No es estrictamente competencia suya, pero muchos ciudadanos de Vitoria se pueden sentir indefensos con las nuevas tasas judiciales. ¿Cómo valora la nueva situación?

Por la misma cuantía de esas tasas hay cuestiones que en la práctica resultan irrecurribles porque son antieconómicas. No tiene sentido recurrir una multa de 200 euros cuando la tasa es de 200 euros. Por eso entendemos que la Administración tiene que actuar con mayor benevolencia en el procedimiento administrativo, que de momento es gratuito. En el caso del Ayuntamiento está el recurso de reposición, que significa que el órgano que actúa en primera instancia resuelve también el recurso. Eso hasta ahora se ha interpretado como que era perder el tiempo porque te iban a decir lo mismo, pero en las circunstancias actuales tenemos que ser especialmente benevolentes en sede administrativa; estimar un recurso no es pecado, es un gesto de calidad democrática.

En la memoria del año pasado figura como una de las principales quejas de los ciudadanos la aplicación de la tasa de basuras a las viviendas vacías. Ahora se revisa también la tasa de vados. ¿Puede acabar pensando el ciudadano que al Ayuntamiento le mueve por encima de todo el afán recaudatorio?

Está claro que en Vitoria gozamos de unos servicios públicos de una calidad más que aceptable, pero cuesta dinero. Ahora esa recaudación ha descendido y aspiramos a mantener esa calidad, luego hay que aumentar la recaudación por otras vías. Hasta ahí bien. El problema es que la ciudadanía aprecia cada vez con mayor recelo los aumentos de las tasas e impuestos. Yo creo que eso obliga a la Administración a ser especialmente cautelosa y rigurosa, se puede recaudar más sin perder de vista el principio de justicia tributaria y de capacidad económica y, además, sometiéndose a los procedimientos a la hora de aprobar esas normativas. Eso se ha aplicado a la tasa de basuras y ahora estamos analizando si es aplicable también a la tasa de vados. De todos modos, creo que en general la ciudadanía confía en la Administración local.

En ese sentido, ¿están blindados los alcaldes ante el descrédito general de la política?

Que va, en absoluto, pero históricamente la gente se ha fiado de que sus tasas estaban bien cobradas. La tasa de basuras, en cambio, ha creado mucho recelo; yo sugeriría que no volvamos a cometer ese error.

Sí es cierto también que un ayuntamiento no tiene otra vía para recaudar, a no ser que el alcalde llame al diputado general y le pida que suba el IRPF.

En Hacienda suelen decir que esto son habas contadas, pero bueno, cada administración debe actuar en su ámbito, y además me consta que el Ayuntamiento se ha dirigido a las Juntas Generales por el cobro de las plusvalías en casos de desahucio.

¿Cómo ven desde la oficina del Síndico este nuevo y dramático ángulo del problema de la vivienda?

Hemos puesto mucho énfasis sobre los desahucios, pero nosotros tratamos de subrayar que hay otras situaciones plenamente equiparables. De hecho, desahucios está habiendo pocos, pero aumenta el caso de gente que se ve obligada a vender su vivienda a precio de hipoteca. Se encuentran en la calle, con falta de ingresos, teniendo que acudir a los recursos sociales... lo que sugerimos es que a esos casos se les dé el mismo trato que a los desahucios en cuanto al impuesto de plusvalías. No tiene sentido que a alguien que ha vendido su casa al precio de la hipoteca, que ha sacado cero euros de rendimiento, se le cobre 5.000 o 6.000 euros de plusvalía.

Vivimos una situación muy difícil, las administraciones se están viendo superadas en materia de servicios sociales. ¿Llegan a la oficina del Síndico ese tipo de problemas?

