En Larrein el viento no silba, escupe. Es todavía un desangelado espacio abierto. Varios bloques de pisos ya ocupados conviven con grandes parcelas vacías y varios inmuebles a punto de ser rematados o entregados. El ambiente en la calle lo ponen los obreros. Los paseantes, a lo largo de una mañana, se cuentan con los dedos de las manos. Y con una basta para enumerar a los usuarios de la línea 7 a su paso por este lejano sector de Salburua. Por ahora, el nuevo trayecto puesto en marcha hace algo más de una semana para dar servicio a la zona registra muy pocos viajeros. En parte, dicen los vecinos, porque casi todos ellos se acostumbraron a coger el coche para poder desplazarse por la ciudad y porque esta opción sigue siendo más cómoda y rápida si el punto de destino es distinto al centro. No obstante, quienes ya hacen uso del autobús aseguran estar "contentos" por la llegada del servicio de transporte público.
Tania Barberán vive junto a la marquesina ubicada en el número 47 de Antonio Amat Maiz, una de las tres nuevas paradas de la ampliación de la línea 7. Hace ya dos años que esta joven reside en el emergente Larrein. Tuvo la suerte de que el bombo le asignara una VPO, aunque se vio obligada a comprar un coche que le permitiera cumplir con sus quehaceres diarios. Para ir al trabajo, en Sansomendi, sigue utilizándolo. Pero para acudir al centro, por ocio u otras necesidades, el autobús se ha convertido en su aliado. "Y estoy muy contenta. Antes me dejaba en el bulevar de Salburua y tenía que recorrer bastante distancia", explica. Un recorrido entre parcelas vacías que en invierno, cuando anochece tan pronto, se antojaba peligroso.
Por eso Tania lamenta que la extensión de la línea 7 no haya incorporado el servicio del gautxori. "Volver por la noche andando da bastante reparo, más aún siendo chica", dice. A su madre esta circunstancia le preocupa especialmente. Mari Carmen admite que le daba "miedo" que su hija "volviera en invierno caminando desde el bulevar" y le sigue preocupando que lo pueda hacer "los fines de semana". Otros vecinos de la zona se suman a la preocupación de estas dos mujeres por la sensación de inseguridad y piden al gabinete de Javier Maroto "algo de presencia policial". "Por lo que anunciaron, se supone que van a reforzar la vigilancia en los nuevos barrios dentro de unos meses, pero me pregunto si se habrán acordado de este sector", apostilla un residente. Un simple vistazo basta para corroborar que falta mucho para que Larrein luzca una imagen en niveles similares a las zonas consolidadas de Salburua.
La hierba de las parcelas crece desordenada, los alcorques parecen abandonados, las aceras están salpicadas por barro y excrementos... Un escenario algo desolador apuntillado por la falta de ambiente. No hay comercios, no hay bares. Sólo casas. Y no todas habitadas. Por ese escenario pasa mucho últimamente Janire. Vive en Adurza y le ha tocado una VPO en Arkaiate que ya está rematando, así que desde que se amplió la línea 7 coge el autobús para acercarse al piso a ponerlo en orden. Se apea en el número 47 de Antonio Amat Maiz, y a partir de ahí sigue andando. Cuando en unos meses entre a vivir en su nueva casa, "en abril con un poco de suerte", continuará haciendo uso de la red de transporte urbano, aunque cogerá la 6. Le han dicho que funciona "bastante bien" desde que arrancó en septiembre.
La sensación de chóferes de Tuvisa que estrenaron la ampliación de la línea 6 es que "el servicio está entrando más rápido en Larrein que en Arkaiate". Y, aun así, reconocen que por ahora la subida y bajada de viajeros en este sector se reduce prácticamente a las horas punta. "En una mañana, no la usan más de ocho personas, y algunas son obreros que vienen al sector a trabajar", apunta Inma. Su compañero Luismi corrobora la cifra y ambos se preguntan cómo es posible que haya llegado ya el urbano a este sector y no lo haya hecho a otros más poblados del otro lado de Vitoria, como Borinbizkarra.
"Allí vive más gente y desde hace mucho más tiempo", apostilla la conductora. "No obstante, está bien que se haya ampliado el servicio a Larrein", añade Luismi. Y eso que no entiende de dónde salen "las 1.500 personas a las que, según el Ayuntamiento, la línea iba a dar servicio". El chófer, apeado en Antonio Amat Maiz en un descanso de su bus de refuerzo, abarca con la mirada toda la calle y cuenta los edificios habitados. "Sólo son tres. No salen las cuentas. Pero con el tiempo se irán entregando más viviendas e imagino que habrá más trajín", prevé.
Técnicamente, los conductores de Tuvisa sí ven pegas a la nueva línea 7. Para empezar, no ven demasiado lógico que haya que seguir dando servicio a Errekaleor. Su experiencia atestigua "que allí ya prácticamente no sube ni baja nadie". Pero entrar hasta este antiguo barrio, todavía en pie pese a los planes de derribo del Ayuntamiento, "hace perder hasta cinco minutos que luego hay que recuperar". La otra pega está justo a continuación: la parada que el Consistorio ha colocado en la rotonda de Guillermo Elio Molinuevo. Lo advirtió la asociación vecinal Burdinbide y el comité de empresa de Tuvisa antes de que la ampliación se pusiera en marcha, y ahora lo corroboran quienes van al volante. "Es un punto conflictivo", dicen.
"Hay que hacer un ceda dentro de la rotonda y el giro está mal, no cuadramos bien los autobuses", sostiene Luismi. La semana pasada, el grupo municipal de Bildu se hizo eco de las quejas y planteó la supresión del paso por Guillermo Elio Molinuevo con la colocación de la parada un poco antes, en el cruce de Venta de la Estrella con Errekaleor. Pero no fructificó. El equipo de gobierno sigue pensando que su ubicación es mejor, aunque nadie la comparta. "Desde el pasado verano", advierte el portavoz vecinal Joseba Martínez de Guereñu, "ha habido cinco accidentes que se llevaron por medio tres árboles, una farola y una papelera, todos en la acera donde está la marquesina".
Los conductores saben que también ha habido quejas vecinales por el traslado de la parada de regulación horaria del paseo de la Iliada a la anterior, la 47 de Antonio Amat Maiz. "Parece que a alguien le molestaba el ruido de los urbanos, pero ahora hay críticas por hacer esperar a la gente en este punto", explica Luismi. Tampoco para los conductores es agradable tener que hacer tiempo en esta zona descampada, aunque desde el equipo de gobierno presuman de que el cambio de chófer y el baño sigue estando donde antes. Como manda el convenio, dicen.