SANTANDER. Las visitas, que comenzarán este mes, tienen como objetivo comprobar el efecto sobre las valiosas pinturas rupestres de la presencia humana en la cueva, a la que se accederá con un traje especial y bajo un estricto protocolo de seguridad.
Cada semana, cinco personas y un guía harán una visita de 37 minutos, para lo que deberán vestir mono desechable, gorro, guantes, mascarilla y calzado especial, y no para protegerse de una posible epidemia sino más bien lo contrario.
Lo que se quiere es salvaguardar la cueva, cerrada al público desde 2002, de la presencia humana, de manera que las pinturas de bisontes, caballos, o ciervos sigan visibles en Altamira para las generaciones futuras.
Esas son las condiciones que ponen los científicos para quienes accedan a Altamira en estas visitas experimentales, que comenzarán en los próximos días y se mantendrán hasta agosto como parte de los estudios que se realizan desde 2012.
El azar decidirá quién entrará en la cueva. Un día a la semana, aunque no siempre el mismo, los visitantes del Museo podrán dejar sus datos para entrar en un sorteo y ser una de las cinco personas que accedan a la cueva original ese día.
El anuncio del inicio de estas visitas experimentales ha supuesto un incremento "muy significativo" de las consultas por teléfono y en las redes sociales del Museo de Santillana del Mar, han señalado fuentes de la institución.
"La gente pregunta qué hay que hacer", porque la noticia se anuncio el pasado sábado y los interesados "solo han tenido el eco de la prensa", han precisado.
Desde este mes y hasta agosto, cuando se prevé que termine esta fase experimental de los estudios científicos, unas 190 personas visitarán el interior de Altamira, con lo que se intentará testar el efecto de la presencia humana sobre la piedra y la roca cubiertas por los célebres dibujos del Paleolítico.
Cuando se compruebe cómo reacciona la cueva se decidirá si Altamira se abre al público definitivamente o si es necesario seguir preservando su interior.
Pero ahora, como si del retiro temporal de una gran estrella se tratase, los doce años de clausura parecen haber acrecentado el anhelo del público de penetrar en la cueva cántabra.
El cierre solo se ha visto interrumpido en los últimos doce años por las expediciones científicas, que se suceden para controlar la evolución de las figuras y grabados.
Las visitas experimentales han reavivado también el interés de los inscritos -más de 4.000- en una lista para poder visitar la cueva y que comenzó a formarse en 2002, el año de su cierre.
Pero estas personas deberán esperar a saber si la cueva, con pinturas de 35.000 años de antigüedad, se reabre de manera definitiva una vez que se tengan todos los datos.