En relación con los servicios sociales tengo claro que es necesario, aunque suene tópico, que las administraciones se coordinen. No existe un inventario de cuáles son los recursos de los que dispone cada administración. ¿Cuáles son las viviendas que tienen disponibles para eventuales realojos, por ejemplo? Que a mí me conste, no existe ese dato. Es imprescindible saber cuáles son los recursos que podemos poner sobre la mesa, aunque yo creo que se está haciendo un esfuerzo por parte de las distintas administraciones y por eso creo que se está atenuando un poco la problemática social. Pero, sin quitar valor a eso, yo me pongo en la piel del ciudadano que está en una situación de potencial exclusión social y creo que es indispensable que tenga un itinerario claro para poner solución a sus problemas. Desde que sospecha que puede incurrir en impagos de la hipoteca hasta que se ve en la calle, hasta que necesite ayudas sociales para los estudios de sus hijos, tiene que tener claro cuál es el itinerario. Estamos trabajando muchas administraciones en esta materia, pero es necesario que se pongan de acuerdo, que se coordinen y que perfilen un itinerario de recursos sociales, ver qué podemos hacer por esa persona.

Le tocó a usted pronunciarse sobre la carrera de burros, un tema que levanta pasiones encontradas. ¿Se han calentado demasiado los ánimos con este tema?

Primer punto, es cierto, me tocó pronunciarme sobre este tema, eso me gustaría subrayarlo y me llama la atención que otros no se posicionen con tanta claridad. Yo fui claro, pero desde un análisis estrictamente jurídico. Por supuesto que hay situaciones de mayor maltrato animal, la cuestión es que tenemos una ordenanza, y nos jactamos de que es puntera, en la que se alude a cualquier tipo de actuación con animales que vaya en contra de su naturaleza, o sea burlesca o paródica. La carrera tiene ese componente de burla y por eso entendíamos que no encajaba en la ordenanza, y así lo hicimos ver, sin darle más importancia de la que tiene. Antes de dar nuestra conclusión hemos hablado con los animalistas, con los blusas, con el Demsac, Diputación, servicio de fiestas y hemos pedido informes veterinarios. No me siento en posesión de la verdad, pero eso sí, ni un paso atrás en esta cuestión, tengo clara esa conclusión, la sostuve, la sostengo y la sostendré.

El Gobierno central quiere terminar con los defensores autonómicos, y en Vitoria se debatió sobre la utilidad de la figura del Síndico. ¿Cree que el ombudsman puede ser otra de las aportaciones del Estado del Bienestar que acabe cayendo en estos nuevos tiempos?

En materia de ombudsman, si hablamos de duplicidades, más allá de la defensora europea todos los demás serían redundantes, pero la clave de una buena defensoría es la cercanía con la institución responsable. No concibo que cualquier vitoriano tenga que acudir a la Defensoría del Estado para sus problemas con el Ayuntamiento, para empezar porque eso habría que multiplicarlo por los 8.000 municipios que hay en España; nosotros estamos a pie de calle, al ciudadano le atiende el Síndico, y tenemos línea directa con todos los responsables municipales. Por otro lado, que el Síndico siga o no será una decisión política que corresponderá al Pleno, órgano soberano en esta materia, pero hay que tener en cuenta que el personal es funcionario del Ayuntamiento, en ese sentido no hay duplicidad porque además no se nos ha sustituido. Ahí comparto la idea del equipo de gobierno de que el coste del Síndico es cercano a cero.

¿Se siente impotente por no poder hacer más que recomendar en según qué casos?

Lo cierto es que la recomendación no es la vía más usual del Síndico ni su instrumento esencial. La recomendación tiene que ver con cuestiones genéricas, pero cuando tomé posesión ya dije que nuestro objetivo es solucionar problemas. Nosotros llamamos y decimos, 'oye, qué hay de este chico o esta chica'... Tenemos un caso de la calle Cubo, hubo que desalojar un edificio que se estaba cayendo y que en parte era municipal, hicimos una labor de intermediación y el resultado fue bueno. La chica está realojada y el Ayuntamiento está analizando la posibilidad de asumir el coste, pero de momento la situación personal está solucionada, al menos temporalmente.

¿Hay un perfil del ciudadano que viene aquí?

Me gustaría que vinieran más chavales y chavalas. En general viene gente de edad media, más o menos equilibrado entre hombres y mujeres, pero tenemos que fomentar el espíritu crítico entre los jóvenes. Siempre les doy el mismo consejo, que alimenten su espíritu crítico, que las cosas siempre son mejorable, que no se acostumbren a que sean de determinada manera. No he tenido mucho éxito, porque no he tenido muchas visitas, pero me gustaría que la gente joven tomara un papel más activo y acudiera a instituciones como ésta.