No pasa un día sin que en un lugar de la Unión Europea se denuncie la desaparición de un menor. Es más, se calcula que cada dos minutos se pierde un niño en algún país europeo. La desaparición siempre es un drama y cada minuto que pasa sin que se resuelva el caso se convierte en un calvario para los familiares. Un niño desaparecido puede haberse escapado de casa o de una institución, haber sido secuestrado por un familiar o por una tercera persona, o puede haberse perdido o accidentado. Entre los menores desaparecidos también se cuentan los inmigrantes menores de edad no acompañados. Los niños sobre los que se ha dado aviso de desaparición son con frecuencia víctimas de la violencia, el abuso sexual o la explotación laboral y, en los casos más extremos, de la tortura y el asesinato.
Los casos célebres son de sobra conocidos. El más mediático es el de Madeleine McCann, la niña que a pocos días de cumplir cuatro años fue supuestamente secuestrada en mayo de 2007 mientras dormía en un hotel en Playa de la Luz (Algarve) y sus padres, Gerry y Kate McCann, cenaban en un restaurante cercano con amigos. La policía portuguesa cerró el caso y la dieron por muerta, no sin antes declarar como sospechosos a los propios padres debido al hallazgo de vestigios biológicos de la pequeña en sus efectos personales y en un automóvil alquilado tras la desaparición.
Sin embargo, la Justicia portuguesa acabó por exculpar al matrimonio y la policía lusa cerró el caso tras no ser capaces de hallar una pista fiable. Inesperadamente, el pasado jueves, la policía lusa sorprendía al mundo entero -incluidos los padres de la pequeña- y anunciaba que reabría el caso por tener nuevos indicios. Se sumaba así a la investigación que 37 agentes de Scotland Yard llevan realizando desde 2011 por orden del propio David Cameron.
Los detectives británicos han dado un giro a la investigación y creen que la niña rubia, que ahora tendría 10 años, fue secuestrada. De hecho, el pasado 14 de octubre el programa de la BBC Crimewatch reconstruyó, mediante actores, cómo se habría producido supuestamente la desaparición de la menor y solicitaba la ayuda del público para aportar nuevas pistas sobre el caso, incluso difundió un retrato robot de un supuesto sospechoso. Desde la emisión del programa, más de 2.400 personas se pusieron en contacto con el equipo de investigadores de la Policía Metropolitana de Londres mediante llamadas telefónicas o correos electrónicos para aportar algún tipo de información. El programa se emitió también en Dinamarca y Alemania -donde se creen que son originarios los autores del secuestro- y en las próximas semanas se emitirá también en Irlanda.
Lo cierto es que el caso no ha dejado de colear pese al tiempo transcurrido, debido en parte a la actividad pública del matrimonio, que incluso sacó un libro sobre cómo vive la desaparición de su hija. También escribió otro el comisario portugués que inicialmente se encargó del proceso, Gonçalo Amaral, que decidió dimitir y jubilarse anticipadamente tras ser duramente criticado por los tabloides británicos, que pusieron en cuestión su competencia. En Maddie: la verdad de la mentira, Amaral repasaba los indicios recogidos por las policías portuguesa y británica que apuntaban a la implicación de los padres.
A pesar de que la desaparición y el abuso de menores alcanza proporciones alarmantes, no existen a día de hoy cifras fiables y homologables que evidencien la magnitud de este fenómeno. No solo las definiciones y categorías que utilizan policía, organismos estatales y ONG difieren, sino que el modo de recolección de los datos impide que estos puedan compararse. No obstante, las cifras de avisos de desaparición recibidos por la policía en los distintos Estados miembros son reveladoras por sí mismas: 140.000 al año en Reino Unido, 45.000 en Francia o 20.000 en España. Felizmente, la mayor parte de los casos -un 70%- se resuelven satisfactoriamente en las primeras horas o días sin prácticamente necesidad de intervención policial; con frecuencia se trata de adolescentes enfadados con sus progenitores que se van de casa sin informar a dónde. Pero otros casos son más complicados; los más dramáticos, sin duda, conciernen a menores de once años de edad de los que no se vuelve a saber. En el Estado, hay un total de veinte -once niñas y nueve niños en esta categoría- y algunos casos se remontan a finales de los ochenta.
Ante esta situación, la Comisión Europea pidió en 2007 establecer una línea directa para denunciar la desaparición de menores, consciente de la naturaleza transfronteriza de las desapariciones -el 20% de los casos- y de la necesidad de actuar de inmediato y ofrecer apoyo a los familiares: el 76% de los casos de asesinato se producen en las primeras tres horas de la abducción. El número 116 000 está plenamente operativo en quince de los Estados miembros de la UE, y parcialmente operativo en otros cuatro.
La Comisión también promueve la instauración voluntaria de sistemas de alerta rápida en aquellos casos en los que la vida del niño puede estar en peligro, con objeto de lograr la involucración inmediata del público a través del uso de una variedad de canales de información, como radio, televisión y paneles de tráfico.
Lo cierto es que todos estos casos con nombres y apellidos son simplemente un botón de muestra del creciente problema del tráfico de personas en territorio europeo. "La estimación que tenemos es que existe una constante de 5,5 millones de personas en situación de esclavitud. Es cierto que los menores son un porcentaje bajo de ese total, pero la proporción ha crecido y es rampante en todo el continente", señala Aidan McQuade, representante de la organización Anti-Slavery International, que lucha contra la esclavitud.
El ángel rubio Ejemplo de ello es el de María, la pequeña de trenzas rubias y ojos verdes grisáceos con mirada tímida y temerosa y aspecto descuidado. La policía griega la descubrió el pasado fin de semana durante un control rutinario en un asentamiento gitano.
La niña llamó la atención de los policías por la falta de parecido físico con la pareja con la que vivía. La policía griega baraja con la hipótesis de que fue vendida por entre 80 y 500 euros, dentro de una red de tráfico de menores.
Tras este caso, hemos asistido a un auténtico exceso de celo entre los ciudadanos. Solo así se explica que, por ejemplo, en Irlanda, la policía de ese país tras la llamada de varios vecinos, retirara provisionalmente la custodia de dos menores a familias gitanas por dudas sobre su identidad, mientras organizaciones de inmigrantes alertan sobre los riesgos de discriminación racial y supuestos prejuicios.
De hecho, el pasado lunes, la Policía irlandesa retiró en Dublín de forma provisional la custodia a una pareja gitana de una niña de 7 años, rubia y de ojos azules, ya que aunque la familia rumana había presentado un certificado de nacimiento de la menor, la policía dudó de su autenticidad. El ADN confirmó dos días después que era hija suya.