No cuesta lo mismo mantener un recluso detenido en Bulgaria o Ucrania que en Suecia o San Marino. Aunque el coste de la vida no es ni de lejos parecido en unos y otros países, los números absolutos -sin tener en cuenta el PIB u otros indicadores económicos- son ilustrativos de la distancia que les separa. Cada preso le cuesta a Sofía y Kiev del orden de 3 euros por día frente a los 750 que se ven obligados a dedicar en el tercer estado más pequeño de Europa o los 621 euros del país nórdico. Se trata de uno de los numerosos datos recogidos en el informe sobre la situación penitenciaria publicado esta semana por el Consejo de Europa. El organismo alerta de nuevo de que de cada 100 plazas disponibles en las cárceles europeas nada menos que 98 están ocupadas. Un dato revelador, que aunque esconde enormes diferencias por país, muestra hasta qué punto están saturados y superpoblados los centros penitenciarios europeos.

La palma se la llevan Serbia, con 160 reclusos por cada 100 plazas disponibles, pero también países mucho más cercanos. En Italia, por ejemplo, la densidad de presos supera en un 45% el de plazas disponibles, en Chipre un 40%, en Hungría un 39% y en Bélgica un 32%. Las mismas divergencias existen en cuanto al coste por preso y día, un cálculo que incluye en general desde el gasto administrativo, hasta la seguridad, la sanidad o los programas de rehabilitación y formación. Más allá de San Marino y Suecia el coste no es para nada desdeñable en Noruega (277 euros), Liechtenstein (230 euros), Holanda (202 euros), Luxemburgo (189 euros), Dinamarca (183 euros diarios), Irlanda (179 euros), Finlandia (162 euros), Andorra (158 euros) o Islandia (140). Todos ellos por encima de la media (103 euros) y con costes diarios que duplican e incluso triplican el de España donde se sitúa en los 65 euros por día. En general y según apunta el informe, los países que dedican más dinero por preso son aquellos con una población reclusa más baja.

El análisis, basado en datos de 2012, muestra otras conclusiones sorprendentes. Por ejemplo, de los 1,73 millones de reclusos que hay en los 43 países que respondieron al estudio -que suman el 90% del Consejo de Europa y no incluye a Rusia, que no responde desde 2006- un 25% están en la cárcel sin una sentencia firme. El 12% son objeto de penas que superan los diez años pero el 25% cumplen condenas de entre uno y tres y un 20% de un año o menos. Una tendencia que se mantiene pese a los numerosos llamamientos realizados desde el comité para la prevención de la tortura del Consejo de Europa para utilizar la prisión solo como último recurso y apostar por medios alternativos para las penas más cortas, como servicios a la comunidad, el uso del brazalete económico o restricciones de movimiento, y que muchos países -solo el 7% de los acusados en espera de juicio fueron puestos en libertad condicional- no hacen.

Entre los que sí han apostado por vías alternativas destaca por ejemplo Holanda, que ha conseguido reducir su población carcelaria en un 22% en la última década. Este país contaba al 1 de enero de 2012 con 11.324 reclusos, 67 por cada 100.000 habitantes, una densidad de 85,8 y una estancia media en prisión de 3,5 meses. Una evolución que ha permitido liberar espacio y que otros países vecinos donde la tendencia no es tan positiva aprovechen sus recursos. Este es el caso de Bélgica, el segundo país de Europa occidental donde más aumentó el número de reclusos entre 2003 y 2012, solo por detrás de Chipre, con un 32%. Una tendencia que lleva años obligando a las autoridades a federales a alquilar a su vecina Holanda la prisión de Tilburg -el contrato se renovó en diciembre pasado por un año más- con capacidad para 650 presos y un coste anual de 42 millones de euros.

La fotografía, elaborada por el profesor de la Universidad de Lausana Marcelo Aebi, también muestra que la proporción de extranjeros encarcelados no supera en general el 10% aunque la realidad es bien distinta en el este y el sur de Europa con porcentajes que oscilan entre el 30 y el 75%. Encabeza la tabla Andorra donde el 78% de los presos son extranjeros, seguido de cerca por Suiza (74%), Luxemburgo (69%), Liechtenstein (63%) y Chipre (53%). En cuando al sexo de los reclusos, apenas el 5,4% son mujeres aunque hay países -Chipre, Finlandia, Hungría, Islandia o España- con una población femenina muy superior e incluso el 22% en Mónaco. En cuanto a edad, la media está en los 34 años y el 14% está condenado a penas superiores a los 10 años. El hurto y el robo siguen siendo los delitos más habituales (32,9%), seguida del tráfico de drogas (17,1%) y los homicidios (13%).

Perfil de España Es uno de los países de Europa occidental con el número más elevado de reclusos por habitante, un total de 147 por cada 100.000 personas y una población encarcelada que ascendía en 2012 a 69.621 personas, una reducción de más del 5% respecto a 2011. Según el análisis, la edad media de las personas que están en prisión es de 36 años -60 de los reclusos en 2012 tenían más de 80 años y 349 entre 70 y 80 años- y suelen estar 19 meses de media. De ellos, el 7,6% son mujeres y el 33,6 extranjeros, uno de los ratios más elevados entre los países que forman parte del Consejo de Europa. Además, casi el 20% se enfrenta a penas que superan los 10 años de cárcel, un umbral que entre los países de la UE solo superan Italia (21,6), Luxemburgo (23,8), Inglaterra y Gales (24,5), mientras que los delitos más comunes son el robo y el tráfico de drogas. El 7% de los reclusos están encarcelados por homicidio o intento de homicidio en centros que emplean a más de 29.000 personas.

1.737.061. Es el número de presos cumpliendo condena en cárceles europeas.

21 de los 47. Países analizados por el Consejo

de Europa tienen

cárceles masificadas

El 13% de los encarcelados son extranjeros. El porcentaje más elevado está en Suiza (74%) y el más bajo en Rumanía (1%).

Un 25% de los encarcelados. Los están sin sentencia firme (entre el 49% de Holanda y el

8% de Polonia).

El delito más común. Es el robo seguido del tráfico de drogas mien-

tras que el 13% está encarcelado por homicidio, un porcentaje que se dispara al 41,8% en Albania, el 26,7% en Modalvia, el 23,9% de Lituania y el 23,8% en Finlandia.