Las grandes epopeyas, las odiseas, los viajes fabulosos, las aventuras extraordinarias y las mejores historias tienden a nacer inesperadamente, de modo insignificante, como si un chasquido del azar o un pellizco del destino las hubiera puesto ahí, a hurtadillas, para quien esté dispuesto a cogerlas. Un lugar común para Quijotes, visionarios, quiméricos, soñadores... En esa acera reservada para valientes y curiosos se paseaban las mentes inquietas de Joaquín Muñoz y su socio, Pablo Fernández, gestores de Abanlex, el pequeño bufete madrileño que ha noqueado al gigante Google al lograr que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea reconozca el derecho al olvido en internet, cuestión que planteó su cliente, Mario Costeja, que deseaba borrar unos datos personales inexactos que circulaban por la red y que nada tenía que ver con la realidad.
Mario empezó a caminar para preservar sus derechos. Siempre hay un primer paso para un viaje de mil millas o de varios años. "Nuestro viaje hacia lo desconocido comenzó en un blog en 2008", explica un feliz y satisfecho Joaquín Muñoz, que junto a su compañero de estudios cosió el derecho, su profesión, a la tecnología, una de sus aficiones. "Mi socio y yo hicimos un máster y nos especializamos en derecho tecnológico por la inquietud que teníamos sobre el mundo de internet, software...". Esas dos ideas enhebraron el despacho de abogados al que llegó Mario Costeja con la intención de elevar su voz en los tribunales. Tardaron en encontrarse. "Se puso en contacto con nosotros después de leer en un blog las reflexiones que hacía sobre el uso de los datos personales en internet", dice Joaquín Muñoz sobre el inicio en 2010 de aquella peripecia, que necesitó un tiempo de cocina antes de que despegara definitivamente. "Nuestros clientes son empresas. Casi nunca aceptamos clientes individuales, pero el caso de Mario nos llamó la atención. Él había tanteado a otros abogados que le trasladaron la idea de que no podía hacer nada".
Terreno por explorar Ese detalle sirvió de chispa para encender el motor de un reto mayúsculo, un trayecto del que se desconocía el final por la ausencia de una jurisprudencia sobre el asunto que se planteaba. Además, el hecho de adentrarse en un territorio aún por explorar, prácticamente virgen, "porque las cuestiones de derecho y legislación en internet se están construyendo" sedujo el espíritu emprendedor del joven abogado. "Teníamos claro que existía base jurídica para la demanda y él estaba muy interesado en seguir adelante. Insistió", subraya Joaquín. La perseverancia de Mario Costeja y el impulso del letrado construyeron el caso. Comenzaba la partida de ajedrez en el tablero de Internet donde las reglas todavía se están redactando. Con el primer movimiento, el bufete trató de que la empresa editora de la información que apuntaba a Mario Costeja la borrase. No lo consiguieron. Después, Joaquín se centró en Google, el buscador de Internet -"que no es el responsable principal", estima- que llevaba a las páginas de la publicación cuando se escribía el nombre de su cliente en el mayor rastreador de páginas web del mundo. "Ninguna de la partes asumía la responsabilidad", rememora el abogado.
La negativa de la empresa editora de la publicación on line y de la compañía del buscador, -"algo que esperábamos", dice Joaquín Muñoz- no frenó al abogado, que entendía que se producía una situación de clara indefensión hacia su cliente. El siguiente movimiento era buscar aliados. Para ello, Muñoz solicitó la tutela de la AEPD (Agencia Española de Protección de Datos). "Pedimos que exigiese al responsable de la publicación on line de La Vanguardia que eliminase o modificase la publicación de los datos personales del afectado o bien utilizase las herramientas (estándares de exclusión de robots) que los buscadores siguen para proteger la información personal. Al mismo tiempo también se solicitó, subsidiariamente, que se exigiese a Google Spain o Google Inc. que eliminasen o bien ocultasen dichos datos para que no fueran incluidos en sus resultados de búsqueda y no relacionasen la búsqueda del nombre y apellidos del afectado con los enlaces a la hemeroteca". La partida de ajedrez había derivado en el filo de la esgrima.
Otra negativa A finales de julio de 2010, la Agencia Española de Protección de Datos amplificó la reclamación del demandante contra Google, no así frente a la editora de la publicación, instando a la compañía estadounidense a que adoptase las medidas necesarias para retirar los datos de su índice e imposibilitase el acceso futuro a los mismos. "La resolución de la Agencia Española de Protección de Datos era muy valiosa para nosotros. Había base jurídica. Teníamos esperanza", relata Joaquín Muñoz. Google, empero, no estaba dispuesta a recular ni un centímetro. "Sus abogados han ganado la gran mayoría de los pleitos que tienen que ver con su actividad, han ganado casos superimportantes", señala el joven abogado. La empresa, cuya capacidad económica es infinitamente más grande que los recursos que pueda manejar un particular, no tenía ninguna intención de alterar su discurso inicial y así lo indicaron sus abogados, que recurrieron contra la resolución de la AEPD en la Audiencia Nacional. "El caso, aunque jurídicamente complejo, era muy bonito. Es un reto de los que gusta asumir, muy alejado del día a día. La causa era un gran aliciente para nosotros".
La relevancia de la causa no era menor, tampoco las incontables aristas de un asunto espinoso. La Audiencia Nacional decidió elevar la disputa judicial al Tribunal de Justicia de la Unión Europea. En Luxemburgo se viviría el duelo final. "Llegar hasta allí no resultó sencillo, pero significaba que estábamos más cerca", apunta Joaquín. En la solemnidad de Luxemburgo se arremolinaron las partes en litigio para la vista. El caso bien merecía un pelotón de abogados. Google, la AEPD, la Comisión Europea, el abogado de Austria y, Joaquín Muñoz, socio de Abanlex, en representación de Mario Costeja, se personaron en la Gran Sala para ofrecer sus conclusiones ante los trece jueces que la componen. "Es algo que impresiona. Para un abogado llevar un caso hasta Luxemburgo es algo importante", analiza. Llegar hasta ese punto era de "por sí un triunfo" porque se demostraba que existían lagunas en la legislación que debían de ser reguladas. El martes y trece los jueces leyeron la sentencia. "Ganamos sin trucos", bromea Joaquín Muñoz. La fecha, maldita para los supersticiosos y también para Google, fue un subidón para Mario Costeja, el David que derrotó a Goliat.