puede sonar extraño, porque es un cultivo propio de países tropicales y subtropicales como Brasil, India, Colombia o Guatemala, pero existe un pequeño rincón en Europa donde también se produce café. Muchos se preguntarán cómo es posible que en algún lugar del viejo continente las condiciones climatológicas permitan brotar a esta joya de la tierra, tan apreciada en todo el planeta y popularizada hasta el límite en Álava. Pero sí lo es.

La respuesta a este enigma se encuentra, en concreto, en el Valle de Agaete, al norte de la isla de Gran Canaria, donde desde hace más de 200 años se cultiva el único café totalmente europeo gracias a su especial localización, sus temperaturas, su altitud y sus condiciones de baja humedad. Una tradición que se mantuvo hasta mediados del siglo XX pero que estuvo en serio riesgo de desaparecer por la caída de los precios y porque los réditos que proporcionaba el cultivo de frutales propios de la zona eran mucho mayores.

Gracias a que el café siguió sembrándose por tradición en pequeñas cantidades para el consumo familiar, los secretos de la producción saltaron generaciones y ahora ésta vive una nueva época de esplendor. Gracias, entre otros, a Antonio Márquez Beotegui, que esta semana ha pasado por Gasteiz para mostrar el excelente producto que cultiva en la finca Los Castaños de Agaete.

Al igual que el resto de productores del valle, Márquez Beotegui cultiva la variedad de café arábica typica, dulce y afrutada, de baja productividad porque requiere de una gran minuciosidad en su tratamiento, y que está encuadrada en el selecto club de los cafés especiales. Sólo el 2% del producto que entra en el Estado tiene el nivel suficiente para pertenecer a esta categoría. Parte de ese 2%, además, se exporta después a otros países extranjeros.

Márquez Beotegui se ha encontrado en su visita a Vitoria con Honorio García, gerente de Cafétaza, que tiene intención de introducir en su negocio este selecto producto. Es su forma de trabajar, tratar directamente con los productores y ofrecer a sus clientes los cafés de más alta calidad, los que según el argot de este mercado cuentan con una trazabilidad bien definida.

400 kilos En esta ocasión, el productor apenas ha traído 1,5 kilos de café de los 400 recogidos en la última cosecha, aunque en un futuro cercano pretende duplicar estas cifras para poder exportar más y que "se reconozca su calidad" fuera de Canarias. "Creo en este proyecto, porque tenemos un producto muy bueno. El problema es que el trabajo es muy costoso y minucioso y mucha gente prefiere plantar naranjas", explica Márquez. Esta primera hornada de café, que García ha probado a través de una cata brasileña, será degustada por un pequeño grupo de privilegiados. "Vamos a esperar a la siguiente recolecta para traer más. Eso será en siete u ocho meses", confiesa el gerente de Cafétaza.

El objetivo de García, como ya se ha dicho, pasa por surtir su negocio con cafés de alta calidad y "sobrevalorar el trabajo de los caficultores", que muchas veces no tiene la consideración que se merecen. "Muchos establecimientos cobran el café a un euro, pero si se ven los procesos que siguen los productores no se puede cobrar eso. No me lo creo. Por mucho cariño que le pongas, una taza de café no vale un euro", advierte García. En el caso del café que cultiva Márquez se une también ese "valor etnográfico", cultural, que supone haber recuperado una tradición que casi pasó a mejor vida. "Todo esto tiene un valor añadido", advierte el productor canario.