defienden los protocolos de selección de personal de la compañía matriz y de su filial, Germanwings. El sistema incluye evaluaciones técnicas, médicas y psicológicas. El presidente de la operadora germana, Carsten Spohr, aseguró que Lubitz era “cien por cien apto” para trabajar y su actitud, “impecable”. “Ni en nuestras peores pesadillas podíamos imaginar algo así”, lamentó.
La policía alemana inició una investigación en el entorno de Lubitz tras conocerse su posible implicación en el desastre aéreo del vuelo que viajaba de Barcelona a esa ciudad del oeste de Alemania. Los investigadores registraron ayer la casa que el alemán de 28 años tenía en Düsseldorf, así como el domicilio paterno del copiloto en la cercana ciudad de Montabaur. Por su parte, el ministro de Interior alemán, Thomas de Maizière, descartó el móvil terrorista.
En cuanto a la identificación de los cuerpos, el fiscal de Marsella aseguró que llevará “ciertas semanas” y que, cuando concluya ese proceso, serán entregados a sus familias. Según dijo, los restos mortales de las 150 personas que iban a bordo del A320 están esparcidos en una zona de dos hectáreas en la que hay especialistas de montaña acompañados por investigadores. Este personal se encarga de recuperar restos y enviarlos a bordo de un helicóptero.