A diario atienden a las familias que nadie asiste ya en Vitoria. Sus clientes son desahuciados, desempleados que si pagan la hipoteca ya no tienen para la luz, enfermos mentales, alcohólicos, ancianos, niños malnutridos... Son las trabajadoras sociales de base de las que ahora quiere prescindir el Ayuntamiento, aunque ellas, más bien se definen como "las apagafuegos" de un departamento en el que "no hay planificación" y un día sí y otro también "recibimos directrices contradictorias". O al menos es la sensación que tienen los empleados que ayer se concentraron contra el último despido de seis personas. "Justo ahora, cuando más casos nos llegan por las consecuencias de la crisis, cierran la puerta a un montón de familias a las que no les queda nada más", denuncia una de las responsables del servicio.

A Susana Atxaerandio ya le han comunicado que su contrato acaba el 31 de marzo. A sus 42 años, es la primera vez que esta gasteiztarra se queda en la calle, y sin expectativas. "Ya no hay sustituciones", dice. Entró en el Ayuntamiento en abril de 2009 para atender a los usuarios con más tiempo de espera. Trabajó en Ariznavarra y formó parte de un equipo de ocho personas que, por necesidad, en marzo de 2010 pasó a reforzar el conjunto de los servicios sociales. También en Ibaiondo hasta que en 2005 echaron a cinco compañeras y volvió a Ariznavarra; ahora llega el finiquito para otras tres más; el grupo se rompe. Reconoce que siempre ha habido carga de trabajo, pero no como ahora. "Estábamos saturadas, así que a partir de ahora.., porque ya nos han dicho que no va a haber sustituciones", indica.

El departamento enmarca el final de estos seis contratos-programa en la política de recortes y ajustes. Una decisión "inamovible" que los sindicatos se niegan a aceptar, convencidos de que es cosa de la dirección de Asuntos Sociales. "Es el único departamento que no ha elaborado un informe justificando la labor de sus trabajadores", explica la presidenta del comité, Mónica Gómez de Segura. Otra de las razones por las que Atxaerandio, al igual que otras trabajadoras sociales, siente que su labor se menosprecia. Y ello, a pesar de que, en su caso, tiene asignados, a media jornada, más de 200 expedientes, cuando el Ararteko cifra en 200 los casos de los que se debe encargar una persona a tiempo completo para que el servicio funcione.

De ahí que las consignas gritadas ayer a las puertas de los locales municipales de Pablo Neruda fueran en favor de unos servicios sociales de calidad para Gasteiz y en contra de los despidos.