Vitoria. A golpe de ajuste, privatización y recorte, la Sanidad pública vasca corre el riesgo de perder definitivamente los niveles de calidad que durante años la situaron a la vanguardia de los sistemas estatales. Los trabajadores de Osakidetza coinciden en que esta involución viene de atrás, desde bastante antes de que la crisis mostrase toda su crudeza. No obstante, para muchos de ellos la estocada definitiva llegó durante la pasada legislatura, cuando el exconsejero sanitario, Rafael Bengoa, puso sobre la mesa un Plan de Mejora y Contención del Gasto de las Organizaciones que nacía como "fórmula ineludible" para garantizar la sostenibilidad de Osakidetza durante los próximos años. Corría el mes de junio de 2010, un momento en que la situación económica ya comenzaba a tocar fondo.

Bengoa, eso sí, se apresuró entonces en desligar su plan de esta coyuntura, aduciendo que con los incrementos presupuestarios que su Departamento había protagonizado hasta 2009, "incluso sin crisis, la Sanidad acabaría usando el 50% del presupuesto total de Euskadi en un plazo de 15 ó 17 años". Fue el inicio de una escalada de ajustes que tuvo continuidad durante todo el mandato de Bengoa y que, según denuncian los sindicatos con representación en el ente público, no se ha revertido con el reciente cambio de Gobierno.

Entre otras medidas, Sanidad eliminó de un plumazo las guardias hospitalarias localizadas en distintos servicios, suprimió los refuerzos localizados para las guardias de presencia física, implantó guardias comunes para distintos centros, potenció los refuerzos por horas en lugar de los contratos completos y revisó los cierres de determinados servicios para tratar de minimizar las sustituciones.

El control del absentismo laboral se convirtió también en uno de los principales caballos de batalla para el Departamento dirigido por Bengoa. Sanidad incluso llegó a elaborar un protocolo de seguimiento de la incapacidad temporal, dando potestad a los mandos para actuar "de forma más proactiva", redujo las sustituciones por motivo de incapacidad temporal y vinculó los tiempos de baja con el desarrollo de la carrera profesional, uno de los pluses que cobran los trabajadores sanitarios. La formación de la plantilla también contó con un epígrafe específico en el documento, bajo la premisa de que debería llevarse a cabo en todo caso según las necesidades del servicio y con un límite dentro de las jornadas laborales. De esta forma Sanidad apostó por disminuir la dotación de su Comisión de Formación y por no sustituir en sus puestos a los profesionales que asistiesen a cursos. Así hasta 73 medidas, que Bengoa pretendía poner en marcha en el plazo aproximado de cinco años.

Ahora, nueva legislatura mediante, el nuevo equipo al frente de Osakidetza deberá lidiar con un presupuesto de nuevo recortado -las Cuentas ya retiradas por el Gobierno contemplaban un ajuste de 1,5% en Sanidad- y una representación sindical en pie de guerra, tras la aprobación de un decreto que ampliará la jornada laboral de los trabajadores en 22,5 horas anuales, hasta las 1.587 horas y 30 minutos de "trabajo efectivo" anual. Un medida que, coinciden las centrales, influirá en la destrucción de empleo público, especialmente el de personal eventual. Y en una sobrecarga de trabajo importante para una plantilla cuya media de edad supera los 50 años, lo que a la larga también afectará a la calidad asistencial.

"Un tótem" El consejero de Salud, Jon Darpón, se mostró recientemente tajante a este respecto, durante una comparencia en el Parlamento de Gasteiz. "Creo que en Osakidetza todo el mundo dice que tiene mucha más carga de trabajo de la que realmente tiene. Creo que lo siente, pero estamos haciendo de eso un tótem", advirtió Darpón, en respuesta a la parlamentaria de EH Bildu, Rebeka Ubera. "A veces se trasmite que el servicio se resiente y nuestro servicio no se resiente. Pero ha calado un discurso de que el tótem es hacer la administración pública lo más grande posible", subrayó Darpón, quien insistió en que "la función de Osakidetza es prestar servicios sanitarios públicos y de calidad y dar empleo".

A pie de hospital y centro sanitario, la realidad se ve de forma muy diferente. En lo que sí coinciden ambas partes, dirección y trabajadores, es en que la calidad asistencial todavía se sigue dando en el sistema público vasco, principalmente "gracias al esfuerzo, al trabajo y a la profesionalidad de todos los trabajadores". No obstante, a juicio de Elena Gerenabarrena, delegada del sindicato ELA en Txagorritxu, esta situación puede llegar a un límite si siguen aplicando nuevos ajustes y recortes. "Viendo los datos objetivos, la gente en las plantas está bajo mínimos, cubriendo el trabajo de forma muy ajustada. Y además, no se sustituyen las bajas, por lo que no queremos ni imaginar qué pasará cuando dicten el incremento de jornada", valora la portavoz de la central nacionalista.

Las carencias van, según denuncia, más allá de la no sustitución de bajas, un problema generalizado en toda la red pública: servicios de Urgencia "saturados", falta de camas, listas de espera "interminables", centros de atención diurna cerrados, disminución de la oferta pediátrica y ginecológica, altas prematuras... "Si se aplican los recortes previstos, sólo los que hay encima de la mesa, las demoras serán mucho más largas", advierte Gerenabarrena.

El último informe de listas de espera elaborado por el ente público ha sido, no obstante, bastante positivo para sus intereses, porque sitúa la demora quirúrgica de todos los hospitales vascos por debajo de los 55 días. La media es de 49,75 jornadas, casi tres menos que en diciembre de 2012. El que más retrasos presenta es el Hospital Universitario de Álava, Txagorritxu y Santiago, cuyas listas de espera fueron unificadas en la pasada legislatura. Los pacientes del HUA, en concreto, deben esperar 54 días para ser operados. Gerenabarrena achaca esta reducción al incremento de las autoconcertaciones, las operaciones que llevan a cabo los profesionales sanitarios fuera de su horario ordinario a cambio de una importante compensación económica. "Esta pelota se engorda cada vez más", denuncia la representante de ELA. La espera para las consultas externas también se ha reducido durante el último trimestre en algo más de un día.

Las sobrecargas también se dan en atención primaria. María Jesús, enfermera en un centro de salud de la capital alavesa, advierte de que de un tiempo a esta parte "se cubren menos bajas y vacaciones, ausencias en general", lo que puede entrañar "un riesgo" a la hora de atender a los pacientes. "Vas más rápido, sí, pero por eso no se deja de atender. Al final, se valen de la buena voluntad de todos", advierte la enfermera.

Entretanto, el portavoz del sindicato Satse, José Antonio de Léniz, considera que la última "imposición" del ente público, la ampliación del horario de los trabajadores, traerá de la mano inevitablemente una merma en la calidad de la atención. "Al margen de que la conciliación familiar del personal se va a resentir, esas peores condiciones repercutirán tanto a la salud de los trabajadores como a la calidad de la asistencia", valora el profesional. Al margen de ello se encuentra la consecuente "destrucción de empleo", que también incidirá en una merma de la atención. "Hasta hace dos años, las listas de sustitución se agotaban siempre. A partir de entonces, ha habido profesionales que no han trabajado ni un solo día al año", denuncia De Léniz.