Amurrio. La iglesia parroquial de Santa María de Amurrio acoge en su seno 31 campanas de bronce. De ellas, 25 componen un magnífico carillón de 2.000 kilos inaugurado en 2006. Es un conjunto digital único en Álava y el segundo de Euskadi, después del de la Basílica de Begoña en Bilbao. El templo cuenta, además, con otras seis campanas fijas: cuatro situadas en la sala de campanas, otra en el balcón y otra en la torre del reloj, que data de 1614. Todas ellas tañeron ayer guiadas por la mano de un campanólogo de renombre internacional: el compositor e instrumentista valenciano Llorenç Barber.

Éste es un auténtico vanguardista del arte sonoro que, en los últimos años, ha recorrido más de 150 ciudades de todo el mundo, con sus recitales de campanas. "El último concierto que he dado ha sido en un pueblo románico alemán y, como tienen tanta tecnología, no saben nada de la riqueza que encierran sus campanas y alucinaron. Lo hice con músicos locales, como pienso hacer si me vuelven a volver a invitar a Amurrio algún día con ese maravilloso carillón de la torre", explicó a este diario el que ya ha sido instado a hacer un hueco en 2015 "para celebrar los mil años de la catedral de Estrasburgo". También será quien toque las campanas el año próximo en Buenos Aires "para acompañar la visita del Papa Francisco a sus paisanos, ya que le conozco en persona desde 1998", explica sin atisbo de orgullo.

Pese a su agenda internacional, Barber no quiso perderse la cita de Amurrio. "Lo que están haciendo estas personas me parece un lujo y algo digno de elogio. No hacen otra cosa que respetar la tradición y a aquellos personajes que, muchas veces segregados y ocultos a la vista de la comunidad, se dejaron toda la vida subiendo a los campanarios. Hasta los curas los están olvidando, y aquí estamos nosotros para que no se pierda su memoria", apuntó.

Este musicólogo no dudó un momento en dejar los auditorios y la vida de músico de prestigio el día que tropezó por casualidad "con el mundo de las campanas, a raíz de la compra de una estufa en una calderería, a finales de los 70 en Madrid" para convertirse "en el campanero del mundo".

Y es que para Barber hacer sonar una tañedora "es como volver a poner la mano al servicio de un fin, con nuestros defectos y no meras máquinas con todo perfectamente cronometrado, porque los seres humanos somos deliciosamente imperfectos y esta delicia es algo que estamos a punto de perder".

Un idioma especial De hecho, -apunta- "no hay ningún vaso más lleno de memoria que una campana, porque están en la memoria de todos los tránsitos de nuestras vidas, para darte la bienvenida o para despedirte y siempre en comunidad". Barber tampoco pasó por alto la otra funcionalidad secreta de las campanas. "La que tienen decorando esta plaza lo recuerda en su inscripción en latín. Es un conjuro tópico y típico, una especie de corred insensatos. Y es que siempre han estado ahí ahuyentando males, avisándonos de los peligros y, en definitiva, protegiéndonos con su lenguaje", sentenció.

Y es que las campanas tienen su idioma. Un sistema de comunicación ancestral que, con la llegada de las nuevas tecnologías, ha caído en el más puro ostracismo, pero que gracias a campaneros, como los que se dieron cita ayer en Amurrio, se está intentando recuperar. "Somos 35 en la asociación, de ellos cinco mujeres y seis menores, algo que demuestra que no estamos tan locos como nos pintan", explicó José Luis Albizua, el portavoz de los campaneros amurrioarras. Junto a ellos también se encontraba el conjunto musical de cuernos antiguos del Valle de Ayala. Un grupo, fundado por Juan Antonio Alaña de Menagarai e integrado por siete jóvenes, que ayer volvió a sumarse a esta tradicional cita con un vistoso pasacalles que recorrió el centro urbano. Antes, tuvo lugar una misa en la que se rindió homenaje a los compañeros fallecidos en los últimos años, tales como el maestro Carlos Larrinaga que tantos años estuvo al frente de las demostraciones de toques con carillón.

A pesar de su ausencia, tampoco faltaron en esta edición exhibiciones de toques de llamada antiguos, tanto religiosos como civiles, como el de oración, el de ángelus o de los difuntos, así como el de sereno que es cuando en los pueblos pequeños se avisaba a los vecinos para realizar tareas municipales, el toque de fuego para cuando había incendios, o el de tormenta, que realizaba el sacristán cuando avistaba una tronada con la intención de ahuyentarla y proteger los cultivos.

La jornada se completó con una degustación de pintxos de txistorra y morcilla, acompañados con un buen txakoli, y por último una comida de hermandad con la treintena de campaneros que llegaron desde Burgos, Lérida, Valencia, Gipuzkoa, Bizkaia o la Llanada.