eibar. "es habitual que venga gente que, entre unos eslabones que quitaron a una pulsera hace diez años, un anillo que no usan y un pendiente desparejado, me traiga una pieza dental, pero una o dos. Solo piezas dentales y en cantidad, ya da al ojo". A Javier Calderón, copropietario de varios establecimientos de compraventa de oro en Bilbao, también le ha sorprendido la noticia de los dos operarios del cementerio de Eibar acusados de apropiarse de fundas y anillos pertenecientes a cadáveres para su venta. Precisamente fue el alto número de transacciones de piezas dentales realizado en un compro oro lo que puso en alerta a la Ertzaintza. Trabajadores del sector explican las medidas de seguridad que adoptan para evitar sucesos como este.
Javier Calderón > Propietario
"Si le compro y era un mangui, me requisan la pieza"
"Al final, sí te la pueden meter". Javier Calderón, copropietario de las compraventas Oro Bilbao, reconoce que evitar al cien por cien la compra de piezas robadas es prácticamente imposible, aunque en el sector se afanan por poner todos los medios para ello. "Registramos todo lo que compramos. Escaneamos el género, las fundas, las joyas... Si hay una grabación, una fecha o un nombre, se apunta. Si tiene alguna piedra, se indica qué piedra es. También se detalla el peso y cuánto hemos pagado. Una vez a la semana, llevamos a la Ertzaintza esos contratos. Nos sellan el original, nos lo devuelven y se quedan con una copia", explica minucioso este profesional, para quien estas medidas de seguridad, que empiezan por solicitar el DNI al vendedor, son imprescindibles. "Bastantes problemas hay con esos controles. Si encima no los hubiera, esto sería una jungla", sentencia.
Una vez cumplido este trámite, los responsables de estos negocios deben tener el género "en custodia" durante un plazo de quince días por si hubiera alguna investigación, reclamación o denuncia. "Los policías pueden reconocer físicamente a los manguis en la fotocopia del carné o ver un collar de perlas con brillantes o un reloj Omega de oro que ha sido robado y están buscando. Si algo les llama la atención, lo investigan a fondo. Incluso llaman a los clientes para preguntar de dónde han sacado eso", cuenta Calderón. Hechas las oportunas pesquisas, de haber un delito, avisan a los propietarios del negocio. "Igual te llaman: Oye, eso que tienes ahí está denunciado que lo ha robado una chica en una casa o un chaval de un tirón. Esa es la dinámica que tenemos que cumplir. Es la única manera, porque nadie tiene un título de propiedad de un anillo o de una pulsera", asume.
En principio, cualquier persona mayor de edad, provista de su carné de identidad, puede vender una pieza de oro. Ante la imposibilidad de certificar si le pertenece, entra en juego la intuición del comprador. "Te fijas en el aspecto. Al final, todo suma y te da una sensación. Si con una buena cara y buenas palabras me engaña, lo compro y resulta que era una mangui, me requisan la pieza y me quedo sin el oro. Y yo soy el primero que no quiere eso", afirma.
Cuando sospecha que las joyas posadas sobre el mostrador no pertenecen al cliente, Calderón trata de deshacerse de él como buenamente puede. "Si a mí me viene un chaval joven con un anillo de brillantes, por lógica, eso no es suyo. Esas compras se rechazan con medias verdades. Yo no puedo enfrentarme a una persona y decirle: No, a ti no te lo compro porque no me fío". Los argumentos a los que recurre son variados. "Le digo que, como la joya es de mujer, y él es un hombre, no puedo comprársela. Es mentira, pero alguna excusa tengo que poner. Si es una chica, le digo que la pieza tiene que tener una grabación con su nombre o algún dato suyo".
Aunque los locales de compraventa no suelen ser frecuentados por delincuentes -"los chavales que roban en la calle no entran porque estamos alerta y notas el nerviosismo o que la cadena está rota"-, está claro que en algún sitio colocan la mercancía. "Alguien se lo comprará, evidentemente. Eso ya es cosa de cada uno, pero una persona que compra género robado a sabiendas de que lo es tiene más delito que el ladrón", sentencia.
