Galdakao - Andan los padres de Hodei Egiluz con los sentimientos y la tristeza más revueltos que de costumbre. El martes hará un año que recibieron la llamada que truncó sus vidas. Un amigo de su hijo les alertó de que llevaba dos días sin aparecer y aquella mañana tampoco había acudido al trabajo. Desde entonces, poco más han sabido de él: que fue atracado dos veces, que desapareció junto a un caudaloso río... Y ahí se desvanecen todas sus esperanzas. Minutos antes de partir hacia Amberes, donde se le perdió el rastro, Pablo Egiluz reunió fuerzas para manifestar públicamente que no cejará en su empeño de buscarle, que no parará hasta dar con la verdad, aunque se le vaya la vida en ello. Cuenta que se apoya en su mujer, Koro Diaz, para seguir adelante, aunque a ella se la ve consumida por la pena.

Su mujer dijo, en su día, que ella no era una “madre coraje”, sino una “madre débil y destrozada por el dolor”. ¿Cómo se encuentran ustedes, un año después de la desaparición de su hijo?

-Fuertes. Unas veces estás hundido y otras veces te levantas y dices: Ahí esta Hodei y hay que buscarlo. De todas maneras, ella sí que está mal, pero es mi piedra angular.

Los padres de otras personas desaparecidas dicen que les cuesta hasta levantarse cada día de la cama. ¿Es su caso?

-Cada día me cuesta levantarme, cada día. Hay veces que me cuesta media hora o una hora. Otras veces, dos minutos. Digo: Venga, sin pensármelo. Si lo pienso, me cuesta mucho más. Y me levanto y voy a trabajar. He ido a trabajar todos los días, no he faltado ni uno. Siempre estoy pensando en lo que tengo que hacer en el trabajo, en lo que tengo que hacer en la búsqueda de Hodei, pensando en hablar con toda esta gente y todo el tiempo trabajando desde la mañana hasta la noche.

No se ha quedado paralizado.

-No. Hay momentos en que cojo un descanso, pero no.

¿Duermen pegados al teléfono a la espera de una llamada?

-No. Yo a mi móvil le suelo quitar el sonido.

¿Para poder dormir?

-No duermo, pero le quito el sonido para intentarlo. Al teléfono de casa no le quitamos el sonido. Si nos llaman en un momento dado, bienvenido sea.

Supongo que no querrán perder la esperanza de encontrar a su hijo salvo y sano, pero ¿qué les dice el corazón? Cuando habla con su mujer, en su fuero interno, ¿qué piensan que ocurrió?

-La verdad es que no tenemos ni idea. Unas veces, cuando estamos decaídos, pensamos que lo han matado y no, como decían al principio, por un accidente. Y otras veces pensamos que nos queda esa posibilidad de que le haya podido pasar algo, que alguien se lo haya llevado, porque hubo movimiento de coches en esas horas. No sabemos. Él estaba pidiendo ayuda. A unos chicos les dijo que lo llevaran en su coche. No sabemos si también se lo pudo decir a otros y lo llevaron.

Tenía entendido que los jóvenes que lo vieron aquella madrugada le ofrecieron llamar a la Policía o a un taxi y él no contestó.

-Él cruzó la calle y les pidió ayuda. Les dijo que le ayudaran y que lo llevaran y Hodei habla perfectamente inglés, aunque tenga acento sureño, como decían ellos. Ellos le entendieron. No sé en qué estado estaría él de desorientación como para que no llamaran a la Policía. Ellos, si eran responsables, podían haber decidido llamar a la Policía sin tener mi hijo que contestarles.

¿Qué ha sido lo más duro de este año, tras aquella primera llamada en la que un amigo os comunicó que había desaparecido?

-Ha habido altibajos, pero todo el año ha sido duro. Ahora este momento está siendo muy duro también porque realmente es un año, hay mucho movimiento y todo esto al final te remueve mucho los sentimientos y la tristeza.

Imagino que les costará regresar a Amberes, el lugar donde se perdió el rastro de su hijo.

-A mí andar por allí no me cuesta, porque estás haciendo algo. Le estás buscando, estás pensando en lo que estás haciendo en ese momento y, entonces, casi no te das ni cuenta. Hay momentos en que sí.

Donde más le echarán en falta será en casa.

-Sí.

Un padre nunca arroja la toalla ¿no?

-Jamás. Cuando estuvimos en el encuentro de Arrigorriaga todos los padres y familiares de personas desaparecidas nos enseñaron que no se arroja la toalla. Siempre se está buscando.