El primer caso de contagio del virus del Ébola fuera de África provocó en España una crisis que rebasó con creces el ámbito sanitario. Las duras críticas a la gestión por parte de la oposición, los profesionales y la mayor parte de la sociedad cayeron como un aguacero sobre el Gobierno.

Hasta tal punto fue cuestionada esa gestión, en un primer momento pilotada por el Ministerio de Sanidad, que tuvo que ser la propia vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, la que tomase las riendas al ponerse al frente de un comité científico.

Las alertas de la crisis se encendieron el pasado 6 de octubre cuando Teresa Romero se convirtió en la primera persona contagiada fuera de África.

Esta auxiliar de enfermería se había ofrecido de forma voluntaria para atender a los dos misioneros españoles infectados que fueron repatriados desde el continente africano y se contagió cuando atendía al último de ellos, Manuel García Viejo.

Además de los dos misioneros fallecidos, el ébola “se ha llevado por delante” al consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Javier Rodríguez, que fue cesado, no por su gestión, sino por sus “desafortunadas” declaraciones sobre Romero.

El ya exconsejero ha sido la única víctima política que se ha cobrado la epidemia, puesto que la principal responsable sanitaria, Ana Mato, también en el ojo del huracán de las críticas, resistió a las numerosas peticiones de dimisión. Finalmente, fue la trama Gürtel la que provocó su decisión de dejar el Ministerio.

La dimisión de Mato se produjo apenas una semana antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara a España país libre de ébola. Era el 2 de diciembre y se habían cumplido 42 días desde que Teresa Romero superara la enfermedad.

la recuperación de teresa Un periodo durante el cual no se confirmó ningún otro contagio, a pesar de que una cooperante de Médicos Sin Fronteras se encontraba en observación en el Hospital Carlos III de Madrid tras ser repatriada desde Malí, donde se pinchó accidentalmente con una aguja que había estado en contacto con material contaminado. La cooperante recibió el 11 de diciembre, el alta después de que se cumplieran los 21 días de cuarentena establecidos para descartar el contagio.

Desde el punto de vista sanitario, España ganó la primera batalla al ébola con la recuperación de Teresa Romero, que desde que se hizo público su contagio centró las primeras páginas de los periódicos y abrió los informativos no solo en España, sino en gran parte del mundo.

Ampliamente criticada fue la rueda de prensa en la que la entonces la ministra, Ana Mato, confirmó el contagio de Romero. Una comparecencia pública, según la oposición, que en vez de tranquilizar, generó más inquietud entre la población ante una enfermedad desconocida en España.

El motivo del contagio de la auxiliar de enfermería, que aun no se ha desvelado, puso en tela de juicio las medidas de protección con las que contaban los profesionales que habían atendido a los dos religiosos infectados.

También las especulaciones sobre cómo se pudo infectar Romero provocó unas polémicas declaraciones del ya exconsejero madrileño al acusar a la paciente de ocultar información sobre su estado de salud, que propiciaron las peticiones de dimisión.

Fue días después cuando el Gobierno tomó el control de la crisis con la creación de un comité científico, al frente del cual se situó la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría.

Este comité, asesorado por un grupo de científicos, empezó a informar a diario sobre el estado de salud de Romero, una decisión con la que se pretendía acallar las críticas al Ministerio sobre su falta de transparencia en esta crisis.

miedo al contagio Los expertos no solo daban cuenta de la evolución de la auxiliar sino también de la situación de los quince contactos de alto riesgo que estaban aislados en el Carlos III, entre ellos, el marido de Romero, Javier Limón, y de las otras 68 personas sometidas a vigilancia domiciliaria.

El miedo al contagio se extendió entre la población, especialmente en la localidad madrileña de Alcorcón, donde reside Romero, y llevó a la Comunidad de Madrid a sacrificar al perro de la pareja, Excálibur, el hijo que nunca tuvieron, y que desencadenó numerosas protestas.

El perro se convirtió en otra víctima de una crisis, que como aspecto positivo, ha servido para constatar el buen hacer de los profesionales sanitarios y la calidad del Sistema Nacional de Salud, que ha podido contra este virus.

También ha abierto los ojos del primer mundo a la realidad de una enfermedad que ha costado la vida a cerca de 6.000 personas y ha supuesto un reto para los sistemas de salud de zonas no endémicas.