Por más empeño que se ponga, comprar de cuando en cuando alguna pieza de procedencia ilegal es inevitable. "Mucho género de ese por desgracia entra por el canal normal, pero nadie detectará que eso ha sido robado porque los filtros no son perfectos", admite Calderón, quien en una ocasión puso en aviso a la Policía de un posible delito. "Mi socio y yo tenemos cuatro compraventas en Bilbao y suelo rotar por ellas. En una tienda atendí a una chica, de unos cuarenta años. Al de diez días volvió. Dijo que había buscado más piezas en casa. Haciendo una tanda de las nuestras observé que la chica acudía por tercera vez, pero a otra de las tiendas, y ya me mosqueó. Le puse una excusa para no comprárselo", relata. En su visita rutinaria a la Policía, comunicó sus sospechas y, al cabo de unos días, le llamaron. "La chica era de Barakaldo y trabajaba en una residencia de ancianos. Los pobres no se enteraban y les estaba cogiendo cosas".
Arantza > Dependienta
"Colaboramos con la Ertzaintza pero no somos policías"
Fundas de dientes, carteritas antiguas de oro, relojes, juegos de té, dos gallos de plata... Arantza ha visto casi de todo tras la ventanilla del establecimiento Oro Caja Bilbao, abierto hace apenas un año. "La gente lo que quiere es saber. Hay un poco de mito sobre estas tiendas", confiesa. Y para eso está ella, para explicar que el precio del oro varía todos los días y que el año pasado el gramo de 18 quilates llegó a cotizarse a más de 27 euros. Una alianza sencilla puede pesar entre dos y tres gramos. "Si una pieza nos interesa para luego venderla, le hacemos un precio más alto, se pule y se lleva a otra tienda, nunca se deja en la misma", aclara esta dependienta. Por un gramo de plata, detalla, se paga entre 25 y 35 céntimos.
Pedir el DNI, pesar las piezas y valorarlas es el inicio de la secuencia. Si el cliente acepta el presupuesto, se rasca la pieza y se le aplica un ácido para comprobar si es de oro y su quilataje. La mayoría, dice, son de 18 quilates. "Si no es oro, salen burbujas y se pone verde. Más de uno se ha llevado una sorpresa, como que el regalo de una expareja no era de oro o que las joyas de su madre no tenían tanto valor".
Tras constatar que "desgraciadamente hay gente que no quiere deshacerse de sus joyas y las vende porque no llega a fin de mes, para pagar la hipoteca o para hacer la compra", Arantza explica las precauciones que adopta para sortear las piezas robadas. "Cuando lleva inscripciones que no se corresponden con la persona, la Ertzaintza nos recomienda que no lo compremos. Semanalmente les pasamos los datos. Nosotros colaboramos con ellos, pero no somos policías".
Además de la formación técnica y comercial que reciben por parte de la empresa, el personal de Oro Caja realiza, según explica su director general, Víctor Lavandeira, "el curso de prevención de blanqueo de capitales obligatorio por ley para los trabajadores de estos establecimientos". En él se les prepara para detectar posibles irregularidades. "Hay que identificar a los clientes, saber cuál es su actividad profesional y la procedencia de las joyas. Si ves que esa procedencia es ilícita, tu obligación es denunciarlo", señala y, acto seguido, comenta el caso de Eibar. "Ahí, más que la responsabilidad de la persona del establecimiento, que ha identificado al vendedor y ha llevado el libro de registro y las fichas a la Policía, lo que hay que hacer es felicitar a Esta porque ha hecho muy bien su trabajo". Por fortuna, Arantza no se ha topado aún con ningún caso similar. "Pedimos documentación y hay que firmar varios papeles. Para un ladrón es un poco más complicado venderlo aquí, pero habrá de todo".
l Por capricho. Según un sondeo realizado entre más de 2.000 clientes de Oro Caja, más de la mitad vende sus joyas "por capricho". En concreto, el 25% las vende para hacer un viaje o comprar cualquier otra cosa, el 7%, para hacer un regalo especial a un familiar y el 19% por otros motivos o por ninguno en concreto (desuso, está rota, "porque sí", etc).
l Piezas con valor sentimental. Solo un 12% vende joyas con valor sentimental y otro 10%, joyas que todavía utiliza. Solo en estos casos, por tanto, se vende por necesidad.
l Joyas rotas o desparejadas. El 27% vende joyas rotas o desaparejadas, el 25%, joyas pasadas de moda y el 16%, regalos de una expareja. La motivación principal es hacerse un regalo a uno mismo o a un tercero.