Vitoria. "Stéphane Hessel tuvo una vida de película. No solo por haber sido exmiembro de la resistencia contra los nazis, deportado en los campos de concentración y diplomático, sino también por su entorno familiar. Su madre, una mujer libre y dominadora que intentó hacer de su vida un obra de arte y su padre, Franz Hessel que tradujo a Proust al alemán con el filósofo Walter Benjamin trasmitieron al pequeño su amor por la cultura, la poesía y la literatura", relata la periodista navarra Inma Errea, quien en 2011, por encargo del editor de Denonartean Kike Ugalde tradujo del francés al euskera, ¡Indignaos!, el best seller de 32 páginas, que sacó del anonimato con 93 años a un hombre que acumuló una existencia apasionante.

El destino de este pensador, escritor, diplomático y resistente francoalemán, nacido en Berlín y criado en Francia, cambió cuando en 2010 aterrizó en las librerías un manifiesto que llamaba a la rebeldía de la juventud, a quien gritaba "¡Indignaos!". Esta obra, vendida por millones de ejemplares en todo el mundo -más de cuatro en casi 100 países del mundo-, sacó del anonimato a un hombre que ya por entonces contaba con 93 primaveras, que pasaba por ser el último redactor vivo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y que había esquivado la muerte en varias ocasiones.

El manifiesto en euskera también obtuvo un gran éxito. "Se llegó a la tercera edición. Para mí fue un trabajo interesantísimo, aunque muy duro ya que lo tuve que realizar en un tiempo récord. La condición que le pusieron al editor de Denonartean era que el libro en euskera saliera a la vez que las ediciones en castellano y catalán. La obra llegó a las librerías en la primavera de 2011", recuerda la periodista Inma Errea, una apasionada de su oficio de traductora. "Fue un personaje atractivo que hizo su trayectoria vital y fiel a sus ideas defendió la resistencia no violenta contra la dictadura de los mercados", añade Urrea.

con serenidad Una muerte que a Hessel le llegó a los 95 años en París, según anunció su esposa, Christiane Hessel-Chabry, y que en 2011, cuando viajó al Estado español para promocionar su biografía, aseguraba aguardar con serenidad y "con un cierto apetito".

Hombre de izquierdas y europeísta de cuna, en los últimos años de su vida se convirtió en la voz de la conciencia de una sociedad que escuchaba con esperanza su llamamiento al compromiso, su grito de

"¡Indignaos!" que fue tomado por bandera por los movimientos de todo el mundo -incluidos los del 15-M- desesperados con la injusticia.

Al principio, sus razones para la indignación fueron, sobre todo, la creciente desigualdad entre los ricos y los pobres, la forma en que Francia trataba a los inmigrante y los ataques contra el medioambiente. El propio autor reconoció que no esperaba que su libro tuviera tal repercusión en el extranjero. ¡Indignaos! fue la guinda a una existencia apasionante, iniciada en Berlín el 20 de octubre de 1917.

A los 8 años se instaló en Francia con su madre y entró en contacto con Apollinaire, Baudelaire, Goethe o Rimbaud, con los que se infectó del virus de la poesía que le acompañó el resto de sus días. Se dice que nada le gustaba más que recitar a estos autores y que presumía de conocer de memoria más de cien poemas.

Nacionalizado francés en 1937, Hessel, que hablaba alemán, inglés y francés, dos años más tarde fue llamado a las armas ante el ataque alemán. Tras combatir en varios frentes durante dos años, se unió a la resistencia francesa de Londres, pero en 1944 regresó a Francia, donde fue detenido por la Gestapo y deportado al campo de concentración de Buchenwald. Allí dio esquinazo a la muerte al cambiar su identidad con la de otro deportado fallecido de tifus, lo que le hizo salvarse de la horca.

derechos humanos Al final de la Segunda Guerra Mundial ingresó en la diplomacia gala y fue nombrado para la secretaría general de las recién nacidas Naciones Unidas, donde participó en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Comprometido con la izquierda, Hessel ocupó puestos ministeriales en los gabinetes socialistas hasta que se jubiló. Pero su compromiso continuó con causas como el conflicto israelo-palestino o la acogida de los inmigrantes.

Hasta que su grito alcanzó una fuerza enorme con la publicación de Indignez vous! Indignaos en el otoño de 2010, en una pequeña editorial del sur de Francia, sin ruido ni promoción mediática, pero que encontró un eco enorme en una sociedad necesitada de referentes.

A Hessel, el éxito de su manifiesto le llenó de alegría. Con su vitalidad intacta hasta casi el final de sus días, no dejó de viajar, de conceder entrevistas y de dar conferencias. Su europeísmo, su espíritu aventurero, su apertura de mente, su inteligencia apasionada y su amor a la cultura le confirieron un aura mítica, aunque siempre señaló que su tardío éxito entre los jóvenes se explicaba por el momento histórico que vive Europa. "Las sociedades están perdidas; buscan un sentido a la aventura humana", sentenció.