donostia/Bilbao. Las previsiones meteorológicas dieron en el clavo. La alerta roja estaba activada. La población prevenida y todos los servicios de emergencia en guardia. Pero nada se pudo hacer frente al poder de la naturaleza que, en forma de olas de hasta diez metros de altura, devoró la costa vasca. Ese estado de tensión quizá evitó que se produjeran víctimas mortales, como la del joven senegalés que fue aplastado por una ola a principios de semana en el puerto de Ondarroa. Pocos recuerdan una tempestad de las proporciones que mantuvo en vilo a los pueblos y ciudades del frente costero vasco, provocando numerosos daños materiales.
Donostia y Bermeo fueron la zona cero de la furia del mar. La coincidencia de olas gigantes (de más de 9,26 metros a 20 millas del Puerto de Bilbao) con la pleamar y las mareas vivas hicieron de esta marejada la tormenta perfecta.
La costa guipuzcoana amaneció devastada por un temporal que ya ha pasado por derecho propio a los anales de la historia. Las olas de siete metros que tanto se temían llegaron a elevarse por encima de los once, con inmensa capacidad destructora, provocando destrozos en municipios como Getaria, Zarautz u Orio, pero ensañándose con especial virulencia en Donostia, una ciudad a merced de la naturaleza. La marea embravecida le golpeó sin compasión, y el Ayuntamiento de Donostia estudiaba ayer pedir la declaración de zona catastrófica.
El oleaje se enseñoreó como nunca lo había hecho, avanzando por la desembocadura del río Urumea con inmensa capacidad destructora y derribando, como si de un castillo de naipes se tratara, toneladas de piedra y hierro forjado. El azote del mar obligó a cerrar los puentes del Kursaal, María Cristina y Mundaiz, que perdieron parte de su barandillado. Estos pasos estuvieron cerrados a primera hora de la mañana, con bloques de mármol esparcidos por la calzada, que no dejaron de ser fotografiados durante toda la jornada.
la hora de la pesadilla
Entre las cinco y las seis
Lo peor se registró entre las 5 y las seis de la mañana, coincidiendo con la pleamar. Centenares de curiosos madrugaron para hacer fotografías. Otros muchos regresaban de juerga y caían al suelo empujados por las olas en uno de los peores temporales que se recuerdan. "Hemos de congratularnos de que no ha habido daños personales", declararía horas después la consejera de Seguridad del Gobierno Vasco, Estefanía Beltrán de Heredia.
El agua entraba por la Parte Vieja como si de un afluente del río se tratara. A las 6.00 horas, con la mar rozando los cinco metros de altura, las olas rompían en el Paseo Nuevo y se colaban por la calle 31 de agosto hasta la altura de la plaza de la Trinidad. A esas horas, la calle 31 de agosto era una piscina cuyas aguas llegaron a alcanzar la Plaza de la Constitución.
De este a oeste. Ningún pueblo costero guipuzcoano se libró del rotundo golpe que el mar Cantábrico azotó al litoral. Hondarribia, Pasaia, Orio, Zarautz, Getaria, Zumaia, Deba y Mutriku no olvidarán las impresionantes olas del 2 de febrero de 2014, pero sobre todo serán los zarauztarras los que no podrán borrar de su mente las imágenes del mar arrancando 200 metros de la pared del inexpugnable puerto y sumergiendo bajo el agua el Malecón.
La fotografía que la fase más dura del temporal dejó en el interior del puerto de Getaria fue la de choques de los cascos de los barcos más grandes y el destrozo de las txalupas más pequeñas.
En Bizkaia el fuerte oleaje destrozó varios tramos del muro de hormigón que protege el puerto pesquero y deportivo de Bermeo, donde una de las partes del espigón se derrumbó por la fuerza del mar, dejado desprotegidas varias de las lonjas donde los pescadores guardan sus aparejos.
Enviando olas de hasta siete metros, los puertos de Mundaka, Elantxobe, Lekeitio y Ondarroa tampoco se libraron de la violencia del Cantábrico. En Ondarroa el mar alcanzó a 27 vehículos aparcados en una zona portuaria, donde las olas generaron diversos desperfectos menores en las instalaciones. En Lekeitio la estampa fue parecida. Los pocos pesqueros con base en la dársena se prepararon para lo peor y pudieron salvar la noche. Ambas localidades requirieron la atención de los efectivos del parque de bomberos de Markina-Xemein.
Diferente era la imagen de ayer a la mañana en el paseo que enlaza la localidad con la playa de Karraspio, en la vecina Mendexa. La inusitada fuerza del mar provocó en derrumbe de medio centenar de metros de paseo, cuya acera y mobiliario terminaron a nivel del arenal. Tras una primera valoración de los daños, técnicos de la Diputación de Bizkaia evaluarán hoy los daños. Ayer, el diputado de Medio ambiente, Iosu Madariaga, se acercó a la playa mendexarra.
Mundaka y Elantxobe también vieron como el fuerte oleaje causó daños de importancia en sus puertos. En Elantxobe -como en los últimos temporales- el club de remo sufrió daños, igual que varias instalaciones portuarias, las lonjas y establecimientos hosteleros ubicados en primera línea del mar.
La noche del sábado al domingo no fue nada fácil en el pequeño núcleo de Pobeña (Muskiz), donde sus habitantes se vieron afectados por el oleaje que, procedente de la playa de La Arena, remontó el río Barbadun para infiltrarse en el arroyo Valle y llegar hasta sus casas (situadas a más de 300 metros de la desembocadura). Bares, viviendas, txokos y sótanos, ubicados en la calle Pobeña fueron presa del agua .
El día comenzó a despuntar en Eskuinaldea con olas en mitad de El Abra y la boya de Azti que mide las olas flotando a kilómetros de distancia de su ubicación habitual, en la playa de La Salvaje cuya cuesta de arena fue engullida por la fuerza del agua. Getxo también sufrió la voracidad del mar. Las paredes de agua llegaron hasta el paseo de Ereaga, saltando vallas y derribando sin piedad varios tramos del muro próximo al Puerto Viejo. El Puerto Viejo, que al igual que parte del paseo de Ereaga y las playas de Arrigunaga y Azkorri, permaneció cortado al tránsito de peatones desde las 15.00 horas del sábado, también fue víctima del temporal marítimo.