manila. Reside junto a otros cuatro vascos en el norte de Filipinas, a unos mil kilómetros del devastador ojo del tifón, pero no por eso vive tranquilo o indiferente ante el drama humanitario engendrado por Haiyan. De hecho, hace dos semanas, el paso de otro vendaval asoló el valle de Santa Ana Cagayan, donde Xabi Garate -natural de Berriatua y profesional de la cesta- lleva asentado algo más de tres años.
Las secuelas de aquel tormentón, aunque más superficiales también se dejaron notar: tejados, árboles, postes de luz,.... "Hasta ayer hemos estado sin electricidad. Ahora parece que ya está todo recuperado", expresaba a DNA. Eso sí, las macizas rachas de viento de esa última vez -hasta 250 kilómetros por hora, decía- despertaron la preocupación entre la población local, acrecentada por Haiyan ya que, según indicaba Garate, "hay muchos que tienen familia allí [en la zona afectada] y no pueden hablar por teléfono y no saben nada".
El tifón que barrió el valle de Santa Ana Cagayán hace un par de semanas no ha sido el único episodio de climatología extrema que le ha tocado soportar desde que se estableció allí. "Unos cuatro o cinco habrán sido", recordaba. Hace tres años, por ejemplo, el paso de Megi provocó daños materiales en el Frontón Bizkaia pero esta vez la cancha ha salido indemne.
No en vano, este edificio se ha convertido en el punto de refugio de los habitantes de Santa Ana de Cagayán cuando las autoridades avisan de la entrada de un frente. Y es que, como explicaba Garate, el frontón dispone de un generador autónomo de electricidad que, en esas terribles ocasiones, se convierte en el hogar provisional de centenares de familias.